La suegra en su laberinto

Esta crónica viene siendo lo que en el periodismo moderno llamamos “noticia en construcción”. El destape del hecho se dio el jueves y el sábado fue su punto cúspide (el primero), pero todos sabemos que el asunto tendrá su desarrollo y (quizás no) un rápido desenlace.

El escenario virtual fue el grupo wasapeño de Senti2, y el real, un hogar camagüeyano de los que ya no abundan: solo una madre, un padre (felizmente casados) y una hija de recién cumplidos 15 abriles.

La trama es fácil de imaginar: la nena tiene novio (¡el primero!), y como mamá le dijo siempre que esos pasteles se horneaban en casa, el jueves llegó con la noticia: en dos días traería al chiquillo para presentárselos ¡y ay de ellos si lo miraban de mediolao!

Taymi es de las voces pro de Senti2: la artista moderna, la buena consejera... ¡Pero una cosa es llamar al diablo y otra es verlo llegar! A la hora de la verdad se le olvidaron todos los discursos, confesó en el grupo, y ya pueden imaginar esas 48 horas previas al gran suceso: su cabeza llena de preocupaciones y nosotros gozando con decenas de mensajes en divertido contraste de chucho y apoyo emocional (acá somos así, buenísimamente malos).

• Consulte además: La bisagra

El tema parece banal, pero no lo es. Además del inicio en la vida sexual activa de una adolescente (Tay espera que poco “activa” aún, pero ríe espantada porque la nena es un chicle), es también el debut de una suegra, con todo lo de real y subjetivo que tiene esa categoría.

Yo he sido nuera muchas veces y lo opuesto dos (más el entrenamiento con chicas que me caían bien, como la madre de Gael, mi nieto socioafectivo), así que puedo dar fe de lo complicadas que son esas relaciones, más allá de su carácter vinculante según el Código de las familias.

Pero no significa que deban ser desagradables por default. Ni remotamente. Ese es un mito pernicioso que pone a dos faldas a competir por el cariño y la atención de un hombre, cualquiera sea su rol (marido, hijo o yerno), como si no fueran posibles en ese marco la empatía y sororidad que practicamos con otras mujeres.

El asunto, como en todo lo humano y divino, está en los límites. María Victoria opina que las normas se ajustan a la edad de los noviantes y Maura insiste en el respeto a los jóvenes para garantizar el viceversa. Tania votó por la acogida al chico y Chema por un régimen de visitas decimonónico y un lanzamiento de chancletas (su foco delirante).

Claudia y Cristian, dos de los más jóvenes wasaperos, pusieron el debate caliente. Una cosa es frente a la familia y otra a solas, “cuando mandan las hormonas”, decía Cris, y Clau lo provocaba para conocer sus trucos: ¿Cómo se pega la gorra y se roba techo descaradamente? Nuestra camagüeyana flipaba aún más leyéndolos.

Gisela se abstuvo de opinar: con una púber creciendo y trillizos en el banquillo, sabe que va a pasar por todo eso !y más! en poco tiempo. Y lo que ocurra con la primera no es predictivo de los siguientes procesos, como sabemos bien MaryD y esta servidora.

Del sábado en sí, solo comparto una observación materna: Noviar en estos tiempos es aburrido, dice Tay, porque los chicos estuvieron todo el día con sus teléfonos en las manos... ¿Y qué esperaba ella, que se besaran y toquetearan en público desde el primer día? Ya saben el refrán: palo porque bogas, ¡y palo porque no bogas!

La próxima semana sigo con el reporte. Prometo hablar también de los errores que se cometen cuando ejercemos la suegritud, y ya me dirán en cuál de ellos ven su reflejo.

Ah, el título no es mío: Adrián no moja, pero si quiere, empapa...