Esto no es Sex and the city

Me habría encantado ser la autora de esas líneas, pero no soy Carrie, soy Lisandra; no vivo en New York, sino en La Habana; y no están leyendo The New York Star, sino Cubahora.

Pero salvando las evidentes diferencias, la Bradshaw y yo tenemos ciertas similitudes: somos mujeres, periodistas, solteras, vivimos en fantásticas ciudades y un medio de prensa está dispuesto a publicar nuestros desvaríos.

Aún así, no les prometo las recetas de la felicidad,pueden dejar de leer en este instante si es eso lo que buscan.

¿De qué va todo esto, entonces? De diálogo, en dos direcciones, porque no tengo la verdad, ni siquiera soy sexóloga, sino una periodista intrusa que en los nueve años que lleva vagando por La Habana ha tratado de zafarse de cada prejuicio que le inyectaron su madre y su abuela allá por Pinar del Río, empresa que me he tomado muy en serio y poco a poco he aprendido, al menos, a cuestionarme ¿qué soy?, ¿qué me ha hecho ser así? y ¿qué puedo hacer para sentirme más cómoda conmigo misma?

La Lisandra de este minuto es resultado de muchas horas de conversación sobre qué es ser mujer, ha rastreado cuanto blog existe sobre sexualidad femenina y le ha dado like en facebook a todas las páginas que ha encontrado sobre el tema.

No lo niego, soy una fanática incontenible de Sex and the city, lo cual me puede restar seriedad, pero los “placeres culpables” siempre salen a la luz, por lo tanto, prefiero no ocultarlos. Tengo, además, otros referentes que declararé antes de que alguien más los olfatee. Por ahí les puedo mencionar y recomendar La Cama de Pandora, uno de los blogs del diario El Mundo. Pandora es el seudónimo de una periodista que relata sus “peripecias sexuales y, al parecer, no le faltan experiencias. Sus textos son simpáticos y desprejuiciados y, sin dudas, será una lectura relajante, sobre todo si han pasado una jornada de trabajo frente al monitor.

En una onda mucho más comprometida con el feminismo está Píkara Magazine, una revista vasca que cuestiona, se burla, analiza y expone, también sin prejuicios, asuntos relacionados con las mujeres y su sexualidad. Píkara tiene de todo, es diversa tanto en géneros periodísticos como en las temáticas que aborda, tal vez demasiado desafiantes para los más conservadores, pero cada lectura para mí es un reto, y eso me encanta.

Durante mis horas frente al monitor he encontrado otras joyitas como las ilustradoras Sara Fratini y Rocío Salazar. Cada una, con su estilo, refresca mi pantalla y me alegra el día. Pueden seguirlas en facebook.

Y en esta lista de influencias no puedo dejar de mencionar mi paso por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), institución a la que le debo uno de los períodos más enriquecedores de mi existencia. En año y medio, en el CENESEX aprendí a convivir con la diversidad, no a hablar de ella desde la distancia; allí descubrí, ¡oh, sorpresa!, que estamos rodeados de agua y de prejuicios. CENESEX, sobre todo, me enseñó que no se puede dejar de trabajar y que todo empieza por uno, o por una; ya yo comencé mi proceso.

Si a estas alturas todavía me leen se estarán preguntando si seré una feminista insoportable que gritará de un momento a otro: “¡Abajo los hombres!”. Para ser sincera, aún soy una aspirante a feminista. Dice una amiga que aún me faltan muchas lecturas para entender exactamente de qué trata el feminismo, así que mejor no me pongo una etiqueta que no merezco; pero eso sí, voy en camino.

Any way, no me interesa para nada competir con los hombres ni culparlos de mis fracasos sentimentales, así que chicos, no me arrojen piedras aún. Solo aspiro a que este pedacito de red sea un aporte a ese diálogo sobre las masculinidades que tanto me cuesta establecer con mis amigos. Ya uno me propuso nombrar la columna “Confesiones del sexo débil”, imagínense.

Así que no escribo solo para mujeres, aunque las subjetividades inclinen la balanza hacia los dolores y placeres del género femenino, es inevitable. 

Por suerte, hablar de sexualidad está de moda. He encontrado muchísimas columnas sobre el tema en varios medios, algunas me han llamado la atención, otras no, pero se habla, eso es un avance. ¿Qué les propongo? Hablar del disfrute, de los placeres, de nuestros cuerpos, de los autocuidados; en fin, que no pensemos en disfunciones ni enfermedades cuando escuchemos o leamos la palabra sexualidad.

Aprovechemos entonces esta brisa de apertura para intentar respondernos algunas preguntas y tratar —repito, no tengo recetas— de ser un poquito más felices con nosotros mismos y con quienes nos rodean. Terminó el capítulo piloto. ¿Nos vemos?