Fluir o freír

Poco a poco, la normalidad vuelve a nuestra plataforma. Sin abandonar el mundo virtual, ya las actividades presenciales se acomodan en nuestra agenda. A veces con mucha planificación, como la Ruta de los Olores del próximo sábado 12 en la Habana Vieja o la visita en enero a las «filiales» de Senti2 en Santiago y Guantánamo. Otras de manera espontánea, como la charla de este miércoles en Cubalub, una unidad de la empresa Cupet, cerca de la casa geográfica y emocionalmente.

¿Y qué tiene que ver el sexo con el petróleo y sus derivados? Pues en otras parejas tal vez no mucho, pero en la nuestra sí porque Jorge es ingeniero en Combustibles y lubricantes y mi especialidad de base es Riego y drenaje, así que ambos sabemos la importancia de cuidar los tubos y garantizar fluidos para que otros procesos productivos y reproductivos se den bien.

Al matutino de Cubalub fuimos invitados por un vecino para hablar de la campaña de respuesta al VIH, el mismo personaje que me pidió hace 20 años que lo acompañara a una prueba para reciclarse hacia el Periodismo, así que este amigo fue la clave para hacernos fluir en este asunto de vivir el sexo en una escala felizmente colectiva.

Mientras esperábamos nuestro turno para intervenir en esa fría mañana, escuchamos el parte de producción y ventas de la unidad, y secreteamos sobre la conveniencia de ampliar su objeto social y comercializar otro tipo de lubricantes muy demandado por la población para evitar “accidentes”, como los que llegan a cada rato al cuerpo de guardia del Calixto García. 

Por cierto, felicidades a nuestro personal médico dentro y fuera de fronteras. Para ustedes es la medalla del saber, del altruismo y de la paciencia. Me imagino el esfuerzo que harán para no armar un escándalo a gente que pone en peligro su integridad física por atreverse con experimentos que no tienen ni una pizca de lógica y sí mucho de ignorante desesperación.

Igual, no culpo a esos infortunados: entre las recomendaciones para una buena experiencia erótica siempre se menciona usar lubricantes hidrosolubles, pero nunca los he visto en farmacia, excepto el tercer sobrecito del añorado y extinto Vigor negro (escrito así qué mal luce, pero ustedes me entienden).

Llevo tres lustros diciéndolo en cuanta tribuna considero factible: o se comercializan esos benditos geles, o seguirá creciendo la innovación en ese campo, con resultados literal e intensamente dolorosos.

Sí, porque al calor de las pasiones la gente usa aceite, cremas, jabones, gel de baño, sábila, mantequilla, ¡hasta anestésico en pomadas! Y digo “gente” por generalizar, pero yo misma caí en esos actos de patinaje nada artístico cuando era joven, hasta que decidí no seguir cogiendo el libro de Física para hacer taquitos (como diría un ex en versión publicable de una frase muy obscena de mi pragmático papá).

¿Y ahora la Física…? ¡Pues claro! Si no fuera porque la sangre baja a cumplir el divertido rol de hacer bulto mientras el cerebro se queda en modo avión, tal vez quienes se arriesgan razonarían que la función del lubricante es crear una película protectora y refrescante entre el látex, la piel y las mucosas para que todo resbale con elegancia, mientras que el aceite de cocina, por ejemplo, se vuela con las altas temperaturas (como las que produce la fricción) para transformar algo orgánico y volatizar sus jugos… en dos palabras, cocinarlo bien.

Antes se usaba vaselina, un derivado del petróleo que no bulle hasta los 350 grados, pero daña el condón y es hidrófoba, y si no se va con agua, ¿cómo retirar las evidencias después?

Otras opciones extremas menos dañinas son los geles quirúrgicos y el aceitico neutro para bebé, con la ventaja de que no huelen feo y se quitan fácil. El último, además, suele venderse en la red de tiendas de canastilla, y ya imagino a K@miloco husmeando en la cesta de su nuevo retoño, o a @joconbotas indagando entre tenderas capitalinas si tienen ese producto riquito para cuidar la piel de su “bebé”.

Claro, siempre nos quedan los lubricantes naturales, de generación autóctona y compatibilidad garantizada: la saliva y los fluidos vaginales… Pero estos exigen un adecuado encadenamiento productivo, pues si los ojos no aprueban, la nariz no da la orden y el corazón no consiente, las glándulas se rebelan y con ellas no se podrá contar.

En ese caso, en lugar de forzar la mano y achicharrar algo más, deberíamos pensar qué está pasando, porque a veces el corazón tiene razones que la razón (y el resto) no se han dignado aceptar.