En qué se parecen…

Pues sí: la vagina y la Internet tienen un montón de cualidades en común. ¿Las conoces? Cuando lancé la pregunta hace un par de semanas en el grupo wasapeño de Senti2, solo atinaron a señalar el hecho de que ambas pueden ser adictivas en extremo.

Por mi parte agregué entonces su peligrosa capacidad de llenarse de virus cuando se usan sin una barrera adecuada, pero hay muchas, muuuchas más, de las que ahora desgrano unas cuanticas para despertar tu imaginación.

Empiezo por lo más obvio: bien usadas, sirven para crear algo nuevo y para divertirse, pero si te confías te pueden meter en serios problemas y después es muy engorroso deshacerte de la evidencia (a veces tienes que vivir con ella para siempre).

Otro punto en común es su virtualidad. Mucha gente cree que tienen una estructura rígida y la misma capacidad cualquiera sea el usuario (siempre banda ancha o siempre estrecha), pero es falso: ambas son muy flexibles, incluso suceptibles a las circunstancias externas, tanto como a la sistematicidad en el uso y el buen tino para concentrarte en lo que estás buscando y no andar entrando y saliendo con insensible ligereza.

En buena ley, ninguna de las dos existe en el mundo material hasta que las convocas. Están ahí, latentes, plegadas, llenas de misterios, pero hay que tomarse el trabajo de pulsar el ícono adecuado para despertarlas… A menos que seas su titular o el reconocimiento de tu voz acelere el proceso de encendido. 

Eso me lleva a otra similitud: una buena práctica siempre implica paciencia. Definitivamente no están diseñadas para satisfacer a brutos que no más abren la pantalla exigen un despliegue inmediato, sin dar tiempo a recrear el ambiente o proponer ciertas novedades livianas que estimulan los sentidos antes de penetrar en otros intereses.    

He ahí otra conexión: su eficiencia no depende tanto del equipamiento que las porta como de las habilidades y las ganas de explorar de quien lo manipula. Solo clientes muy superficiales creen que hace falta cambiar el terminal todos los años para obtener aventuras nuevas. Uno antiguo bien cuidado conserva la memoria histórica de tus necesidades y te puede garantizar experiencias intensas.

Los modelos nuevos están bien y al principio te ayudan a expandir tus potencialidades, pero el límite real está en tu mente. Todo cambio implica riesgo de incompatibilidad y además de que tienes que adaptarte a sus caprichos de imagen, su pugilato en el mercado y sus estilos de presentación, cada vez más efímeros…

Novatas o veteranas, siempre corres el riesgo de que te superen en velocidad o estén llenas de artilugios que temas explorar y por tanto termines dependiendo de un tercero que las manipule para mantenerlas marchando a cabalidad.  

No me perdonaría olvidar dos alertas: si se exponen demasiado son vulnerables a hackers maliciosos, y eso de experimentar con golosinas mientras te zambulles en ellas puede terminar en sobrecalentamiento y daño físico.

En materia de prejuicios también comparten algunos muy desgastantes. La gente tiende a juzgar lo que hay dentro por lo que salta a primera vista, por ejemplo, y las mentes más conservadoras creen que si funcionan con código abierto es claro indicio de turbulencia o inmoralidad.   

Otro estereotipo común es asumir de facto que los hombres están más capacitados para lidiar con ambas. Miles de mujeres demuestran que pueden entenderlas muy bien, y en algunos casos hasta mejor, porque saben exactamente lo que quieren y manipulan sus espacios con delicadeza.

De hecho, una torpeza masculina bastante fastidiosa es creerse expertos después de usarlas un par de veces, e ignorar olímpicamente que cada una tiene sus motores de búsqueda muy particulares, responden mejor o peor a los diferentes lenguajes y se despliegan a su propio ritmo, amén de que las contraseñas pueden estar en el lugar más insospechado o aplicar todo tipo de tretas para demostrar que no es un robot quien pretende navegar en sus recónditos parajes.

Y para que se entienda de una vez, por favor: el parque u otros lugares pre-pago están bien para el chateo informal o una descarga de apuro, pero no hay nada como abrirlas sin prisa, con la luz y la temperatura adecuada en la comodidad del hogar (u otro sitio realmente tranquilo) y recorrer sus pliegues sin premeditación ni alevosía, con intuitiva curiosidad, solo a ver qué sorpresa te depara ese día…