Pocos lo ponen en duda: el concepto de amor se ha revolucionado. Siguiendo la búsqueda constante de relaciones compatibles con los tiempos modernos, este sentimiento va dejando atrás, para bien o para mal, los preceptos de una llamada dependencia entre las parejas, como prueba de verdadero amor.
Comienzan así a revelarse nuevas y auténticas maneras de sentir y amar, dando espacio a la individualidad y al respeto, como complementos al placer de estar juntos, y trazar proyectos comunes.
El brasileño Flávio Gikovate, psicoterapeuta y escritor describe que ya han quedado atrás las ideas de que una persona es el remedio para la felicidad del otro ser. Señala que “el amor romántico parte de la premisa de que somos una parte y necesitamos encontrar nuestra otra mitad para sentirnos completos”.
Pero estas reacciones a nivel social nacen como respuesta a los procesos de despersonalización que, históricamente, había alcanzado a no pocas parejas que asumieron las relaciones como una situación de sumisión, en especial la mujer.
En la actualidad las personas van perdiendo el miedo a estar solas y aprenden a vivir mejor consigo mismas. Se sienten parte de una relación sin dejar de sentirse enteras, porque amor no significa estar dependientes a esa “otra mitad”.
Para Gikovate el concepto de amor como necesidad se cambia por el amor de deseo, o sea, me gusta y deseo la compañía, pero no la necesito para poder vivir, lo que es muy diferente.
Sostiene que las relaciones de dominación y de concesiones exageradas son cosas del siglo pasado. Cada cerebro es único, por tanto nuestro modo de pensar y actuar no sirve de referencia para evaluar a nadie.
No se debe temer a la soledad como espacio para el reencuentro y el crecimiento personal. Este es el momento para establecer un diálogo interno y descubrir su fuerza personal.
En la soledad el individuo entiende que la armonía y la paz de espíritu sólo se pueden encontrar dentro de uno mismo, y no a partir de los demás. Al percibir esto, él se vuelve menos crítico y más comprensivo con las diferencias, respetando la forma de ser de cada uno.
Sostiene el especialista que el amor de dos personas enteras, o sea de dos seres que se encuentran, lejos de complementarse en una relación de dependencia, es el bien más saludable.
UNA VISIÓN DE CAMBIO
Los psicoterapeutas lo ven como una nueva era donde predomina la independencia de cada sujeto, sin caer en egoísmos: una vía para reconocerse a sí mismos y dar amor al otro. Es una nueva forma de amar, donde se vive la aproximación de dos enteros, y no a la unión de dos mitades.
Históricamente la teoría de la unión entre dos personas señala que la raíz de esa atracción propone que la otra persona será el complemento, o sea, el otro tiene que saber hacer lo que yo no sé.
Así ha evolucionado la teoría de que mientras más diferentes más se traerán dos personas, pues ambas buscan o se encantan con el otro por lo que no pueden tener en sí mismos.
Sin embargo, a las alturas del siglo XXI los seres humanos han aprendido a complementarse pero desde sus virtudes y defectos, y sería muy oportuno que este crecimiento personal permitiera a todos a ser ellos mismos y entenderse antes de buscar una complementación con esa otra persona.
Más allá de las grandes transformaciones que la humanidad ha experimentado a lo largo de los siglos XX y XXI, las propias relaciones humanas han sufrido los abates de nuevas maneras de pensar y hacer, en una especie de confrontación entre los dos sexos, de su autonomía y su libertad, para disfrutar de la sexualidad a plenitud.´
En este tipo de unión está el abrigo, el placer de la compañía y el respeto por el ser amado. En esta conexión, más allá de la búsqueda del sentimiento del otro u el perdón, aprendemos a querernos y a perdonarnos a nosotros mismos, y por ende a estar en armonía con el yo interior.
DE LA TEORÍA AL AMOR
Para quienes han vivido o viven relaciones dependientes de su pareja, los especialistas aconsejan que, cuanto más capaz sea el individuo de desarrollarse sólo, más preparado estará para una buena relación afectiva.
La soledad, lejos de ser motivo de tristeza, debe convertirse en un período para reflexionar y aprender de las experiencias pasadas, en pos de construir un futuro más asertivo.
Desde que los estudiosos comenzaron a interesarse por desentrañar los misterios de la sexualidad y las relaciones sentimentales de la pareja, mucho se ha dicho y especulado sobre sus comportamientos y maneras, sin embargo aún no han podido descifrar o predecir la actitud de cada quien.
Erick Fromm, uno de los clásicos señala en sus apuntes sobre El arte de amar, que este sentimiento es una actividad, no un efecto pasivo. En el sentido más general, el carácter activo del amor es fundamentalmente dar, no recibir.
“Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se vuelve evidente en el hecho de que implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor como el cuidado, la responsabilidad y el conocimiento”, asevera.
Para otros el amor se distingue por la reciprocidad del sentimiento de los amantes, la intensidad y duración del mismo, y el nuevo juicio de valor que implica.
Un análisis exhaustivo de la psicología del amor menciona autores que mantienen posiciones teóricas distintas acerca de este sentimiento, pasando por Platon, Freud, y el propio Fromm, junto a algunos psicólogos sociales.
Para estos últimos el amor es la actitud que posee una persona hacia otra en particular e involucra predisposiciones a pensar, sentir, y a comportarse de cierta manera.
Ellos proponen una teoría triangular, donde distingue tres componentes esenciales en los vínculos amorosos: la intimidad, la pasión y la decisión- compromiso.
Arlen
19/3/13 19:10
Estoy de acuerdo en que se debe respetar la independencia de cada miembro de la pareja pero aún existe cierto machismo, dado que en la pareja es el hombre quien exige este derecho y no respeta que la mujer también siente esta necesidad.
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