Las caras feas del tabaquismo

En 1856, hace ya más de 150 años, S. Solly, médico británico, reportó en la revista The Lancet los efectos dañinos del tabaco sobre la piel de los fumadores.

Según esa información, lo adictos al tabaco “tenían una apariencia cetrina, la piel arrugada y un rostro demacrado”.

A partir de esa fecha, gran cantidad de investigaciones han confirmado el papel del tabaco en el envejecimiento de la piel, incluso en la cara llega a triplicar las arrugas propias de la edad.

UNA FUERTE MOTIVACIÓN

En los mensajes educativos llevados a los fumadores, el precoz envejecimiento de la piel del rostro pudiera ser un valioso elemento disuasivo para abandonar tan funesto hábito, incluso superior al de las cifras de mutilaciones y muertes provocadas por el tabaquismo.

Porque el envejecimiento precoz debido al tabaco donde más se evidencia es en la cara con arrugas más profundas de contornos bien marcados y muy definidas.

CARAS FEAS

Los fumadores presentan una piel arrugada y un poco gris con pómulos con relieves óseos prominentes y también finas arrugas alrededor de los ojos y los labios.

También el cabello se vuelve quebradizo, opaco, con poca luminosidad y con desagradable olor a tabaco.

Según datos del Hospital Clínic de Barcelona y una revisión publicada en la revista Actas Dermosifiliográficas, estos desfavorables cambios comienzan a manifestarse a partir de los 35 años de edad.

También el tabaquismo facilita la aparición del cáncer cutáneo, acné y causa estragos en la boca pues aumenta el riesgo de gingivitis, irritación de mucosas y encías, cáncer bucal, caries, color amarillento de las piezas dentales y un aliento repulsivo de insoportable fetidez.

LAS MUJERES Y LOS HOMBRES

Como las mujeres poseen una piel más delicada, los estragos son mayores pues el riesgo de arrugas es el triple cuando son comparadas con las no fumadoras.

En los hombres el riesgo es doble.

El tabaco lesiona la piel de todo el cuerpo pero el envejecimiento prematura se evidencia más en la cara pues el la zona más expuesta a los rayos ultravioletas del sol.

El tabaquismo y la excesiva exposición al sol  son las enemistades principales de la piel y al unísono provocan un efecto sumatorio.

ACCIÓN ENVEJECEDORA DEL TABACO

El tabaco provoca pérdida de la elasticidad cutánea debido a los radicales libres, tóxicos presentes en el humo y una disminución de la vitamina A, encargada de proteger la piel.

Además, la piel del rostro al igual que todo el organismo de los fumadores, recibe menos cantidades de oxígeno y es sometida al calor constante cercano a la cara del cigarrillo, tabaco o pipa. 

NUEVA JUVENTUD

La piel es la primera parte del cuerpo en mostrar efectos positivos a las pocas horas de dejar de fumar, pues los daños son generalmente reversibles.

El rostro comienza a mostrarse más terso e hidratado, ya que el propio organismo tiende a regenerar las células dañadas.

Esta acción puede incrementarse y acelerarse aumentando la ingestión de frutas y vegetales, alimentos ricos en vitaminas y minerales, repletos de antioxidantes, favorecedores de la síntesis del colágeno, de la elasticidad de la piel y poseedores de muchísimas virtudes para la salud en general.

Dejar de fumar no solo ayuda a vivir más años de vida con mayor calidad, sino también quita años de encima.