Podría aducirse que para algunos personajes y grupos es imposible admitir la idea de convivencia y balance, y que por eso la hostilidad, el desprecio y la prepotencia con respecto a los demás son componentes endémicos de su manera de ser y actuar.
Casos los ha habido en la historia de nuestra díscola civilización y sin dudas, en estos tiempos, en que está más claro que nunca antes que cada vez hay menos cabida a tales pareceres, existen quienes persisten en la matraca de que, o me obedecen, o me marcho.
Seguramente para algunos, en este punto, la imagen más evidente de hoy es la del Washington oficial modelado por la administración de Donald Trump, el presidente que, según analistas, más ha hecho por al autoaislamiento y la auto marginación de los Estados Unidos a escala planetaria a partir de convertir el desdén en pivote de su relación con los demás.
Así, en cuatro años de ejercicio en la Casa Blanca, el magnate inmobiliario ha desbaratado no pocos acuerdos comerciales de su país por estimarlos “una estafa a la nación”; retiró a la primera potencia capitalista del protocolo sobre cambio climático; los tratados para la contención de los misiles nucleares de corto y medio alcance; la Organización Mundial de la Salud; y el expediente nuclear con Irán, entre otros instrumentos que, al final, han seguido funcionando a pesar de la ausencia gringa.
El presidente “indispensable” también se ha visto marginado por la comunidad internacional en su intento de justificar el bloqueo comercial y financiero contra Cuba, y solo hace unos días, quedó de nuevo solo, esta vez en el seno del Consejo de Seguridad, al ver rechazada una moción que pretendía extender el embargo de compra y venta de armas por Irán a partir de la mencionada inconformidad trumpista con el protocolo internacional vigente con Teherán sobre su programa para el uso pacífico de la energía atómica.
Vale indicar que dicho embargo debe quedar sin efecto en unas semanas gracias a que los presentes en el privilegiado ente de Naciones Unidas dejaron de lado las propuestas de la Oficina Oval y las ofensas y airadas advertencias que le acompañaron en su presentación.
De entrada Rusia y China, con derecho al veto, rechazaron las maquinaciones gringas, en tanto los representantes de Europa Occidental optaron por abstenerse, en un movimiento que de alguna manera intenta demostrar cierta resistencia a un presidente gringo que no ha sido nada amable ni ético en sus vínculos con sus aliados del Viejo Continente.
La reacción oficial estadounidense ha sido vociferar sobre la “parcialidad e irresponsabilidad de la ONU con respecto al gobierno terrorista iraní” y amenazar con nuevas sanciones unilaterales contra Teherán, que pese a todo boicot se ha mantenido sereno, firme y altamente responsable con respecto al acuerdo nuclear y su implementación a pesar de la provocadora e injustificada baja gringa.
En el fondo, lo que pica a la Casa Blanca es saber que en lo adelante Irán tendrá un respiro en materia de producción y comercio de enseres bélicos, algo que sin dudas apuntala su vertical posición anti hegemonista en Oriente Medio y Asia Central, y recorta las posibilidades del Israel sionista de aventuras y agresiones militares que apunten contra la creciente influencia de Teherán en semejante escenario, considerado estratégico por los centros imperiales de poder.
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