Mientras el secretario de Estado de Estados Unidos (EE.UU.), Mike Pompeo, realizaba una gira de presunta coordinación política contra Venezuela, candidatos de partidos de diferentes ideologías se inscribieron en los comicios del 6 de diciembre próximo que darían paso al nacimiento de una nueva Asamblea Nacional (AN) multicolor en el asediado país suramericano.
Pompeo, comparado con un águila lista para atacar, pero sin atreverse porque su presa es también poderosa, visitó aliados estratégicos vecinos de Caracas en gesto amenazante, pero cuidando de no involucrarse como gobierno cuando falta poco más de un mes para discutir quien quedará en la Casa Blanca.
A Donald Trump y los republicanos para nada les conviene intervenir ahora con sus militares en Venezuela. En cambio, Pompeo comprometió a sus aliados a sabotear el proceso político que busca un parlamento soberano, resultado del diálogo nacional de paz del gobierno y la oposición venezolana.
EE.UU. y la derecha internacional, pues no solo gobiernos de América Latina y El Caribe buscan el derrocamiento de la Revolución Bolivariana y su actual líder el presidente Nicolás Maduro, emplean diferentes estrategias para impedir el proceso democrático de diciembre e incluso, tres meses antes, anuncian que no aceptarán el resultado de los escrutinios.
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Venezuela es una plaza sitiada por la política de odio y los ambiciosos planes imperiales de las varias administraciones norteamericanas, a partir de la instalación de un gobierno revolucionario por el fallecido mandatario Hugo Chávez, cuando ganó las elecciones en 1998.
Desde entonces, la tierra donde nació el Libertador de América, Simón Bolívar, ha transitado una escalada de acciones subversivas, políticas, sanciones económicas, intentos de magnicidio, invasiones mercenarias, e intromisión en sus asuntos internos por organizaciones internacionales, como la Unión Europea y la Organización de Estados Americanos (OEA).
Venezuela resiste bajo el mando de Maduro y del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que con más de 300 organizaciones política integra el Gran Polo Patriótico (GPP), la fuerza política más poderosa de cara a la justa del llamado 6D.
El gobierno nacional siempre favoreció el diálogo que mantiene desde hace más de un año con la oposición. Con las conversaciones logró la adopción de algunos acuerdos importantes con el sector menos virulento de la derecha, siempre en aras de la paz, entre ellos el cambio en la dirección del Consejo Nacional Electoral, y la amnistía de 110 presos políticos, incluidos algunos cabecillas de acciones violentas que dejaron decenas de muertos en los últimos años, como el exgobernador Henrique Capriles Radonski, quien está inhabilitado para postularse.
UNA OPOSICIÓN FRAGMENTADA Y UN GUAIDÓ POSTERGADO
Hay un importante movimiento en torno a los comicios que serán definitorios en el escenario venezolano El GPP presentó sus candidatos y el exgobernador de Miranda y ex candidato presidencial, Capriles Radonski, inscribió los suyos a nombre del nuevo partido “La Fuerza del Cambio”. También se presentaron agrupaciones que participan en la Mesa de Diálogo Nacional. Sectores que en las últimas elecciones, las presidenciales de 2018, sumaron unos 3 000 000 de votos, un número nada desdeñable.
Mientras las fuerzas revolucionarias consolidan su trabajo en las bases, el autoproclamado presidente interino Juan Guaidó, con su carga de fracasos contra el presidente Maduro, rechazó los comicios, aseguró que no se presentará y desconocerá los resultados para tratar de fomentar confusiones entre el electorado y tratar luego de fomentar otro Parlamento.
No solo es Guaidó. Elliott Abrahams, quien dirige en Washington el recrudecimiento del bloqueo económico a Caracas, al referirse al 6D en entrevista con la radio colombiana NTN24 refirió que “Es obvio que esto no es una elección libre y por eso hay que demostrar que ninguna democracia la va a reconocer”. Palo y astilla.
Pero, al mismo tiempo, advirtió que “ya era hora que la oposición adopte una actitud. Esa es una decisión que los líderes políticos necesitan tomar, pues cada día que pasa es uno menos en la campaña”.
En sus declaraciones, Abrams dejó explícito que la vía electoral es el único escenario efectivo para que la oposición pueda escalar el poder.
De inmediato, el exgobernador Capriles llamó a los venezolanos a participar en masa en las parlamentarias.
