Tengo una amiga nueva trabajando en la oficina. El orden es al revés, pero no importa: las mujeres somos rápidas en practicar la sororidad cuando no hay poses ni intentos de competencia.
La chica tiene unos ojazos encantadores y un halo de princesa Jazmín que sobrepasa el nasobuco reglamentario. Varios colegas varones se pusieron nerviosos cuando la vieron en Facebook, así que saboreo por adelantado cuánto me divertiré en la próxima reunión presencial, cuando el coronabicho nos permita encontrarnos en algún paraje hermoso de esta Isla.
Por su chispa me recuerda a mi abuela materna (que una semana atrás hubiera cumpliendo 103 años), así que disfruto enseñarle el oficio y escuchar sus ocurrencias.
El único punto de conflicto ha sido mi imagen: si no me pongo firme, al segundo día hubiera ido con todo listo para pintar mis canas y mis uñas, sacar mis cejas y maquillarme de modo que “rescate mi juventud”. Me dieron risa tales pretensiones, pero no, gracias: no va a mi estilo de vida esa obsesión. ¡Ni ahora ni nunca!, como diría un muñequito latinoamericano.
Aunque la entiendo. Ella es de la generación de las Barbie: niñas criadas con el ideal de belleza estilizada y bondad desbordante que Disney convirtió en meta existencial al despuntar este siglo.
La muñeca original la diseñó en 1959 una mamá-empresaria norteamericana para que su hija tuviera algo más que cuquitas de cartón en las que probar ropa de adolescentes. En 1978 se expandió al mercado mundial y hoy se venden como promedio tres Barbie por segundo en todo el planeta.
Cuando empezó su saga de películas, las niñas como mi actual amiga quedaron enganchadas con la idea de lucir esa hermosura estandarizada en cualquier circunstancia, a costa de su propia salud y comodidad si fuera necesario.
Claro que mucho antes se hablaba de belleza y abnegación como cualidades femeninas, pero en otros términos. Mi generación creció con Cenicienta, Piel de Onagro, el Patito Feo, Princesa Caballero… ídolos de dones ocultos que un día se transformaban para deslumbrabar y garantizar pareja adecuada a su abolengo.
De tanto oír y ver esos cuentos (también gracias a Disney), una tiene esa noción de “reina por un día” incorporada en el inconsciente. Tal vez por eso es menos frecuente encontrar a mujeres de 50 años y más obsesionadas por lucir de cabaret las 24 horas de cada día.
Eso sí: casi todas tenemos al menos un atuendo, un peinado y un par de tacones especiales para asombrar al mundo en días señalados… y luego volver a casa locas por soltar amarres y poner en remojo la dignidad de nuestros pies, como me ocurre cada vez que participo en el programa De tarde en casa, mi cariñosa familia televisiva.
Mirando el asunto con alma de feminista, de Cenicienta a Barbie hubo un gran salto. Sería injusto no reconocer que la muñeca plástica ha intentado ajustarse a los desafíos de estas seis décadas. Ya no vienen en un único modelo de rubia ojizarca ni tiene las absurdas proporciones físicas originales, que aplicadas a una chica de verdad implicarían un grado de anorexia tan extremo que le impediría incluso menstruar.
Sigue siendo bastante burguesona, la verdad, pero hay Barbies de 135 oficios y profesiones diferentes, y sus amigas intentan, sin romper el molde, reflejar la diversidad humana.
Sin embargo, como ocurre en toda historia de mujeres desde que reina el patriarcado, la “frescura” suele pesar más que la trayectoria en materia de popularidad, y ahora Barbie tiene una amenazadora competencia en el duro mercado de cautivar a las niñas y mantener sus sueños bajo secuestro.
Cuatro adolescentes cabezonas disputaron en 2001 el reinado a la vedette de los 60: Yasmin, Jade, Sasha y Cloe. Fue tal el escándalo por los tacones, minifaldas y maquillaje inapropiados de estas chicas urbanas hipersexualizadas, que desaparecieron por un tiempo, pero reaparecieron en 2015 en las pantallas y como material de juego, dando pie a una explosión de nuevos fetiches capaces de “resolver” los problemas que agobian a las adolescentes reales a golpe de tijeras, agujas y pegatinas brillosas.
¿Evolución? No creo… Las nuevas reinas de la banalidad en el siglo XXI, siempre competitivas y descaradamente obsesionadas con su imagen, con proporciones físicas y pelambres menos creíbles que los de Barbie, están permeando hoy el imaginario de las niñas que en un par de décadas tendrán que ocuparse de poblar un mundo cada vez más globalizado.
Esperemos que Fiona, la princesita Sofía y Dora la exploradora hagan una coalición frente a las Bratz y sus congéneres… y que Fernanda las ayude, lupa en mano, a encontrar el camino de una feminidad menos superficial y más realista.
gladys
28/2/21 13:30
Todo a su mometo, la juventud es la que más debe presumir, y con eso se nace,conosco mujeres que se arreglan desde que se levantan y otras no lo hacen nunca aunque la ocación lo requiera...
