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sábado, 23 de noviembre de 2024

El abuso antes del abuso

La violencia simbólica contra las mujeres va de lo abstracto a lo tangible, y viceversa

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 17/01/2023
1 comentarios
Intimidades
Intimidades (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Le conté a una amiga que este martes escribiría sobre el abuso simbólico y me respondió: “Llegas tarde. Ya al tipo le revocaron la sanción blandengue y está cumpliendo privación de libertad, como debe ser. ¡Y sin redes!, pa que no siga revictimizando a las denunciantes”.

Lo que ella no sabe es que mi cruzada contra la violencia sublimizada en el arte no se reduce a “un tipo” ni es de días, sino de años, ¡décadas!, y seguirá fluyendo mientras haga falta, aunque mis argumentos sean recibidos con burlona incomprensión o abierto desprecio; actitudes que conocemos todas las mujeres solo por serlo, y que en mi caso a veces se refuerzan porque “una hembra que sabe de pasiones no debería andar en una cuerda tan histérica”, como me han dicho con esas y parecidas palabras.

En la lógica de esos personajes, no nos toca disentir del abuso sexual percibido desde niñas, por muy sistemático y sintomático que resulte el fenómeno. Ni del abuso físico ni de ese otro cultural que lo anticipa, justifica y promueve, como aquello de “Yo tuve que matar / a un ser que quise amar...”, o este, nada mejor: “Y es que la vida es así, o tú o yooo”.

No nos toca quejarnos porque nacer mujer es sinónimo de candidata a vejaciones, de “cosita” a poseer y jamonear sin pudor (no importa la edad, ni el asco, ni el miedo que paraliza); y menos toca si osamos desenvolvernos en ámbitos de dominancia masculina porque eso les revuelve la testosterona y provoca situaciones que deberíamos aguantar calladitas, como han hecho otras mujeres por siglos...

A ver, ¿qué hacía yo tan sola en mi propio pueblo “embrujado” todas las veces que ciertos enviados de Dios me cortaron el paso para “avisarme” de un quiste que crecía en mi seno (o un tumor en el vientre, un embarazo ectópico, una menstruación problemática...) y empeñados en curar esos supuestos males insistieron en manosear mis partes íntimas con la venia de sus santos, según ellos sin pizca de maldad? ¡Ingrata yo que no me dejaba ayudar y me alejaba de sus manos y rezos en cuanto podía!

¿Y que me dicen de una mujer que va sola al cine y espera no ser alcanzada con el pegajoso subproducto de un tipo que es punto fijo del lugar y nadie le corta el paso?  

Del mismo modo me han dicho que por estar “pasaíta de años”, es que critico los memes dizque románticos o chistosos que respaldan la agresividad patriarcal y enaltecen las relaciones tóxicas con textos y pretextos más que estereotipados.

Esas “pataletas” mías contra prácticas culturales que nos cosifican son resultado de un “pueril y enfermizo feminismo de academia”, según palabras de un joven colega, convencido de que una mujer hetero y “con cuerpo” no tiene nada que hacer en esas barricadas...

¿Y qué mujer no tiene cuerpo?, le pregunté ese día, y la respuesta fue harto elocuente: “¡Tú sabes a lo que me refiero! Un cuerpo que se pueda mirar, ambicionar, escribirle canciones... Que protesten las otras: las escobas a las que nadie quiere ni pa ponerles un palo”.

Un grado tan brutal de misoginia en un hombre que pasa por culto, por amigo, por progresista en tantos otros órdenes; que se precia de buen hijo y mejor nieto, debe tener alguna explicación, ¿no creen?

Y eso no es todo: ¿Qué mueve a esas mujeres que se emocionan cuando les dedican un bolerón posesivo, un reguetón obsceno, una tóxica ranchera al estilo de “Mátala, con una sobredosis de cariño...”?

¡Y no me digan que es la sangre latina, porque ni los Beatles escaparon a esa tradición melódicamente enfermiza! o no recuerdan aquello de “You better run for your life if u can, little girl, / catch u with another man / that's the end, little girl” (Mejor corre por tu vida si puedes, pequeña. / Te atrapo con otro hombre / y será el final, pequeña...”)

Y ya que de lo simbólico asumido hablamos, díganme qué respondo a una lectora cuyo marido está siendo enjuiciado por abuso lascivo a una menor y ella culpa a la vecinita de “desgraciarlo” porque usaba ropa corta cuando venía a su casa con algún recado de la madre, y ¡figúrense!, él es hombre, ¿no?

La niña tiene ocho años y el manisuelta 63. La edad cronológica de la señora no la pregunté, pero me late que su alma anda atrapada aún por el medioevo...


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 1 comentarios


chairman
 23/1/23 16:13

Casualmente tengo en mi cel una carpeta con apenas 4 temas de Los 8 de Colombia y uno se titula "Vete ya". Cada vez que lo oigo me viene a la cabeza este tema. Es un tema tremendamente machista y hasta sádico donde el hombre le recrimina a la mujer que ella le reclama porque él anda en parranda y tiene a otras y que por eso él la deja como castigo. el estribillo dice: "Por andar de lengua larga ya ves lo que te pasó: te quedaste con tu rabia y hoy con otra gozo yo" O sea, él es como es y la que sale perdiendo es ella por quedarse sola y abandonada, según la lógica del autor.

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