Mediaban los 80 del pasado siglo. Mi mamá, en plena efervescencia como investigadora, viajaría a un entrenamiento en Francia de varias semanas y necesitaba dominar el idioma, más allá del vocabulario técnico.
Su curso intensivo en la Alianza Francesa fue una onda expansiva familiar. A los pocos días ya casi no hablaba español en casa, y como la música es uno de sus dones, mucho del repertorio clásico parisino inundó nuestros oídos.
El cour, el cour, la maladie de amor… cantaba hasta dormida, y se nos fue pegando aquel animoso tarareo sonriente. (Ahora sospecho que algún amante debía influir en ese estado, pero entonces no soltaba prenda porque mi abuela no sería nada comprensiva con los devaneos de la hija divorciada).
Et si tu n'existais pas / Dis-moi pourquoi j'existerais / Pour traîner dans un monde sans toi / Sans espoir et sans regrets…
Esas fueron palabras mayores. La música de Joe Dassin me emocionó apenas escucharla, y me propuse traducir lo que aún se me escapaba de la letra: Y si tu no existieras / dime por qué yo existiría, / para estar en este mundo sin ti, / sin esperanza ni arrepentimientos…
Entonces no sabía que ese tipo de pasiones dependientes traen más sufrimiento que felicidad. Era una adolescente en plenos preparativos para su primera boda, y aquello de inventar el amor como un pintor que ve nacer de sus dedos los colores del día me parecía fabuloso.
Et si tu n'existais pas / J'essaierais d'inventer l'amour /
Comme un peintre qui voit sous ses doigts / Naître les couleurs du jour/ Et qui n'en revient pas.
Y si tu no existieras, ¿para quién yo existiría?, preguntaba el autor melancólico, y a mí me parecía lógica esa repulsa a aceptar en mis brazos alguna vez a gente pasajera de la que no podría enamorarme…
Et si tu n'existais pas/ Dis-moi pour qui j'existerais
Des passantes endormies dans mes bras / Que je n'aimerais jamais…
Luego la vida me probó que esas vivencias también son importantes, cuando son nutritivas, aunque sea para ayudarte a tararear canciones y estar de buen humor mientras el “verdadero amor” se manifiesta, dentro de ti en primer lugar.
La música, tan poderosa, debería ayudar a transcender y liberarnos. Pero no: en este mundo que viene y va, nos enseñan a sentirnos perdidos cuando no estamos en una relación, a necesitar a otros para merecer la vida, a vernos como un mínimo punto si no aparece alguien que te colme de emociones, así sean contradictorias.
Como si no bastara la capacidad de amar en sí misma, nos compulsan a depositarla en alguien que más o menos inspire tan turbulentos pensamientos, y hasta nos invitan a dudar del valor de existir, pues si no es para adorar a alguien más, seríamos seres perdidos, siempre necesitados, irreales, como un eclipse que no termina de pasar, aunque otros no lo vean.
Et si tu n'existais pas / Je ne serais qu'un point de plus
Dans ce monde qui vient et qui va / Je me sentirais perdu / J'aurais besoin de toi…
Et si tu n'existais pas/ Dis-moi comment j'existerais. /
Je pourrais faire semblant d'être moi / Mais je ne serais pas vrai.
¿En serio no sería real si no tuviera a quien amar? ¿Estaría tan desesperada que buscaría el secreto de la vida, su porqué, solo para inventarte y mirarte a mi antojo?
Et si tu n'existais pas / Je crois que je l'aurais trouvé
Le secret de la vie, le pourquoi/ Simplement pour te creer /
Et pour te regarder…
En los años 80 lo creía así. Más de seis billones de personas coexistiendo en mi tiempo y yo aferrada a una sola, con miedo de perderle ante cualquier capricho de la frágil vida…
Y sí, lo perdí. Muchos años después. Cuando ya había estudiado por mí misma ese bello idioma, arrastrada por esta canción. Cuando ya él había estado en París, y pudiendo llevarme a la ciudad del amor no movió un dedo para hacerlo. Cuando entendí que no bastaba existencia sin presencia, ni amor sin compromiso de ambas partes.
Entonces probé por años a poner en otros su reflejo, pero no lo lograba, y dudé de mí misma, y los culpé por eso… Hasta que decidí vivir sin regrets, y la espoir floreció natural, independiente, y llegó alguien que se atrevió a amar sin necesitarme, y brotaron colores de sus dedos y crónicas de los míos.
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