//

miércoles, 30 de octubre de 2024

Montaña rusa

No se puede vivir la vida por los demás, por mucho amor que tengas para darles...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 16/06/2022
1 comentarios
Intimidades-16-junio-2022
“Un amigo en la carrera, / una luz y una escalera, / y la fuerza de hacer todo a pulmón…” (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Que difícil se me hace / mantenerme en este viaje / sin saber adónde voy en realidad. / Si es de ida o de vuelta, / si el furgón es la primera, / si volver es una forma de llegar…

La vida es una montaña rusa. Todo el mundo la sabe divertida y valiosa, pero arriesgada. Está hecha de cuestas difíciles, instantes de éxtasis y caídas vertiginosas, enlazados por tramos de calma que te ayudan a poner todo en perspectiva, pero no duran tanto como pudiéramos desear.

La gente a tu alrededor reacciona de manera muy diversa ante las mismas pruebas de gravedad existencial, y pasa que a veces tú intentas tomar distancia, pero te contagias de ese estado anímico y terminas manifestándote en la próxima curvita con melancolía, pánico o euforia aprendidas.

Que difícil se me hace / cargar todo este equipaje / se hace dura la subida al caminar. / Esta realidad tirana / que se ríe a carcajadas / porque espera que me canse de buscar…

Desde tu carro contemplas el correr de la vida ajena, y en el impulso de tu propio derrotero la criticas o admiras. A veces se te ocurren mil modos en los que les hubieran salido mejor las cosas e intentas vivir por otros o a través de los otros.

Pero no puede ser: nadie paga ticket para quemar karma ajeno. Podemos comprender los grandes amores e intuir los mayores miedos de la gente que amamos; podemos empatizar con sus deudas y aciertos… pero no podemos poner el pecho en su lugar. Ni con todo el amor del universo se puede suplantar un desafío ajeno, remover obstáculos, devolver oportunidades a golpe de consejos o reclamos. 

Cada nota, cada idea / cada paso en mi carrera / y la estrofa de mi última canción. / Si cada fecha postergada, /la salida y la llegada / y el oxígeno de mi respiración… / Y todo a pulmón. / Todo a pulmón.

Así vivimos, a pulmón, como en esta bellísima canción de Alejandro Lerner que me dio a conocer un amigo mexicano hace 30 años.

Lo maravilloso de esa montaña rusa es que casi nadie anhela bajarse antes de la parada final, así le haya tocado una travesía dura, o muy aburrida, o feroz. Preferimos ignorar la certeza del cierre mientras vislumbramos lo valioso del trayecto, por muy errático o riesgoso que parezca el porvenir.

También los hay que malgastan su vida es un viaje sin gracia, como esperando un “Aquí terminamos” para volverse polvo y borrarse de la memoria ajena. Ni el ahora ni el después les significan nada, tristemente.

Para otros la pos-vida es como una nube informática a la que vamos a esperar hasta que el servidor se reinicie. Un espacio donde cambiar de ropaje corpóreo y alistarse para volver a la montaña una y otra vez, hasta aprender cada giro, cada salto, cada misterio. Hasta ya no sentir ilusión o martirio, y en ese estado de desapego bajarse de tan frenético aprendizaje.

Que difícil se me hace / mantenerme con coraje / lejos de la transa y la prostitución. / Defender mi ideología, / buena o mala pero mía, / tan humana como la contradicción…

Si de verdad vivimos otras vidas no hay recuerdo de ellas. Tal vez algunas sensaciones, talentos inexplicables, anhelos… De vez en cuando alguien que aparece y le adivinas especial, enlazado a tu destino, porque tu corazón palpita sin que puedas explicarlo. No importa edad, cultura o género: sabes que tienen una historia en común y te aferras a ese paisaje (des)conocido, esa frecuencia que resuena con la tuya y te devuelve una felicidad muy pura o el dolor más visceral.   

Que difícil se me hace / seguir pagando el peaje / de esta ruta de locura y ambición. / Un amigo en la carrera, / una luz y una escalera, / y la fuerza de hacer todo a pulmón. Todo a pulmón. 

¿Tendrá sentido vivir cazando esos impulsos místicos? Hay quien sube esa cresta y exige que lo premien por eso el resto del trayecto. Como esas parejas que te regalan la Luna al inicio de la relación y luego olvidan contemplarla cada noche para revalidar sus promesas.

No sé si es intuición o experiencia, pero creo firmemente que en este recorrido lleno de sorpresas incontrolables algo por lo que sí podemos responder cada día es por quién ocupará un asiento junto al nuestro en cada tramo de montaña.

E insisto: cada día. Porque si crees que tu gran fortuna fue hallar una buena pareja y no aprendes a abrazarla sin ahogo en momentos difíciles y a darle espacio en la monotonía, un día apartarán sus rieles con la fuerza centrífuga de una nueva ilusión.

Releo y me detengo. ¡Qué filosófica me ha puesto el cercano solsticio! ¿O será la epifanía de ver desde la cúspide de mi madurez el ocaso de mis padres, que exigen emocionalmente mucho más de lo que puedo darles?

No hay forma de vivir a través de quienes amamos, de resetear sus vidas cuando equivocan el camino. Ni apostando todo lo que tienes y eres puedes cambiar el tramo de montaña en que están los demás.  Pero Lerner tiene razón: Qué difícil se me hace / cargar todo este equipaje…


Compartir

Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 1 comentarios


Maura
 16/6/22 13:45

Honestamente me quito el sombrero te luciste en esa crónica PQ mi mamá me hace lo mismo con cada espécimen q no es fácil. Cómo contaste ayer como le hacemos entender q vivo mi vida la mía para bien o para mal pero es la mía y la canción echa a la medida de lo q escribiste. wao

Deja tu comentario

Condición de protección de datos