Si eres mujer y nunca te han dicho bruja, algo estás haciendo mal con tu vida. Si eres hombre y no te has sentido “embrujado” por alguien que no logras sacar de tu cabeza, te toca revisar qué tipo de parejas estás escogiendo para alimentar tu pasión.
Si andas a medio camino entre los dos, en identidad o en gustos, la reflexión aplica también para ti, porque no se puede transgredir las normas y ser feliz sin un poco de magia en tu interior.
A mí no me molesta que me digan bruja, porque me están diciendo, en esencia, que puedo conectar con las fuerzas elementales de la naturaleza y con la sabiduría de las piedras y las plantas, y además puedo usar mi intuición para entender a los otros y aliviar sus dolencias, físicas, morales o espirituales.
En otras vidas debí ser wicka, chaman, hada, arpía, basilisco... miloca de grandes alas y profundos ojos para escrutar la noche. Probablemente me cazaron, me ataron en lo oscuro, me condenaron a la hoguera o me tiraron a un pozo para alejar de mi influencia a otras almas aún sin despertar.
Las brujas no solemos ser populares en ninguna época, porque la libertad inspira temor. Pero hoy, antes y siempre, hemos causado fascinación, y cuando no podemos usar los poderes abiertamente porque el entendimiento suele ser limitado con los procesos “civilizatorios”, guardamos esa intensidad para lo más íntimo, lo que nadie cree mientras no lo vive, lo que no puede ser tocado por los prejuicios ni reprimido por la sociedad.
Y eso es algo curioso: incluso si no te sabes bruja, cuando te atreves a vivir una experiencia sexual sin moldes, sin guión preelaborado, descubres esa música interna que te permite acceder al universo en todos sus lenguajes, y llegas a dominar ese poder transformador femenino que tantas series, películas y novelas han intentado atrapar con sus recursos figurativos.
Cuando logres (a solas o con alguien más) tu primer orgasmo vibratorio, ese que recorre tu espalda y permanece en tus dedos por un largo rato, te graduarás de Bruja (así en mayúscula), no importa edad, credo o experiencia previa. Lo que hagas después con ese atisbo de sabiduría, depende de cuan despierta estés en este mundo que te tocó habitar de modo intermintente.
Cuando aprendas a sentir con los ojos cerrados cada parte de tu ser, y de ese otro cuerpo que recorres con la imaginación, el aliento o las manos, estarás tejiendo nudos mágicos para atar tu vida a la de esa persona, más allá de las conveniencias o las emociones fugaces.
Cuando tu vientre acoja un ADN ajeno para crear un nuevo ser, y coloques en cada una de sus millones de células una parte de tus sueños, tus glorias y proyectos vitales, la alquimia alcanzará su punto mayor, y tu capacidad de crear mundos se verá multiplicada, porque estarás conectada a esa descendencia por varias generaciones, no importan años, sucesos o distancias.
Quien te dice bruja creyendo irrespetarte, le teme a ese potencial y busca mancharlo con vibraciones bajas para atraparte en una vida pequeñita, laberíntica, sin sentido.
Ríete de esos miedos y procura no darle la razón sobre lo peligrosa que puede ser tu energía inexpresada, sobre el alcance limitado del amor hacia lo material, sobre el riesgo de convertir una pócima erótica en tóxico veneno de posesiva lujuria.
Las brujas preferimos el sudor a las lágrimas, y no tememos evolucionar con los tiempos, porque adaptarnos, crecer, cambiar las apariencias no amenaza nuestro valor esencial.
Para entender el mundo y apropiarte de él, no importa si usas barajas góticas, bola de cristal o Google, lo que en verdad necesitas es acceso a lo más transparente de tu naturaleza, y discernimiento para elegir con quien recorrer este camino, sin perder el control de tus conjuros, hasta que tú decidas cuando llega el final.
chairman
12/6/23 14:59
A veces el término "bruja" se usa como sinónimo de "arpía", mujer malvada.li
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