¿Han oído aquello de que los hombres olvidan los aniversarios importantes y las mujeres olvidamos que ellos no captan las insinuaciones? Pues parece ser verdad, porque este fue el séptimo 15 de octubre que pasamos juntos y Jorge no lo recordó en todo el día, a pesar de que le fui dejando pistas verbales.
¡Y no es la primera vez que le pasa!, conmigo y antes, según anécdotas que compartimos sobre el tema. De hecho, siempre confunde la fecha de cumpleaños de su mamá y su hermano y los felicita un día antes o uno después, nunca da en la diana.
Con esos antecedentes debí ser clara desde el amanecer para celebrar todo el sábado, no esperar al apagón nocturno para reclamar atención y compartir una cerveza (ya no fría). Pero eso hubiera implicado recordarlo yo desde temprano… y ni loca iba a confesar que hasta el mediodía no me alumbré de por qué esa fecha era importante, amén de ser el día de las mujeres rurales o el del bastón blanco de las personas ciegas.
Para compensar su (nuestro) olvido, la sobremesa a la luz de un celular fue extensa, con el valioso plus de tener a mi (nuestro) hijo para compartirle las memorias de aquel día en que nos comprobamos físicamente y decidimos unirnos de por vida después de una intensa etapa de enamoramiento por correo y teléfono que duró… 15 días.
Aquella fue una jornada de pruebas, para él y para mí, que ya había decidido mantenerme en soledad y opté por boicotear el encuentro si Jorge me gustaba, a ver qué tal reaccionaba bajo presión antes de hacerme ilusiones en balde. De no gustarme lo trataría bien, se quedaría un par de días en la capital, en el cuarto de invitados, y luego seguiría la amistad, si quería.
Para empezar, lo cité en un encuentro con oyentes del programa que hago en Radio Taíno, para que no fuera una mañana perdida, y de paso cité a otro pretendiente, seguidor de Oasis… tan cobarde que no se presentó, aunque estaba en el auditorio.
Parte del examen con Jorge era obligarlo a esperar mientras copiaba materiales de la laptop a varias personas. Si no resistía ceder el centro de atención en público, no estaba hecho para mí, me dije… y la que casi no resiste soy yo, que no quitaba ojos ni narices de aquella tentación, al punto de tener un orgasmo espontáneo en un instante de roce inesperado.
Él venía de una reunión de trabajo en Pinar del Río, casi sin dormir, pero respetó mis funciones. Se sumergió en su música y esperó por una hora en un quicio del cine Infanta. Luego nos fuimos a buscar la lancha conversando animadamente, hasta que tropecé (cosa habitual) y decidí sostenerme de su peludo y tibio brazo el resto del camino, ahogando las oleadas de placer que subían sin consideración de mi chacra inferior.
Para colmo, esa tarde debía entregar un artículo y me senté a escribir mientras él descansaba (con mi perra pastora acostada frescamente junto a su espalda, en prueba de aceptación), y a la noche tenía una tertulia literaria en casa de un ex-amante, dato que no oculté mientras lo invitaba a acompañarme.
En su defensa debo decir que llegó un punto en que ya no podía razonar mucho porque nos habíamos bañado juntos (apurada y respetuosamente) y yo me enfundé en un vestido muy corto que no admitía ajustadores. Mis botas tosquísimas eran la prueba definitiva de su aptitud para sobrevivir una relación.
También en su defensa diré que el guajiro no se quedó atrás en retos. Supuestamente se bañaría él primero, pero estábamos conversando mientras lo hacía y decidió correr la cortina porque era de mala educación hablar sin verse…
De aquel sábado a este otro han pasado seis años. Bodas de hierro serían, si hubiéramos firmado un papel. Y de hierro ha sido el período, ciertamente, porque hemos resistido momentos duros, como el enclaustramiento pandémico, la partida de seres queridos, remodelar la casa con nuestras propias manos, llevar varios empleos para paliar el desafío financiero de existir…
Pero, como ese noble metal, también hemos logrado cosas bellas al fundirnos; retos que cada uno por su cuenta no hubiera soñado vencer, como dar más valor a nuestros dones artísticos respectivos, trabajar en la tele, hacer un activismo social diverso y coherente, y asumir la vejez de nuestros mayores en franco adelanto de lo que puede ser la nuestra si no nos ocupamos de garantizarla más sana, divertida y feliz.
De hierro ha de ser también una relación que está entrando a su etapa más crítica, según voces expertas: la de los siete años, en la que el amor madura o fenece, sin aliento para continuar y vulnerable al nuevo ciclo de un eros exterior.
En nuestro caso ya el amor es ágape, creo yo. Ya logramos la confianza de compartir lo sublime y lo ridículo, y logramos mantenernos juntos sin asfixiar las inevitables diferencias sicológicas y fisiológicas que el matrimonio pretende anular.
Para el próximo 15 de octubre pondré un corazón rojo en el calendario de pared y buscaré objetos de lana para regalar, por el simbolismo del séptimo aniversario. A nuestra edad no creo que lleguemos a las bodas de oro, pero nos queda por delante bronce, arcilla, aluminio, seda, acero, encaje y muuuuchos otros materiales para construir un hogar mejor.
Almir Mestre León
19/10/22 18:03
Felicitaciones por su unión, me encanta este espacio.
milo
31/10/22 10:54
gracias!!! es muy agradable recibir comentarios directo acá, no solo en los grupos de whatsapp o telegram
Liavida
18/10/22 10:58
Wow que liiindo!!!!, orgullosa de conocerlos personalmente y poder apreciar cuanta riquesa existe en ese equipo de dos, Felicidades a ambos y hoy doy gracias porque existen, porque además de enriquecerse mutuamente, me enriquecen la vida y supongo de la de todas las personas que de una forma u otra quedamos dentro de su energía, ¡ah! quería resaltar esta frase genial jajajaja
¨ahogando las oleadas de placer que subían sin consideración de mi chacra inferior¨
Simplemente divina lectura
Juan Carlos Subiaut Suárez
18/10/22 10:26
Muchísimas felicidades. Y, van a llegar a las de oro, por qué no?. Y, si fisicamente no llegan, siempre habrán unos cuantos de tus apasionados y fieles fans, que recordarán ese día, rememorando todo lo que su diatriba les hizo soñar.
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