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martes, 18 de noviembre de 2025

¿Para qué estudiar?

La pregunta es una constante en las nuevas generaciones y sus familias, y aunque las respuestas se dividen en lo positivo, lo negativo y lo intermedio, hay razones fuertes que nacen del interés de los propios individuos...

José Luis Alvarez Suárez en Exclusivo 17/11/2025
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Mundo del conocimiento. Imagen generada con IA.
Mundo del conocimiento. Imagen generada con IA.

Nadie me lo pidió, nadie me lo exigió, y de cualquier forma fui una y otra vez a las libretas y los libros. Se trata de una clara referencia al contexto familiar, porque desde la escuela siempre hubo encomiendas al estilo de Tareas, Seminarios y Trabajos prácticos. Cualquier detalle de esos era para disfrutar, tanto así, que aunque nadie me convocó a cosa igual, terminé siendo monitor en asignaturas, líder en Casa de estudios y enviado a concursos más allá de la escuela. 

Mi escuelita primaria lleva el nombre de Esteban Aguilar Fajardo, uno de esos luchadores casi anónimos que tejió nexos con la comunidad donde se erigió la institución. “Pozo Blanco”, así escribíamos antes de la fecha, en los primeros renglones de las clases del día. Todo estaba articulado: historia y ansias de futuro para crecer al interior del consejo popular Bungo-La Venta, en Contramaestre, Santiago de Cuba. 

Y allí mismo, a más de diez kilómetros de la cabecera municipal, permanecían a los cuatro puntos cardinales instituciones con régimen interno para Secundaria Básica, Preuniversitario, Enseñanza Técnica-Profesional y Pedagógico. La región era un bastión educacional que acogía incluso a adolescentes y jóvenes de toda la provincia. Aquello de las escuelas en el campo era para admirar; e incluso hoy se ve con cariño y nostalgia, un tanto por lo fue y otro tanto por lo que es (tema que nos invita a otra larga historia). 

El caso es que ya en la secundaria, esos vínculos del estudio y el trabajo en el campo, la esperada visita de la familia los fines de semana y el regreso a la casa por pocos días una vez al mes, nos forjó en una rutina para apreciar y vivir de otra manera. Hubo crisis por falta de agua; una bola de fufú de fongo —plátano burro— a falta de pan; e ingresos masivos por conjuntivitis y otras epidemias. Hubo de todo lo malo y lo bueno, moldeado en el valor de la colectividad.

La oportunidad para hacer amistades para toda la vida; para fijar recuerdos del amor y el sexo; para llevar por siempre las enseñanzas de aquellos grandes profesores. Un momento para manejar las esencias de aquel tiempo dedicado al autoestudio y disfrutar las horas dedicadas al deportes y otro tipo de recreación más ligada al baile y la música. Hubo riñas impulsadas por el ímpetu de la adolescencia; quien dejó todo por una actividad laboral prematura; y quien lavó por primera vez su ropa interior y se dejó caer en un colchón extraño, junto a mucha gente, y terminó siendo más independiente. 

Constancia y voluntad de muchos detrás de aquel primer lugar en el escalafón de noveno grado. Múltiples opciones de continuar estudios lejos, y el Pre fue allí, en el mismo centro mixto y la misma región que hizo la invitación a ponernos serios porque estaba llegando la hora de importantes decisiones. 

Nadie me lo pidió, nadie me lo exigió, y de cualquier forma fui una y otra vez a las libretas y los libros. Me consagré además al liderazgo estudiantil en la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media y a partir de ahí comencé a explorar otros mundos, y en ese itinerario no faltó, por ejemplo, la primera visita a la ciudad de Santiago de Cuba. Siempre presente esa urbe de héroes y heroínas, con su Moncada y su Universidad de Oriente. 

Entonces me propuse alcanzar la universidad, que era lo mismo que conquistar la ciudad, y definí objetivos para pruebas de ingreso a la Educación Superior. Leí libros enteros y hasta hice juegos de preguntas y respuestas sobre la historia nacional. Pruebas de aptitud de Periodismo, tensiones y más tensiones, y la carrera deseada como premio. Ni siquiera me detuvo la opinión generalizada de que era demasiado evidente la maldición del fatalismo geográfico como para soñar. Hubo un propósito conquistado a base de estudio.

Por una jugada del destino, en la Universidad de La Habana recibí el título en diciembre de 2021. Nada fácil cruzar esa línea oficial hacia el escenario laboral, cuando apenas tomábamos un respiro después de una pandemia que impuso distancias y más complejidades a la superación. Hubo una meta conquistada con el apoyo incondicional de la familia y fe sobre la que construimos un templo con cada sacrificio por muy pequeño que sea.

Más de 20 años después de una voz empapada en pedagogía, de un aula, un abecedario, una libreta y un libro no tengo el glosario de respuestas absolutas a la pregunta¿Para qué estudiar?, pero un camino periodístico por el proyecto de formación vocacional y orientación profesional «Vocaciones Cuba» en alianza con medios de comunicación y los ministerios de Educación y Educación Superior, me permite decir. 

No importa el área de conocimientos en el que inviertas tus esfuerzos, cualquier saber es útil para ti y para los demás. 

Creer profundamente que valdrá la pena es esencial antes, durante y después. No es algo que se logre de forma sencilla, pero puedes hacerlo. Cumplir contigo en primer lugar, porque un valor agregado a tu persona a través del estudio, te hace más fuerte.

La unidad es la clave. Únete a la familia, a los profesores y compañeros de clase y comparte lo que crees y lo que sientes en torno al estudio. Si te sientes menos, la ayuda de las personas que te rodean te harán sentir más.

El conocimiento que aportan las escuelas, aunque importante, no es el único que vale. Si por tradición familiar, llevas la delantera en la sapiencia sobre agricultura y ganado, y lo haces con placer, no mires a otro lado. Pero ten presente que puedes multiplicar lo que lo sabes con ciencia, y terminar siendo un eminente Ingeniero Agrónomo, por ejemplo. 

Respeta a cada persona que estudie, trabaje o se haya jubilado, sin importar qué esfera de la sociedad representa. Te sorprendería cómo es posible dominar los elementos de la Tabla Periódica; cómo dejar los cristales impecables después del agua y el detergente; cómo superar en un día la venta de productos de un pequeño comercio, sin equivocaciones; cómo la persona trabajadora o ama de casa planifica la cena diaria. Hay ciencia hasta en las labores que parecen lejanas a la academia. 

Les aseguro que valdrá la pena, con todo y el sacrificio. Ni situaciones económicas, ni apagones, ni bloqueos internos y externos, pueden suponer una barrera indestructible. Confiemos en lo que podemos aportar, y hagamos la tarea sin necesidad de exigencias. En definitiva, los problemas en sus diferentes contextos persistirán, y será nuestra responsabilidad analizarlos y buscarles solución desde nuestros saberes y conocimientos. 


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José Luis Alvarez Suárez

De Los Bungos de Cuba a la gran ciudad, de la Universidad de Oriente a la Universidad de La Habana o de la Radio y Televisión nacionales al Periodismo Hipermedia. Estamos aquí y ahora con la motivación principal de captar y contar las esencias del proceso de Formación Vocacional y Orientación Profesional en la sociedad cubana. Marcan nuestra agenda las historias de superación personal, las verdades sobre el estudio, profesiones y oficios, y mercado laboral. Para el intercambio puede comentar los textos, escribir al correo jose.luis@cip.cu y seguir las cuentas en redes digitales de la revista Cubahora y el proyecto Vocaciones Cuba.


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