Camino al desapego

“Lo prometido es deuda”, me recuerda una seguidora de este blog en nuestro canal de Telegram (t.me/sexosentidocuba). “Estoy intentando romper una relación muy tóxica con el padre de mis hijos y esos cinco consejos del doctor Amen a lo mejor me ayudan a no rajarme esta vez”.

Si habla de “esta vez” quiere decir que lo ha intentado antes, obviamente sin éxito. Pero no juzgo ni compadezco su proceso: la gente está en tu vida por un motivo, y mientras no saques la lección que necesitas, es probable que no encuentres la salida de ese apego enfermizo… Como en una casa de espejos deformes en que te pierdes mirando todo de ti, en especial lo que no te gusta, hasta que logras tomar distancia emocional y comienzas a fijarte en los marcos, no en la imagen, para descubrir la puerta.

El primer consejo del neurosiquiatra norteamericano es tan obvio que da pena pensar las veces que se olvida seguirlo por falta de autoestima: por encima de todo, mantente saludable.

Observa si estás comiendo lo adecuado y duermes lo suficiente, haz ejercicios, arréglate y no confundas tristeza con depresión, así que no te mediques ni te ahogues en alcohol, no te pongas epítetos ni te apartes de tus amistades, que el mal de amores no es un virus contagioso. Cuando la gente me cuenta todos los modos en que se hace daño en esta etapa, siempre le recuerdo: estás rompiendo con otra persona, no contigo. ¿Qué caso tiene flagelarte así?

El segundo consejo exige compromiso: No idealices a la otra persona. Si te enfocas en las buenas cualidades del ex, tus dolores aumentan. Lo dice un experto que ha visto miles de cerebros sufrientes mediante las modernas máquinas de Imagenología. En cambio, cuando permites a tu lado analítico enlistar las razones por las que esa relación no es buena para ti, el alivio es sostenido en el tiempo. ¡Pero no demonices! Los mitos se destiñen, y si lo malo era inventado por tu Ego, dejarás de creerlo, y lo bueno idealizado tomará su lugar para volverte más vulnerable. 

El tercero me encanta, y me siento feliz de haberlo cumplido sin saber que tenía basamento científico: llora toda tu rabia y decepción, pero esconde las fotos y recuerdos de esa etapa.

Llorar alivia tensiones en tu sistema límbico, esa estructura del cerebro que gestiona las emociones y a veces hace un caos a partir de detonantes tan simples como una flor en un libro o una figurita de porcelana. ¡Ni hablar de las imágenes del cel, la música que escuchaban juntos y las series favoritas!

Pero Amen insiste: no los rompas, quemes o borres de tu disco duro, porque nunca se sabe lo que pueda pasar. Meses después de la ruptura, haz una exposición controlada a esos recuerdos y valora si aún te provocan cositas tiernas, pero soportables, o si destapan un rabo de nube, con barredor de tristeza y aguacero en venganza incluidos, al estilo de Silvio Rodríguez, y es recomendable volverlos a encriptar.  

Mi hijo disfrutaba ver las fotos de mis tres bodas y la de mis padres, y yo las disfruto también. Soy el resultado de lo que fui antes, y tener evidencia de esas etapas no puede hacerme daño si yo no lo permito. Además, confieso que ha llegado el día de ver un objeto con la sensación de que era importante y no tener ni idea de por qué…

Eso sí, con el desbordamiento de los tatuajes biográficos, hay ex que resultarán imborrables, en el sentido más literal de esa expresión. Entonces la madurez que faltó en el instante de escribirte la piel hay que tenerla para lidiar con la mirada de los siguientes que aspiren a acariciarla, por lo general bordeando con aprensión esa mácula, así que al menos elige bien donde ponerla si no quieres perderte diversiones futuras.

El cuarto consejo es una declaración de efectos secundarios: el amor puede doler. Si te haces la víctima durante la ruptura, si te pones demandante y creas una situación incómoda cada vez que le veas, provocarás repulsión en esa persona y en los demás, extendiendo tu propia miseria sentimental. Dice Amen: actuar como si todo estuviera bien no es solo la mejor venganza, es el mejor camino para estar realmente bien.

El quinto y último consejo exige mucha voluntad para sacar esa lección de la que les hablaba ahorita, tomar lo que toca de esa historia y seguir. “Haz el trabajo”, escribe el experto. Revisa tus pensamientos, cuestiónalos y dales el enfoque que llevan para entender qué hay de cierto en el proceso. Y pone cuatro preguntas que te ayudarán a hacerlo: ¿Es verdad? ¿Es absolutamente verdad? ¿Qué siento cuando ese pensamiento viene? ¿Quién soy sin ese pensamiento?

Por ejemplo, si piensas: “¡Cuánto le extraño!”, pásalo por el filtro racional y verás cómo te respondes: Sí, extraño… Pero no todo el tiempo ni todo lo que pasaba ahí… Extrañar me pone triste, me tortura por gusto… Sin ese pensamiento soy feliz, tengo la paz que necesito para trabajar, distraerme y ver lo bueno de la nueva situación.

¿Te parece muy raro? Pues prueba con otros pensamientos y verás que funciona: “fue mi culpa”, “tengo miedo”, “me quedaré solo…”. Cualquier idea que genere una ruptura se transforma, para bien, si la observas desde esa perspectiva, la aceptas y la dejas ir. Mejor aún si lo haces de cara a la naturaleza y con una sonrisa relajante en el rostro.

Recuerda: el mejor camino para estar bien…