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sábado, 23 de noviembre de 2024

¡Qué bochorno!

El verano enciende el horno de ciertas fantasías, y hay quien te involucra en ellas de manera pública...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 04/08/2022
4 comentarios
Intimidades-4-agosto-2022
No esperes lo diferente cuando los indicios apunten a lo mismo. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Según leí en algún diccionario, al verano le llaman la estación del bochorno porque esa palabra proviene del latín vulturnus, viento del Este, típico de esta época en el hemisferio Norte.

Pero bochorno es también vergüenza ajena, ese sentirnos responsables por las conductas inapropiadas de los demás; y después de escuchar lo que se hace y dice en los calientes intercambios callejeros de estos días, me parece que por ahí viene la cosa…

Ya saben, la gente puede ser muy indiscreta en Cuba en cuanto siente que le das un filito para chismorrear. Lo mismo te preguntan si todavía sigues con aquel marido de hace dos meses que cuánto aporta tu hijo para la casa o en qué posturas haces el amor cada día de la semana.

Idiosincrasia, dicen. Un inocente modo de sobrellevar los retos del clima natural y social. Pero hay preguntas que suenan más a idea-sin-gracia, a puro aburrimiento, a ganas de avergonzarte para robar tu atención.

No dudo que a algunos les funcione (¡he visto cada ligue en las guaguas!), pero hay que cuidar los límites, digo yo. Hay detalles que a una persona pudorosa no le gusta contar, mucho menos si se los preguntan en una cola del pollo para gastar el tiempo a la intemperie dándole lumbre a la vida ajena.

Sí, ya sé: no es mi caso. A estas alturas no hay mucho que acuñar como «secreto» de mi pasado o presente, y como el futuro no hay forma de asegurarlo, tampoco escondo mis proyectos mediatos.

Pero igual me sorprenden ciertos interrogatorios inesperados en las redes, ¡o a la cara! Cosas sin importancia, pudiera decirse. Excepto cuando esa persona no tiene tanta cercanía emocional conmigo como para indagar, por ejemplo, por qué uso caricaturas y no fotos en los perfiles, dónde consigo mi ropa interior o si me entalco el entrecejo al salir del baño… cualquiera sea la metáfora que esconda esa bizarra curiosidad.

¿No les suena a detalles para llenar espacios en una fantasía privada? ¡Ni que faltaran ingredientes al verano para derretir los más cuerdos cerebros!

Pongamos, para empezar, las guaguas y su inevitable roce por los meridianos bajos, de los que hablamos por acá hace unas semanas. Quien no ha escuchado a un conductor pedir que pongan la mente en blanco y avancen por el pasillo pidiendo permiso o disculpas según sea el caso, no sabe lo que es un transporte público habanero en cualquier horario, no solo el pico.   

A eso súmale el polvo del Sahara, que irrita aunque no lo veas, y los inefables insectos de estación: te sientas bajo un árbol a revisar en tu móvil por donde viene la siguiente gazela, y en un minuto la escasa ropa que usamos en estos meses (y porque no queda más remedio) se llena de malosos visitantes diminutos.

Al principio intentas mantener la compostura, pero ¡qué va! Al ritmo de infructuosos pases mágicos dejas expuesta más piel de la socialmente inmune a la mirada ajena; así que al picor se suma la pena por la cara de pena de los otros, en especial si el área de recreo de los bichos involucra tus partes pudendas… Pero no puedes evitar rascarlas por varios minutos hasta con el mismísimo celular.

En esta lista de incordias veraniegas no dejaremos fuera esa mezcla pegajosa de perfume, churre y feromonas que te corre por la espalda o la cara a cada rato, ¡y no siempre es tuya!

Hay gente que en esta temporada se «descongela» como un Haier y no puede controlar el destino de su transpiración. Tal es el caso de Jorge, pobrecito, y por muy raro que parezca, siempre hay alguna dama que no huye de esa humedad varonil, ya sea en las guaguas, las colas o una acera muy concurrida (la de la sombra, obvio).

Más bien lo disfrutan: se pegan sin recato a los brazos lluviosos (peludos, por más señas) y ponen ojos en blanco para no distraerse de tan soberbia sensación. Las más descaradas hacen una muequita y engolan la voz para preguntarle al «señor» si suda siempre así… ¡Como si no supiéramos que ese «siempre» remite en su imaginación a ciertas actividades menos colectivas, al menos en el caso de nuestra pareja!

Y yo no soy celosa, acá lo saben, pero tampoco soy una aldaba colgada del pasamanos, así que cuando una doña de esas se extrema, le cierro el grifo de la fantasía con un discreto pisotón territorial.

Después de todo, la sangre también hierve con estos calores, ¿verdad?


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 4 comentarios


puntualita91
 5/8/22 16:52

Ay Milo, si yo te cuento las preguntas que me han hecho en las colas. !Y en la peluqueria!!!! Es verdad que las mujeres somos chismosas, pero los hombres no se quedan atrás. y cuando quieren algo de ti son implacables, aunque los bloquees hasta del registro civil.

LiaVida
 4/8/22 14:25

Terrible amiga lo que tan jocosamente me permites imaginar con tu crónica, me encanta ver las escenas que se proyectan mientras leo, eres genial, y lo mejor es como de tan molestos momentos tan inteligentemente enciendes un bombillo de alerta y críticas esos bochornosos comportamientos de cubanos con el cerebro hueco, gracias una vez más por ser así como eres.

maritza
 4/8/22 9:56

JAJAJAJA! si a mi marido se le pegan de ese modo en la guagua mi pisoton no sera nada discreto,se lo aseguro. Y el mio no suda, pero tiene unos brazos que parecen columnas o eso se creen las que lo agarran por error segun dicen. !y yo les formo una!!! 

Almir Ulises Mestre León
 4/8/22 9:28

Me encantó el último párrafo, que divertida tu crónica.

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