Si la avaricia-dice un viejo refrán- rompe el saco, la prepotencia y la impudicia hunden definitivamente en el cieno. Y de ello es máxima muestra la actual administración norteamericana y el desaforado ególatra que la encabeza.
Su retorcido ego es tan enorme, que ha clasificado por mucho como el presidente que más aislamiento global ha proporcionado a los Estados Unidos, empeñado en siglos por desbordar las mentes ajenas con la imagen de la nación más democrática, amiga, aliada y defensora de los mejores valores del hombre en todo el universo.
Bajo la “eminente” ejecutoria de Donald Trump, la primera potencia capitalista dejó atrás protocolos tan vitales para la humanidad como el del cambio climático, la reducción de arsenales de misiles atómicos de corto y medio alcance, o el protocolo nuclear con Irán.
A echado por tierra acuerdos económicos de toda suerte, reniega de toda resolución internacional que afecte sus intereses y deseos o a sus socios más íntimos, no importa su catadura o comportamiento; desconoce el reiterado mandato de la Organización de Naciones Unidas (ONU) de poner fin al bloqueo a Cuba, y en estos tiempos de pandemia se dio unilateral y agria baja de la Organización Mundial de la Salud.
Parecería el colmo, pero no ha sido así. Hace penas horas, junto a su carnal sionista, decidió Washington oponerse además a la resolución del máximo organismo internacional titulada “Respuesta integral y coordinada a la pandemia de COVID-19", la cual insta a todas las naciones del orbe a enfrentar esta nueva plaga “mediante una estrecha cooperación internacional que garantice el acceso mundial a los recursos para hacer frente a la crisis sanitaria, sin que primen las desigualdades entre países ricos y pobres, y entre las disparidades clasistas en sus poblaciones”... porque “una enfermedad que no conoce de esas diferencias, debe ser objeto también de un tratamiento sin diferencias.”
La Casa Blanca también rechazó una enmienda propuesta por La Habana acerca de la necesidad de, en un contexto de emergencia sanitaria global, poner fin a las arbitrarias sanciones económicas, financieras o comerciales unilaterales impuestas a diferentes Estados del planeta y que dificultan sus respectivos empeños en la lucha contra la COVID-19.
En pocas palabras, el personaje que encabeza a los Estados Unidos, no secunda ningún paso ni ninguna de las propuestas, demandas o sugerencias de dirigentes de entidades internacionales, estadistas, o agrupaciones humanitarias y científicas que reclaman que la lucha contra la Covid debe basarse en acciones conjuntas y en garantizar el acceso de todos a los posibles medicamentos y tratamientos que surjan para frenarla.
Desde luego, esta y no otra tenía que ser la respuesta de un presidente que no toma en cuenta que su país ya es desde hace meses el epicentro mundial de la pandemia, que mintió sobre los peligros reales de la Covid 19, que intentó comprar los derechos exclusivos sobre una posible vacuna contra el nuevo coronavirus, que sobornó a empresas foráneas para adquirir insumos médicos ya vendidos incluso a varios de sus socios europeos, y que no cesa de hace politiquería usando esa plaga mundial que ya suma casi 27 millones de infectados y cerca un millón de muertos en el planeta.
A saber lo que seguirán pensando de semejante equipo de gobierno algunos en un mundo donde el poder mediático reaccionario no cesa de retorcer ideas y empotrar las imágenes y “razonamientos” que le convienen. Lo cierto es que a estas alturas, y a partir de sucesos como los ocurridos en la ONU días atrás, donde una abrumadora mayoría de 168 países suscribió la “Respuesta integral y coordinada a la pandemia de COVID-19", la Casa Blanca y quienes le secundaron no están logrando salirse con las suyas.
Noraida Galloso
17/9/20 14:49
El pueblo de los Estados Unidos, debería abochornarse de su presidente, y demostrarlo en las urnas. No tiene otra opción que luchar por cambiar lo que hasta ahora es una enorme ofensa al mundo civilizado.
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