Romili@
25/2/21 10:56
Hola, hola:
Un tema muy sugerente y para las madres que como yo tenemos hijas, más interesante, porque es a veces una verdadera batalla de ideas poder explicar a la nena ciertas informaciones que recibe a través de los muñe y por eso a veces me pongo reacia que vea algunos, siempre le explico sobre la base de que el contenido no le sirve de mucho para su conociemiento, gracias que por estos tiempos está prefiriendo asustos creativos, de como hacer una carterita, como preparar un estuche para lápices y esas cosas, pero lo cierto es que como madres debemos convertirnos en espejos más reales donde se miren ella y minimizar la atención a esos estándares de belleza.
Los quiero.
alfil
25/2/21 16:20
Gracias por esta opinión, a mí me pasa lo mismo con las adolescentes de la familia, esas películas de barbie son tiernas, pero enseña a las niñas a no comer para estar delgaditas y aparentar lo que no son. Y si son las morenas de pelo rizo que ya no saben cómo laciarlo aunque les cueste mucho sacrificio, qué triste, porque yo quisiera tenerlo así rizado y libre como veo a muchas muy orgullosas de su imagen y estirpe.
cleopatra
25/2/21 9:28
Buenos dias excelente escrito, desde nñas las madres le imponen la moda que hay que tener el cuerpo de bombillo de luz fria. La mujer cubana tiene curvas. Las visten y maquiñan quemando etapas, dejando de ser niñas y se convierten en objeto sexual. despues en la etapa de la adolecencia algunas se traumatizan por no poder tener ese cuerpo de 110 lbs. Para ser una mujer bonita no hay que ollevar maquillaje como si estubieras en una carrosa. Creo que es más bonito dejar para una salida especial maquillarse mas de lo usual y esa persona veria un rostro diferente
puntualita91
25/2/21 17:24
Cleopatra, no sé si eres de la misma generacion de la Milo, pero sí eres del grupo de las Cenicientas que se adornan para el baile ;=) Yo también, criada así por mi abuela. Eso de la pintadera de mañana a noche no es mi look, y me molesta cuando el jevito se deslumbra a las 10 de la mañana con una mujer vestida y maquillada como para cabaret, no porque mire a otras chicas, sino porque me parece demasiado superficial ese gusto. A mí no me conoció así, y pudiera ser barbie sin mucho esfuerzo, pero !Solavaya! no es lo mio
Amore
21/2/21 22:01
Ciertamente ahora las modas cada día más extravagantes que en tiempos anteriores. A mi me gusta verme bien, pero tampoco me gusta exagerar, no me gusta tanto maquillaje, también pienso que estar cómodas es lo mejor aunque de vez en cuando hay que santificarse y andar en zancos...
Carlin 77
19/2/21 11:33
Bastante tiempo sin comentar y como siempre Milo escribiendo sobre temas muy reales y de forma amena. Si pienso q de alguna manera todos y no solos las mujeres nos interesa lucir bien, lo q veo mal es la obseción de querer aparentar lo q no somos, de pensar de q por un atuendo de moda seamos mås o seamos menos, y si q viva la belleza física pero por favor q no falte la interior.
alfil
25/2/21 17:26
Mucha tienda, poca alma, escribió Martí a su hija, y tiene mucha razón, como usted. También a los varones hay que enseñarles valores y a valorar como es debido. Lo apoyo 100%, porque el novio de Barbie no se queda atrás en vivir de apariencias.
vanessa
25/2/21 17:35
Yo también soy presumida. Tal vez porque no tengo un cuerpo de sirena y si no me cuido apenas luzco más que una parada de guagua, como me dijo un muchacho en la adolescencia. Entiendo lo que dice la autora, pero con todo respeto creo que son prejuicios. Por lo que veo de otras crónicas ella ha tenido suerte con la naturaleza y con los hombres, yo tengo que arreglarme mucho y metermeles por los ojos, marcar la diferencia. Además trabajo en una empresa lleno de hombres y con pocas mujeres, el uniforme no me hace mucho favor. Cuando toca la salida corro a maquillarme y ponerme aretes, tacones, collar, perfume, rimel y lo que sea para volver a ser yo en la calle.
Yari
19/2/21 8:50
También está el hecho que desde pequeñas las madres visten a sus hijas como señoritas, hasta maquillaje y sortijas en sus dedos. Se recibe influencias por todos lados. No me gustan esos extremos, pero sí soy de las que gustan cuidar de más el cabello, algún que otro maquillaje, como las cejas que tanto me gustan, en fin, sentirnos sexys y femeninas.
Ali
19/2/21 0:10
Todo en su justa medida. Lo malo sería ser solo una mujer florero o una chica de plástico. Yo no soy de la generación de las Barbies, pero estoy a favor de esos detalles que nos hacen más bellas ( uñas, pelo, cejas, tacones).
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.