Blue is okay

Quienes tienen más años, o una afinidad por los dibujos animados del siglo pasado, deben conocer al oso Yogui, ese optimista empedernido que sacaba de quicio al guardabosque y metía en aprietos a su amiguito Bubu, pero siempre encontraba una salida para cualquier problema.

Solo en un muñe lo vi algo desconcertado, cuando al terminar su sueño invernal descubrió que el bosque había desaparecido y su gran árbol estaba rodeado de una flamante supercarretera, imposible de cruzar para buscar alimentos. 

¡¿Y ahora?! dije de pequeña cuando vi ese capítulo 80. ¡¿Y entonces?!, se alarmó mi hijo 30 años después, y me hizo tanta gracia su expresión de estupor que aún no la olvido. De hecho, pienso en ella cuando las circunstancias me demuestran que no es bueno para la mente sentirse cómoda con algo, porque nada en este universo tiene garantía de eternidad.

Esa sensación de absurdo desconcierto me ha perseguido toda esta semana. Todos mis planes fueron (des)ajustándose y ya me tocó más de una vez pensar como el oso para sacarles el jugo a los imprevistos, que a la larga jugaron bastante a mi favor.

El peor día fue el lunes, pero al anochecer recordé que ese era el blue mondey del 2021 (el día más deprimente) y entendí mi desasosiego, así que a las 9:00 p.m. puse fin a todo esfuerzo laboral y me sumé al debate del grupo Senti2 sobre un tema que todavía saca chispas de incredulidad: el hombre multiorgásmico.

Pero como en esta latitud las cuestiones anímicas suelen durar un poco más, decidí que cualquier reto del mes me lo tomaré con calma, para evitar la onda expansiva del susodicho lunes. Gracia a eso he tolerado el frío, la fumigación y los apagones no planificados, las escobas rotas, los cambios de humor ajenos, el aislamiento de personas queridas, el corte de ciertos suministros golosos y hasta el dichoso aviso de que Wathsapp no guardaría más nuestros secretos y tal vez haya que mudar para Telegram los gozosos intercambios de Senti2.    

Debí haberlos alertado la semana pasada del peculiar estado emocional de estas jornadas, pero se me olvidó, la verdad. Ojalá en el 22 no nos coja de sorpresa, pues según un tal Cliff Arnall, el tercer lunes es el peor día del año porque las buenas intenciones de hacer algo necesario choca con las deudas (económicas y kármicas), la incertidumbre del sueldo y los bajos niveles de motivación típicos del inicio de cualquier semana laboral.

Súmenle a eso las incordias del clima, el tiempo transcurrido desde las vacaciones navideñas y el inexcusable abandono de muchos propósitos de año nuevo, y ya tenemos el coctel perfecto para sentir el alma azul, azul, azul, azul…

La buena noticia es que no deberías volver a estar tan depre en el resto del año, pase lo que pase. Solo que el doctor Cliff no tuvo en cuenta otros imponderables, como la pandemia, así que, por si acaso, todo lo que me rete anímicamente en este enero lo etiqueto de blue is okay y lo tomo con el mejor espíritu del Yogui, en el doble significado de ese sustantivo.

Volviendo al asuntico del desnudo wasapeño, aunque he tratado de no tomarlo muy a pecho, sí me inquieta, porque ya le he cogido el gusto a que Jorgiño me chatee linduras, y sobre todo a leer las intimidades de otros (para variar), y el espontáneo chuchuchú que ciertas confesiones desatan al abrigo de un pacto de amistosa discrecionalidad.

Si de verdad hay que mudarse, lo haremos. Pero no todos en el grupo están listos para ese cambio de ambiente o para dejar atrás sus stickers, así que por ahora los osados simultanean ambos espacios, y el resto nos dejamos seducir de a poco por las propuestas “telegrámicas” de Rodin en el rincón más multifacético del proyecto Senti2, que incluye grupo y canal.

Por si acaso, la decisión definitiva no la tomaremos este mes. Vamos a fluir con nuestros secretos bajo amenaza de involuntario striptease, ajustaremos el ritmo de la vida a las presiones externas y rezaremos nuestro mantra mágico, cortesía del habilidoso plantígrado: “Cuando todo esté en tu contra, ¡aprovéchate, recontra!”