Ali Babá y las cuarenta adicciones

¡Seguimos en cuarentena! ¿Quién no? Sin embargo, alguien me acusó en el chat de hipócrita porque no estoy todo el tiempo encerrada en casita. Ni le respondí: Tendría que proponerle a esa persona que se ocupe ella de salir a forrajear alimentos para mis siete anhelosos animalillos caseros (Tres gatos, dos perras, una cotorra y un hipopótamo).

Pero sí: De un modo u otro estoy encuarentenada (no encuerada, como entendió mi vecina cuando Randy estrenó nasobuco). Y para colmo sin beneficios, porque no dejo de trabajar y de ocuparme de muchas cosas en casa, con los añadidos del clorado de manos, la lavandería diaria y el aprendizaje forzado de los secretos de Whatsapp, Gmail, Telegram y todo ese asunto que bien conocen los que ya rebasaron el nivel amateur de la tecnología androide.

Pero es jueves y heme aquí, tomándome un respiro para confesarles un descubrimiento: Resulta que mi marido me engaña, y no de ahora, sino de hace un buen tiempo…

No, no, no se manden: No es que tenga una amante de carne y hueso o practique pornografía virtual… Aunque sí hay algo de lujurioso en ese modo suyo de manosear el celular por toda la casa (baño incluido, él no aprende), y en cómo lo acomoda cerca del pecho cuando se duerme. ¡Si apenas lo suelta para dibujar! Algo sin mérito, porque lo mismo hacía conmigo al principio de la relación…

Fíjense si es obsesivo, que yo esperé más entusiasmo de su parte hacia mi nuevo Pet (ya saben: mascota con saldo corporativo) y la verdad es que apenas lo trastea, muy de vez en cuando, para escanear sus bocetos. ¡Y protesta si le pido que me ayude en eso de las descargas, que a él se le dan mejor que a mí solita!

Entonces, esa mezcla de traición con fidelidad, ¿no es la esencia misma de las adicciones humanas? Y tales males, ¿no repercuten en la vida sexual de sus víctimas? Miremos un par de ejemplos literarios:

Ali Baba fue atrapado infraganti en su mironeo nocturno porque la chismosa de su cuñada echó miel donde no debía, y el marido de esta pasó un buen susto por el exhibicionismo en una cola de camellos y la especulación. (¡Mira que se ha dicho que nada de fiestas por ahora, que el malo puede entrar a tu casa encubierto en un frasco de aceite!). Después de ese susto, ¿alguien habrá tenido ganas de hincar rodillas en el lecho… para agradecer por las habilidades del menos dotado de la familia?    

Voy con otro: Hannibal. Un tipo que se comió a quien quiso, ¿cómo cayó tan mansito en la cháchara de la doctora bonita? Y no una, ¡una pila de veces! De buena tinta sé que estaban grabando otra secuela en Cuba, pero hubo que interrumpirla por dos razones: La primera el embarazo de la protagonista, que se supone culmine en un zoológico bajo tierra (por si los dientes), y la segunda, porque la máscara del bárbaro incumple totalmente las indicaciones epidemiológicas del distinguido doctor Durán.    

Y el mejor de todos: Scherezada salvó la vida y mantuvo la virginidad ¡por mil noches! porque el rey prefirió oírla inventar cuentos que desflorarla. (¿Un hombre tan paciente? Debe ser una parafilia).         

Pero ni crean que me he quedado tranquila con el terrible descubrimiento. ¡Esa no soy yo! Ahora estoy sopesando dos opciones: Le pago con la misma moneda de la ignorancia internáutica o intensifico la sección conjunta de ejercicios yóguicos, en la versión cuarentenal que mi vecina propone…

¿Qué por qué lo estoy sopesando? Gracias a un nuevo amigo, mi Pet se ha convertido en gato: Ahora lo pongo en la ventana y ronronea en wifi para la PC que es una delicia… ¿Cuántos de ustedes no traicionarían en un caso así?