La mejor marca: New y… también lo re-New    

Tal vez en alguna localidad pudo haber sido desde antes, pero en Santa Clara se desató un furor por matricular en las escuelas de idiomas desde poco antes de comenzar la década de los años 70 del siglo pasado.

Nunca he logrado saber por qué en esta localidad, y quizás en otras del país también, solicitaban una carta del centro de trabajo o estudio para poder ingresar a aprender una lengua extranjera si las clases eran a partir de las 6:00 p.m.

No puedo asegurar que sepa la respuesta, pero una vez vi un tanque metálico con capacidad para 55 galones que entre su contenido tenía una buena cantidad de papelitos que avalaban que alguien era trabajador o estudiante.

El susodicho recipiente estaba en la esquina de la cuadra, donde está aún ubicada esa escuela, y era donde en esos años se depositaba la basura para que fuera atendida por el servicio de recogida de desechos sólidos.

Obtener ese documento podía costar algún tiempo para que el director de la entidad lo redactara y firmara, por lo cual a un colega se le ocurrió que yo, por el solo hecho de ser mecanógrafo, le hiciera el aval a su hija para aprender inglés, y luego él mismo lo rubricó “para no hacerle perder tiempo al jefe”.

En esos años, el país importó una visible cantidad de equipos de transporte de carga por ferrocarril y carretera, pero lo más llamativo eran los Fiat, Chevy, Dodge, Peugeot, Toyota, etcétera, sin poder dejar de mencionar los Moscovich, Zhiguly, Volga…

Y luego de que a los trabajadores más sobresalientes, sobre todo a los de la zafra azucarera, les obsequiaron automóviles, nos vendieron a un grupo de profesionales con la posibilidad de pagar a plazo, para lo cual había que abonar 450 pesos de entrada y luego 104 pesos mensuales durante poco más de cinco años.

Los agraciados con la asignación discutíamos si luego podíamos usar o no los vehículos estatales, pues por cada kilómetro que recorriera el particular, acumulaba siete centavos con los cuales se cubrían los gastos de combustible, reparaciones y piezas de repuesto.

El debate derivó hacia cuáles eran las mejores marcas hasta que llegó la estudiante de idioma a la cual le redacté el aval, quien hizo gala de su aprendizaje: “Las mejores marcas son los (new) niussssss” y alargó la S para recalcar que era lo nuevo.

¿Y qué tienen que ver las noticias (news) con lo nuevo (new)? Fue la pregunta que alguien le hizo, a lo cual ni corta ni perezosa respondió: “bueno… en inglés nuevo se dice new, pero yo le aplico la gramática cubana y le pongo la S para que sea plural, y si así lo convierto en noticia (news), es noticia porque sin ser macheteros, a ustedes les van a dar carro”.

Han pasado 48 años de aquellas asignaciones de carros, de que a los mejores trabajadores los premiaban con viajes a la playa para disfrutar varios días, eran abastecidos de comida y bebida que unos pagábamos y otros los recibían gratuitamente como reconocimiento a su desempeño laboral.

Recientemente uno de los colegas que participó en la conversación de lo new y las news, recordaba aquellos tiempos en que a los mejores les daban premios y los comparaba con los de hoy en que los beneficiados son el polo opuesto.

“Este mundo está al revés: antes los buenos estaban arriba y hoy están aplastados abajo por los que menos aportan”, dijo. Le respondí: Será una news (noticia) cuando llegue lo renew.

A su observación le expliqué: sí, lo cubanicé con lo de renovar, por eso es re-new. Ambos reímos, pero de buen ánimo para continuar luchando por enderezar la pirámide, no la egipcia, sino la cubana. Porque la mejor marca, además de los new, es lo re-new.