“Es un falso dilema participar o no participar. El dilema es luchar o no luchar, y yo he decidido luchar”, aseguró en sus redes sociales, en desafío al falso presidente y a los sectores de la oposición con sede en Miami, que convocan a la abstención (véase “Un cóctel imprevisible”, Brecha, Uruguay, 7-8-20).
También la Conferencia Episcopal Venezolana, tradicionalmente conservadora y antichavista, publicó un comunicado en el que reclamó a la oposición responsabilidad en la búsqueda de salidas y generación de propuestas claras.
Según una encuesta publicada por la Universidad Católica Andrés Bello, una casa de estudios alineada con los opositores, el 58,9 % de los interrogados van a votar, frente a un 29,5 % que no desea participar.
Otro desafecto, Jorge Roig, expresidente de la gremial de patronales Fedecámaras, quien conserva influencia en el gremio, indicó al periodista Vladimir Villegas, el pasado día 9, que está a la expectativa del camino trazado por Capriles, “a sabiendas de que Guaidó se había ¨dinamitado¨ a sí mismo”.
NECESIDAD DE RECOBRAR LA ASAMBLEA NACIONAL
Venezuela necesita la democratización de la AN que, en manos de la oposición desde hace cinco años, carece de legitimidad al desobedecer al Supremo Tribunal de Justicia (STJ) que la declaró en desacato. En funciones el Ejecutivo y el Judicial, pero del parlamento no pueden transitar leyes.
Ahora, la AN es una institución política ilegítima por su desobediencia a una resolución del STJ que dictaminó en 2015 la repetición del acto comicial en la localidad de Amazonas, donde fue comprobado el fraude cometido por tres diputados electos.
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Guaidó, quien ocupa ahora la presidencia de la AN, y negó el legítimo triunfo de Maduro en 2018, devino por su cuenta y por orden de Washington, mandatario interino sin gabinete ni apoyo popular. Su papel fue —porque ahora sus padrinos le niegan confianza— crear matrices de opinión negativas a la Revolución, dirigir fracasados planes contrarrevolucionarios y fomentar la guerra no declarada de EE.UU. al pueblo bolivariano. Incluso, junto a otros diputados ultraderechistas solicitó la invasión militar de EE.UU. en un gesto repudiado por sectores políticos dentro y fuera del país.
Su misión ahora, en especial en Europa y en el llamado Grupo de Lima, es desconocer los resultados electorales para desestabilizar el país, que se haga incontrolable, y abrir de nuevo las puertas a un eventual ataque militar procedente de naciones fronterizas como Brasil y Colombia, visitadas por Pompeo a mediados de este mes, junto a Surinam y Guyana.
Para analistas políticos, como el peruano Esteban Santiesteban, el 6D es también un día fundamental para el afianzamiento de la Revolución Bolivariana, si gana el escrutinio en las mejores condiciones.
En su contra está el efecto que pueden tener la solicitud de abstención de los opositores más recalcitrantes, los confundidos, los indecisos y el temor al contagio de la COVID-19 que dejó 67 443 infectados y 555 fallecidos hasta el pasado día 21.
Llama la atención en otros países la resolución de la población venezolana de resistir, dirigidos por el PSUV y Maduro junto a la unión cívico-militar, los azotes imperiales que no cesan un minuto, como ocurrió hace pocos días cuando varios supuestos expertos en derechos humanos rindieron, desde el Grupo de Lima y a un costo de 5 000 000 de dólares, un negativo informe sobre el cumplimiento de este importante compromiso de los gobiernos.
Aunque el ministro de Relaciones Exteriores, Jorge Arreaza, y el fiscal general del país, Tarek William Saab Halabi, repudiaron por mentiroso y poco apegado a la verdad el informe independiente, no hay dudas de que este creó un estado de opinión negativo en personas confundidas que desconocen la realidad venezolana.
Ahora, el momento, dijo Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, es de unidad y de certeza en el triunfo.
La Revolución Bolivariana confía en su pueblo y su afluencia a las urnas. Su mayor garantía es el PSUV y el GPP, una aceitada maquinaria electoral. Ministros y funcionarios de alto nivel integran las listas del oficialismo. Es muy posible que el GPP gane el bloque más numeroso en la nueva AN a partir del 5 de enero de 2021 y así garantizará su presidencia. Aun cuando no logre mayoría propia, será una gran victoria de los revolucionarios venezolanos.
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