A veces la gente se pone muy creativa en las redes sociales e inventa juegos sin mucho sentido, excepto el de hacernos gastar datos, y luego resulta que nos ponen a pensar más allá del instante de responderlos.
Por ejemplo, esta semana en el WhatsApp pusieron uno en el que le asignaban un verbo a cada mes y te invitaban a completar la frase a partir de sugerencias del corrector de tu cel. Algo así como leer la mente en los posos que deja el café en una taza, como hacían los entendidos de antiguas cortes.
Entre mi mes y mi corrector armaron: “Debería estar contigo”, y yo reí un poco porque ese es uno de mis verbos tabú, pero me puse seria cuando la mente quiso seguir jugando y buscó interlocutores para ese anhelo fallido.
Por un segundo intenté refutar. Luego me presté para el devaneo, como si de verdad importara desenredar esa madeja de numerosas puntas, porque en cuestión de trillos mentales lo que resistes, persiste.
Si tu mente sintoniza con un pensamiento tonto, es mejor ubicarte de observador en tu centro apacible y esperar que desaparezca sin juzgarlo, a menos que te apetezca verlo atravesar las capas de las emociones, el intelecto y la memoria para llegar a tu Ego, que lo devuelve con malestares físicos como rubor, inquietud, hipo o sollozos.
(Igual, si te pasa, verás que también se calma en segundos, así que no le des mucho coco y confía en tu respiración para recuperar la armonía, que no por gusto la tristeza y el amor se hacen acompañar de prolongados suspiros).
El caso es que leí la frase y sonreí pensando en candidatos a conmoverme con esa duda/ilusión. ¿En serio debería estar con alguna de las anteriores parejas? ¿Y debería decírselo así, a la cara, a modo de reclamo? ¿Qué cambiaría en él, o en mí, en ese caso? En circunstancias diferentes, ¿serían distintas las reacciones que nos llevaron a romper esa relación?
Nah… definitivamente es tonto ponderar un futuro que ya nunca será. Prefiero agradecer y seguir. Prefiero ganar perdiendo: soltar al otro para soltarme yo y dejar que la vida encuentre el cauce sin espejismos ni entrecruzamientos.
¿Que la saudade llega con alguna canción? Pues me exorcizo escribiendo para ustedes y dejo salir ese pasado de su cajón cuántico solo para probarme que no tiene cabida en el presente de una Milo feliz de cultivar el desapego entre las flores más preciadas de su jardín emocional.
Desapego, sí: soy buena en eso. Pura intuición, supongo, porque me sale bien desde mucho antes de tener a la mano las valiosas herramientas de Senti2. Mi mamá se espantaba con esa capacidad mía de dejar ir amores y preservar las relaciones amigables. En especial cuando identificaba un posible relevo y la(me) preparaba para cuando estuvieran juntos.
Un par de esos casos siguen siendo pareja después de muchos años, y yo me alegro de corazón. A veces hasta pongo un dedo en el ombligo para creer que un poco de esa felicidad la deben a mi tránsito por la vida de ambos. Es algo tonto, pero ayuda a vivir, como esas pequeñas cosas de la canción de Valera.
Desapego no es que no te importen las personas que entran en tu intimidad. No es que no sientas algo auténtico cuando te enamoras. No es que no te esfuerces mientras la llama sigue viva y busques medios para convertir la pasión inicial en compromiso duradero…
Pudiera enumerarte otros “noes”, pero si eres de las personas que logra romper sin traumas no los necesitas, y si eres de las otras, las que se aferran y patalean y sufren y se dejan llevar por los “debería…”, será más útil compartirte algunos consejos de mi gurú en cuestión de neurociencias asociadas al amor, el Doctor Daniel G.Amen, del que he estado hablando por varias semanas en Oasis de domingo, la revista cultural de Radio Taíno en la que soy anfitriona hace ya siete años.
Son cinco consejos muy sencillos que tu mente también sabe, pero tu Ego a veces no los deja recordar. ¿Vendrás a la cita la próxima semana? Deberías…
Yari
24/9/21 10:14
Realmente saber soltar, dejar ir, desapegarse es todo un reto y una virtud para quien sabe hacerlo, me gustaría tener esa virtud.
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