Dice Donald Trump estar decepcionado con no pocos de sus aliados y que persistirá en su intento de castigar nuevamente a Irán por sus “violaciones” del acuerdo internacional que regula el uso pacífico de la energía nuclear por la nación persa. Incluso, lo repitió hace apenas horas en su desacertada intervención en la sesión 75 de la Asamblea general de la ONU.
Lo que el presidente de los norteamericanos no quiere entender es que sus malas caras, comentarios, presiones, y alusiones rígidas e insultantes ya no tienen el añejo efecto de orden indiscutida, aun cuando no le falten obsequiosos alabarderos y nefastos compinches.
Por otro lado, hay un asunto de lógica que muy pocos se atreverían a cuestionar: si Washington abandonó mucho tiempo atrás y en solitario el protocolo multilateral con Teherán relativo al uso del átomo, no tiene el más mínimo derecho a invocarlo ahora para, en uso arbitrario de su letra, exigir nuevas rondas de castigo contra la República Islámica.
Y es que el móvil gringo es puro y descabellado capricho destructivo frente a una nación que está pegando fuerte a los intereses hegemónicos norteamericanos en áreas claves para su proyectada expansión, como Oriente Medio y Asia Central. En pocas palabras, una actitud y un proceder común de la política exterior trumpista que ya marca hitos en el aislamiento de los Estados Unidos con respecto al resto del planeta.
Así, la publicación norteamericana Foreign Policy afirmó días atrás que la administración del presidente Trump “celebró los 75 años de la Organización de las Naciones Unidas intensificando su campaña para acabar con uno de los tratados multilaterales del siglo: el acuerdo nuclear con Irán de 2015”.
Sin embargo, prosigue el citado comentario, las demandas unilaterales de la Casa Blanca para reactivar las sanciones contra Irán parecieron “estar hechas jirones”, pues, los países clave en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se negaron de plano a seguir el juego de la Oficina Oval.
“Ninguno de los signatarios del pacto de 2015 —incluidos el Reino Unido, Francia, Alemania, la Unión Europea, China y Rusia— prestó atención a la solicitud norteamericana”, concluyó Foreign Policy.
Mientras, para la parte iraní está claro que Donald Trump “nunca verá el regreso de las resoluciones sobre sanciones a Teherán que ya terminaron, porque en el derecho internacional ya son inexistentes”.
La República Islámica destaca que el Consejo de Seguridad de la ONU se pronunció claramente contra la moción de fuerza de Washington, y dejó claro además que quien se marchó por su cuenta de un protocolo nuclear debidamente consensuado, no está facultado para esgrimirlo en contra de una de las partes.
La propia secretaría general del máximo organismo internacional se apresuró a indicar que no emprenderá ninguna gestión coincidente con la voluntad oficial estadounidense en el tema de las sanciones a Irán, por tanto, la Casa Blanca, Israel y los aliados árabes de Washington que no gustan de Irán constituyen una “oposición” incapaz de cambiar lo ya establecido, discutido y concluido.
¿Aprenderá la lección el magnate inmobiliario que pretende repetir en la presidencia gringa? Es de dudarlo luego de todo lo que ha mostrado de prepotencia, egocentrismo e inclinación a la agresiva histeria cuando no se hace su voluntad. De todas maneras, si hay perdedores en este lance, no son otros que el señor presidente de los Estados Unidos y su áspero equipo de exteriores.
Y, mientras en la ONU los debates se daban, Irán, China y Rusia ejecutaban en el sur de este país euroasiático los ejercicios militares conjuntos Cáucaso 2020, con la participación de no menos de 80 mil efectivos mixtos y el despliegue de un moderno arsenal defensivo, como muestra de que no son solo palabras y voluntad las que calzan quienes están en la mira trumpista.
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