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jueves, 31 de octubre de 2024

Para gustos, especies

La zoofilia es tan antigua como la humanidad, pero hay que ver cuán “naturales” son sus motivaciones...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 15/04/2021
5 comentarios
Mariposa zoofilia campo
Volviendo a la ley de bienestar animal, la vida me dio la razón en cuanto al alcance del anhelado instrumento, pero toca a las familias y comunidades hacer el resto para que no quede en letra muerta (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

De antemano lo aclaro: soy vegetariana por salud y convicción, así que la novedad comercial respecto a los descendientes de Pijirigua no me reporta especial placer.

Escribo sobre animales porque esta semana también se publicó la ley cubana a favor de su bienestar (paradojas de lo real maravilloso) y prometí a cierto lector que abordaría este asunto cuando saliera a la luz el documento.

Si aún no lo revisan, háganlo. Habla del trato hacia los animales criados con fines económicos, los que se destinan a zoológicos u otro fines exhibicionistas, los que se emplean en experimentos y los que conviven en nuestros hogares con fines afectivos, acápite que generó el debate con el solicitante del tema, cuyo nombre preservo a pedido suyo, pero la historia la comparto porque nadie lo manda a alardear de sus abusivas prácticas sadofílicas frente a una periodista defensora del respeto a los cuerpos, de cualquier especie, usados para satisfacer apetencias eróticas.

No sé para ustedes, pero para mí está claro que si el anónimo caballero prefiere cuadrúpedas y plumíferas “porque no lloran ni piden dinero ni regañan por consumir alcohol”, estamos ante un caso de misoginia y poca sensibilidad, más que de zoofilia propiamente dicha, costumbre cuyas motivaciones suelo respetar porque es tan antigua como la misma humanidad, y porque he conocido a practicantes y la mayoría me parecieron personas tan normalitas y agradables como cualquiera.

La excepción a la regla es el marrano lector (perdón, quise decir de marras), con quien discutí hace más de un año en un taller de Senti2. Según él, en Cuba nunca tendríamos ley que protegiera a las mascotas porque eso iría en contra de “ciertos placeres” aún muy comunes en las zonas no urbanas.

Sé a lo que se refiere porque he pasado buena parte de mi vida en esos espacios y además he escuchado historias como la de la beca de Jorge, donde tenían una cochiquera y las puerquitas “cariñosas” recibían los nombres de las profes más lindas. Él, bitongo citadino criado entre mujeres, se espantaba, pero a sus condiscípulos de otros municipios les parecía muy bien.    

Está tan arraigada esa iniciación sexual en los guajiros que cuando mi hijo tenía ocho o nueve años casi me peleo con un colega pinareño porque insistía en preguntarle a modo de saludo cuántas gallinas había “gozado” esa semana… con palabras menos publicables, claro está.

Por suerte David resolvió el conflicto un buen día, con su diplomacia de siempre, respondiéndole que de esas aves sólo conocía el muslito que venía a la bodega, y cuando la abuela no miraba se lo daba a los perros de la casa porque no le gustaba, gesto que escandalizó a mi amigo más de lo que me indignaban a mí sus molestas insinuaciones.

Insisto: no tengo nada en contra de quien tenga esos gustos y tome todas las providencias para gozar de compañía no humana. Ojalá cumplan las tres reglas básicas de una sexualidad sana y responsable: cuidar su salud, no convertirlo en obsesión y contar con el consentimiento de la otra parte… lo cual es difícil tratándose de animales, pero a veces se da. 

Cuando trabajaba en el Iscah conocí a Ubre blanca, ya en pose momificada en el lobby del Censa, y lo que mejor recuerdo de aquella tarde es la expresión de un lajeño que no quitaba los ojos del trasero de la reina vacuna mientras el resto del grupo compartíamos asombro por la abultadísima bolsa de la que llegaron a salir más de 100 litros por día.

Luego me dijo, a modo de confesión, que en la granja familiar se “entrenaban” para la vida adulta con puerquitas y gallinas, pero todos sabían en la extensa familia que el abuelo tenía gustos más elevados… Literalmente elevados, pues siempre “reservaba” la novilla de mejor porte del rebaño para madrugar con ella, hasta que los hijos decidían preñarla y desistía de ese ejemplar porque el viejo no era hombre de compartir sus hembras, cualquiera fuera la especie de su machista apetito.

Volviendo a la ley de bienestar animal, la vida me dio la razón en cuanto al alcance del anhelado instrumento, pero toca a las familias y comunidades hacer el resto para que no quede en letra muerta y no sigan llegando a las clínicas y refugios animalitos con sus genitales dañados, o incluso traumatizados por el cariño indebido de sus dueños, al punto de agredir a quienes se les acercan.

¿Que por qué es más común la zoofilia en varones? Pues puede ser porque han tenido más libertad cultural para experimentar sus fantasías… O porque creen que corren menos riesgo de sufrir accidentes que los inhabilite para el sexo y la reproducción “normal”.

También puede ser por las muchas leyendas que heredamos sobre seres mitad humano-mitad animal, y como la Naturaleza anda muy creativa en este siglo, va y le da por producir minotauros, sirenas, centauros, esfinges o faunos. ¿Se imagina lo difícil que será conseguir matrícula para el dichoso círculo infantil?


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 5 comentarios


puntualita91
 16/4/21 10:36

Lo siento, pero conmigo no va esa gracia. Tuve un jevo que le dedicaba más tiempo y caricias a la husky que le regalaron que a mi y ahí mismito se quedó planchao. me acomplejé con el asunto, y si me passa ahora me acomplejo igual. Y esa gracia!!!!!

magui
 16/4/21 10:22

Pienso que la gente que se dedica a eso son abusadores y unos enfermos mentales, nunca estare de acuerdo con esas practicas con animales de ningun tipo, deberia de apresarlos por un largo tiempo por abusadores, porque esos animales afctivos o de granja con pueden protestar ni quejarse. Yo les amputaria el miembro asi de facil. Si alguien no esta de acuerdo conmigo lo siento mucho.

curioso
 15/4/21 21:31

Espero que no me juzguen, pero aquí confieso que yo también empecé así mi vida sexual, por decirlo de alguna manera. Eramos muchos primos y el que no lo hiciera era "flojito". Mi tia tenía una chiva que ya los muchachos teníamos acostumbrada, tanto que cuando íbamos a darle comida ella solita se virava y bajaba las patas de alante para acomodarnos. Hoy no lo haría ni loco, pero siempre me pregunté eso. ¿ese animal sentía placer con los chamas que la usabamos para nuestros juegos?

alfil
 15/4/21 21:27

Buen tema para el momento. He escuchado muchas historias de jóvenes que se inician con animales, pero creí que zoofilia se llamaba sólo cuando producen daño o adicción. O sea, cuando es una aberración sexual.  

clepatra
 15/4/21 10:46

Buenos Días. muy buen escrito Milo. Que falta de todo, no tengo palabras para definir a esas personas que abusan de animalitos indefensos. Que obtienen placer a costilla del detrimento de seres vivos que no tienen la capacidad de defenderse. Nunca  He creído que para q los hombres se inicien tengan que usar animales. No creo sea lo mismo aunque para ellos la zoofilia sea placer a costilla de infligir y dejar en una clínica veterinaria a una mascota. Salu2

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