El hogar de mi hijo (+Fotos)

Por Mabel Pérez Quintana

Despertó antes de las seis y media de la mañana, como de costumbre. Una sonrisa iluminó su rostro al sentarse en medio de la cuna. Aún no articula las palabras suficientes para pronunciar “buenos días” pero la empatía que une a madre e hijo me otorga la certeza de que, entre bostezos, el saludo sería: “¿Ya nos vamos para el Círculo?”

Realizamos las actividades matutinas: él, jugando siempre y yo, atenta al reloj para llegar a tiempo a la institución educacional. Allí cumplen rigurosamente el horario de vida de los niños con el propósito de educar y satisfacer sus necesidades de juego, aprendizaje, sueño y alimentación. Pero ayer, 10 de abril, la rutina cambió: celebramos el 52 aniversario de la creación de los Círculos Infantiles.

El entusiasmo de mi pequeño al encontrar el Círculo engalanado para el festejo, además de la música infantil acompañante, fue contagiosa. Como espectadora ávida por recuperar cada detalle, disfruté a mi hijo en su entorno habitual junto a sus amigos y la Seño. Especial oportunidad para reconocer a las educadoras y demás trabajadores el amor y la dedicación volcadas en su labor. Gratitud por las horas de sosiego mientras permanezco lejos en otras faenas y lo sé protegido, feliz.

La celebración fue corta para aquellos que permanecen juntos todos el día y comparten experiencias inolvidables. A la hora de irnos, aún con el rostro soñoliento por la siesta próxima, su mirada descubría el deseo latente: “Mamá, no quiero ir a casa. Déjame jugar un rato más en el Círculo.”