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viernes, 22 de noviembre de 2024

Juegos placenteros pero responsables

Si bien son pocos los casos reportados en la literatura médica, el embarazo sin penetración vaginal, o por medio de juegos sexuales es una posibilidad comprobada...

Mayte María Jiménez
en Exclusivo 29/06/2012
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Embarazo
Por medio de juegos sexuales sin penetración, podría terminar en un embarazo no deseado

Si bien son pocos los casos reportados en la literatura médica, el embarazo sin penetración vaginal, o por medio de juegos sexuales es una posibilidad comprobada. Durante el período fértil en la mujer están creadas una serie de condiciones, que tras una eyaculación en su aparato genital externo se puede producir la entrada de los espermatozoides, ayudados después por las secreciones propias del período de ovulación.

Si la pareja eyacula cerca del introito vaginal, o sea cerca de la región externa de sus genitales, y de la vagina en particular, puede suceder que el semen haga contacto y penetre. Estas experiencias son más comunes en los adolescentes cuando apenas se revelaban para ellos los misterios del sexo y la satisfacción plena.

Existen testimonios de jóvenes que tienen juegos sexuales mediante el frotamiento del pene entre los muslos de la muchacha, o con la zona del pubis. Si el adolescente segrega el líquido preseminal que tiene alrededor de un dos por ciento de los espermatozoides, o tiene la eyaculación sobre esa región, puede ocurrir un embarazo.

Incluso, los especialistas señalan que aún si la muchacha es virgen, su himen es permeable, para permitir la salida del fluido menstrual cada mes, por tanto, aunque sean pocas las probabilidades puede suceder la entrada de espermios a través del canal vaginal hacia el cuello del útero.

PREJUICIOS Y MIEDOS

Para una adolescente el descubrir un embarazo no deseado es una situación muy desesperante. En muchas ocasiones los padres insisten en la negativa a las caricias y “apretones” que tienen las muchachas con sus novios. De ahí que los prejuicios con que son educadas le hagan sentirse tan mal si sucede algo.

Para ellas resulta entonces más fácil aceptar que han tenido coito, antes que admitir que, mediante juegos sexuales, los novios llegaron al clímax y el orgasmo en su relación.

En los casos que han estudiado de adolescentes embarazadas sin haber tenido relaciones sexuales con penetración, incluso de adultas jóvenes, esta situación se vuelve muy traumatizante para ella y su familia. Casi siempre se detectan en un estado muy avanzado de la gestación, cuando las posibilidades de decisión ante la maternidad son escasas.

“Hablar de sexo sigue siendo difícil en nuestra sociedad, aun cuando se hable en los medios de comunicación. Las parejas conviven y no hablan de sexo; los padres lo practican y temen decirle al adolescente, y los jóvenes conocen los riesgos y sienten vergüenza si tienen que comprar o andar con preservativos encima”, afirmó Georgina Rojas, máster en Psicología.

MITOS VS. REALIDADES

Entre las nuevas generaciones muchos mitos han persistido. No faltan cuentos de alguien que conoce a una amiga, que tenía una prima que se embarazó a través de toallas y sanitarios con restos de semen que al hacer contacto con una mujer la han dejado embarazada.

Pero —aclara la doctora Georgina— que esos rumores son improbables.
Tras estas opiniones se esconden los prejuicios y temores de una joven que siente vergüenza al reconocer ante la sociedad que su embarazo fue por juegos sexuales y buscan estas justificaciones.

La ciencia ha demostrado que un espermatozoide solo puede sobrevivir en el interior de los genitales femeninos, donde están creadas las condiciones. Puede alojarse dentro de la vagina y el cuello del útero entre 72 horas y seis días, mientras que el óvulo permanece fértil unas 48 horas después de salir del ovario.

Un espermio eyaculado en la cavidad externa o pubis de la mujer tiene muy poco tiempo de vida, pues se seca, pierde la movilidad y muere. Si a ello añadimos condiciones en las que se mezcla con agua (baños), o hace contacto con otras sustancias u objetos, la probabilidad de vida es incierta.

Por eso, alerta Georgina Rojas, es tan importante la educación de las nuevas generaciones para una sexualidad responsable, más allá de las materias impartidas en las escuelas, que muchas veces se circunscriben a los procesos biológicos relacionados con el aparato reproductor.

“Se trata de crear un andamiaje comunicativo entre el hogar, la escuela y la sociedad, donde se eduquen al pequeño, adolescente y joven a vivir su sexualidad sin prejuicios ni prohibiciones absurdas”.

“Los padres le dicen al hijo lo que no puede hacer, pero aún sienten muchos recelos al hablarles de las prácticas más seguras, de los juegos sexuales, de la masturbación”.

Además, apunta la doctora, se genera un estado de negación en las féminas que no quieren reconocer la posibilidad de su embarazo. “La muchacha olvida el retraso de su menstruación o no lo comenta”.

Sabe que en alguna medida la familia tendrá una actitud de rechazo y la manera en que fue concebido le resulta muy penosa. “La adolescente se siente angustiada, llena de ira, de ansiedad, pues entender que ella espera un hijo sin haber completado una relación sexual es muy complicado, incluso para su pareja”.

Señala la especialista que en estos casos muchas veces con parejas inestables, durante las llamadas salidas de una noche o descargas, el varón no reconoce al bebé y asume que sin una relación con penetración es imposible que se produzca un embarazo.

La ignorancia y el desconocimiento generan conflicto también entre las dos familias, no solo de los jóvenes que han tenido encuentros fortuitos de placer, sino en las parejas estables, donde el hombre se muestra reacio a admitir como suyo a ese niño.

Otro factor traumático en el caso de las adolescentes “vírgenes” es cómo será la desfloración. La joven suele temer a la relación sexual, quizá no tiene pareja, y además añora que esa “primera vez”, o la pérdida de su himen antes del parto, sea natural y no con bisturí.

La sociedad muchas veces censura a quienes encuentran el placer sexual por métodos no tradicionales, o sea los que no son mediante la unión con penetración entre el hombre y la mujer, e incluso hay quienes definen como actos de morbo o perversión esos juegos sexuales como preámbulo del coito.

Sin embargo, advierte, es un error pensar que estas actitudes o formas de placer son mezquinas o depravadas. Sencillamente son conductas normales, que han acompañado al ser humano desde su origen y que le ayudan a conocerse y a sentir mejor.


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Mayte María Jiménez

Periodista del Diario Juventud Rebelde y editora del Suplemento En Red, dedicado a Ciencia, Salud, Tecnología y Medio Ambiente. Aborda temáticas relacionadas con juventud, sociedad, salud, ciencia, economía y otros tópicos de la actualidad nacional de Cuba. Coautora del libro Periodismo incómodo: la cuadratura del círculo, de la Editora Abril


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