El ciclón y el borracho

Han transcurrido más de 20 años, y todavía se recuerda el hecho cuando en estos días se espera un organismo extenso del cual el modelo de pronóstico indica que se dirige a lo largo o muy cerca de la costa norte de la Mayor de las Antillas.

Cada vez que se habla de lo que debe cumplirse para preservar vidas humanas, aflora la anécdota, y en esta ocasión fue tan tempranamente como el recién pasado miércoles en Villa Clara, al suspenderse la venta de bebidas alcohólicas.

“De todos modos hay que tener cuidado porque la gente puede tener su botellita guardada por ahí” se insiste y dicen: “acuérdense del borracho que haciendo el cuento se tiró otra vez al agua”.

Resulta que varios miembros del Consejo de Defensa fueron a restablecer el orden, enterados de que indisciplinados estaban pescando en la cortina de la presa Minerva, al norte de Santa Clara, aprovechando la revoltura de las aguas ante la cercana presencia de un huracán.

Afortunadamente para el “accidentado”, llegaron a tiempo para rescatarlo de una muerte segura, pues estaba en un lugar del cual era imposible salir aunque estuviera en todos sus cabales, pues no había cómo sostenerse para llegar a un sitio seguro.

El hecho transcurría exactamente el jueves último en horas de la mañana, cuando las apariencias no indicaban estar ante un inminente impacto directo como mostraban todos los modelos, que ubicaban los vórtices del huracán Irma dentro del territorio de Cuba.

Esa debió ser la razón por la cual los pescadores furtivos decidieron aprovechar la ocasión para capturar los peces de manera fácil en las turbulencias de las aguas que facilitaban la extracción. Y también las valoraciones de uno de ellos para recrearse con unos traguitos.

Tras los correspondientes regaños al transgresor de las medidas dictadas de prohibición de pescar, le preguntaron cómo había caído en esa parte, si a la vista se veía que era imposible resbalar y caer en esa zona de la represa santaclareña.

Acostado en el suelo, con la mirada perdida, dio la impresión de que estaba asustado, y no había rebasado las emociones de su aventura. Así lo creyeron sus salvadores, quienes le preguntaban insistentemente cómo había ido a parar allí.

Todavía no habían visto que, junto a los artefactos de pesca, había un par de botellas, pero ya se estaban llevando los recursos usados para sacarlo del agua, que fueron solicitados con extrema urgencia y por suerte no estaban lejos.

Ante tanta insistencia, el hombre se levantó trabajosamente, y con voz entrecortada, casi ininteligible, explicaba y explicaba, pero al percatarse de que no lo entendían, fue hasta el borde y se lanzó de nuevo al agua.

Entonces comprendieron que estaba diciendo que no había resbalado ni tropezado con nada para caer a la presa, sino que él mismo se había tirado para bañarse y refrescar la borrachera.

Con la urgencia que el caso requería, reclamaron el regreso de los medios de rescate para “pescar” al borracho que al no poder expresarse con palabras, escenificó el hecho para proclamar: No me caí, me tiré.

Así fue como en esa ocasión, una vez más, en Villa Clara, sin pérdidas de vidas humanas, se llenaron y rellenaron los embalses, incluido Alacranes, el segundo mayor del país solo superado por la Zaza de Sancti Spíritus.

Y como cada vez que viene un huracán, le echan mano al listado de incidencias guardadas en documentos para aprovechar las experiencias pasadas, en las horas previas al arribo de Irma, revisaron y comprobaron que cada vez que hubo algún desaguisado, fue por incumplimiento de las medidas dictadas por la Defensa Civil.

Por eso, no es raro que por el centro del país, insistan: todo puede pasar, sean previsores, acuérdense del borracho.