El episodio esta vez no es cualquier cosa, y sin dudas socava seriamente el cuerpo de asideros esgrimidos por la actual administración gringa para intentar justificar y sustentar su agresividad económica con China y a escala global.
Se trata de que luego de dos años de la demanda interpuesta por Beijing ante la Organización Mundial de Comercio, OMC, por el alza unilateral de aranceles a sus exportaciones hacia los Estados Unidos decretada por Donald Trump, esa entidad global calificó de ilegales e inhábiles los argumentos oficiales gringos para sustentar tan arbitraria medida.
Entonces China no solo ripostó castigando las importaciones norteamericanas al gigante asiático, sino que de inmediato recurrió a las principales entidades económicas internacionales como la OMC, cuyo veredicto estableció textualmente que “los aranceles impuestos por Washington no son consistentes con los principios de Nación Más Favorecida y exceden las tarifas máximas acordadas por los Estados Unidos” en el seno de esa agrupación.
La inmediata reacción estadounidense a este anuncio, que estuvo a cargo del representante comercial estadounidense Robert Lighthizer, fue rechazar el veredicto favorable a Beijing y considerar (algo ya rutinario bajo los fueros trumpistas) que, como ha repetido la actual administración gringa, “la OMC es totalmente inadecuada para detener las nefastas prácticas tecnológicas de China”.
Como se recuerda, entre 2018 y 2019 el gobierno norteamericano impuso un incremento de aranceles del 25 por ciento a sus compras en China, y luego sumó otro diez por ciento a dichas exportaciones. En total se trata de afectaciones por no menos de 250 000 millones de dólares.
Esa hostilidad ha generado una verdadera guerra comercial bilateral que todavía no ha sido mitigada sustancialmente a pesar de algunos logros negociados al respecto, aun cuando para analistas la ventaja la tiene el gigante asiático a partir de la extensa ramificación de su comercio externo y de contar con un amplio y creciente mercado interno.
De todas formas, este episodio no es, ni mucho menos, el único en la puja gringa por establecer sus cánones de intercambio comercial a escala global.
Así, la agencia de noticias germana DW, enumera que “en abril de 2019, Estados Unidos anunció su intención de imponer aranceles a bienes de la Unión Europea por un valor superior a los 11 000 millones de dólares. La lista incluía helicópteros y aviones de Airbus y exportaciones alimentarias como los quesos Stilton, Roquefort y Gouda, vinos y ostras, cerámica, cuchillos y pijamas”.
La propia fuente cita además el anuncio de Trump de terminar con el trato preferencial a la India, “lo que daría lugar a una subida de aranceles por más de 5,6 mil millones de dólares a las importaciones desde esa nación asiática”.
Asimismo, finaliza DW, “en 2018, México impuso incrementos arancelarios de hasta 25 por ciento sobre el acero, el cerdo, el queso, las manzanas y el bourbon norteamericanos, en represalia por los disparados aranceles estadounidenses sobre metales mexicanos. Canadá hizo lo propio y decretó un alza de tributos por 12,6 mil millones de dólares a productos estadounidenses como acero, aluminio y café, en represalia por el ataque gringo a sus metales”… y luego hay que escuchar los lamentos, reclamos y perretas de la “gran víctima”.
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