«¿Como amaneciste hoy? Imagino que ni siquiera te has tomado un cinco para agradecer por un día más… como tampoco habrás respetado la disciplina de la respiración y el yoga matutino, ¡y para que hablar del desayuno! Con buen tiempo, será para la una de la tarde, ¿no? ¡Ufffff, eres un perfecto desastre!».
Mientras avanza por el pasillo de la casa, Rache me suelta esa primera andanada “inspiradora”. La doña se ha tomado muy en serio esto de ser mi coach personal, además de gestora de la plataforma Senti2.
«En honor a que hoy es el Día Internacional del Autocuidado, me complace ver que ya te peinaste. ¡Qué alivio! al menos cumples con parte del reglamento personal… Pero es importante mirarnos en el espejo no solo para maquillarnos o peinarnos, sino para descubrir algo que va mas allá de la apariencia física: ese desaliento que se dibuja en un rostro fatigado, esa mirada soñolienta que delata una mala noche, y todo a consecuencia de la falta de exigencia para con nosotras mismas».
Antes de abrir la PC, se sirve una tacita de café recién colado (por Jorge, claro, yo apenas he salido a rastras de la cama y son casi las nueve). Luego me mira de arriba a abajo con los mejores Rayos X del mundo, el cariño de una amiga y ya sé que el discurso (merecido) va pa’ largo.
«Es importante reconocer los límites antes que los límites te reconozcan a ti. Y con esto no quiero decir que no te pongas metas o no asumas compromisos, sino que pienses en dar el espacio justo a cada encomienda para que no termines agobiando tu existencia y puedas disfrutar del resultado».
Levanto una ceja mientras me enfundo en la licra menos calurosa y busco el yogamat casi a tientas, porque mis ojos se resisten a abrir tras solo cuatro horas de sueño por andar de ciber redactora en un empleo extra, que nunca viene mal.
«Ese trabajo te gustará mucho, pero recuerda siempre que jugamos muchos roles simultaneamente: somos madres, hijas, espoooosas, profesionales… ¡y mortales, como cualquier ser humano! Si te hago una pregunta estoy segura que te pondrás a buscar en el baúl de los recuerdos: ¿Cuándo fue la última vez que fuiste al cine, a disfrutar con tus amistades de un filme espectacular, y luego te sentaste en el malecón habanero a reírte a carcajadas de los papelazos que hiciste en la adolescencia con tu primer amor?»
Su invocación me paraliza. ¿Baúl? ¿Recuerdos…? La última vez que “perdí tiempo” en el malecón fue con ella misma y Dennis, uno de mis hijos postizos, hace casi una década. Pero si se lo confieso...
«¡Mírate esa cara: no existe una sola neurona de guardia que pueda responder! ¿Me escuchas? Es como si tuvieras activado el contestador automático: ‘Esta usuaria no se encuentra disponible en estos momentos, por favor llame más tarde…’, jajaja”.
No solo engola su vibrante voz de contralto, sino que se ríe de su propio chiste mientras se dispone a aprovechar la jornada con la felicidad de quien duerme lo suficiente y no deja entrar en su vida problemas ajenos o culpas innecesarias.
Su moraleja es clara: llevarme a rescatar ese escudo de amor hacia nosotras mismas que vamos perdiendo en el trayecto de la vida, cuando sin querer (o queriendo) nos ocupamos y preocupamos más por los demás que por el regalo precioso de la vida, que es nuestro propio ser.
«Ojala estés a tiempo de ver con claridad que cada minuto cuenta, que es delicioso soñar, y eso te engrandece, porque si haces lo que te gusta de forma equilibrada le darás a los demás felicidad y motivos de gratitud, pero también sentirás que eres importante para ti, sumamente especial, y como un día ya no estarás en este plano existencial, debes esforzarte en dar lo mejor cada día, sí, pero sin dejar de sentirte responsable por ti misma, por tu familia, tus amigos y hasta por el planeta, como te gusta decir».
Un rato más tarde, espabilada con los ejercicios y el cereal matutino, no puedo evitar pensar en cómo eran las cosas entre nosotras una década atrás, y casi a punto de decirle que “esta película esta al revés”, me llena nuevamente de asombro cuando la veo abrir internet para encontrar la frase exacta de Rabindranath Tagore que define su lección de hoy.
La veo cambiar de Windows para Linux y me divierto: hace dos meses esta cabrona no sabía ni abrir una computadora, ¿cómo le cogió tan rápido la vuelta a la tecnología, y a este proyecto de mejorarnos mutuamente venciendo nuestros respectivos miedos?
«¡Aquí esta! Mira esto que lindo y valioso este mensaje. No por gusto es mi poeta favorito: ‘La lección más importante que el hombre puede aprender en toda su vida no es que en el mundo exista dolor, sino que depende de nosotros obtener provecho, puesto que se nos permite transformarlo en alegría’… ¿Me escuchas?”.
Damaris
6/8/23 16:36
Me enteré de esta revista por una ex alumna y amiga quien además vive cerca de mi casa: Raquel del Castillo.Voy a seguir los temas y compartir.Felicidades y éxitos!
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