¿Han oído hablar del libro "Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus"? Esta semana lo presentamos en el wasapeo de Senti2, y hasta analizamos en el martest cuántas de las 100 estrategias propuestas por su autor para ganar puntos con las venusinas funcionaban de verdad.
A raíz de eso un joven hizo un comentario que me motivó a escribir esta crónica, porque me inquieta que a estas alturas aún se generalice de manera tan drástica sobre aquello de que a las mujeres solo nos interesa garantizar casa, banco y placeres a cambio de unos centímetros de piel.
Según este marciano del grupo, al Doctor Gray se le olvidó incluir en la lista los requisitos físicos: “Ser alto, fuerte, atractivo y de paso bien dotado”. Y afirma que quien no cumpla ese canon es “reemplazable”, pues por muy bueno que sea, si llega un alfa de esos “las damas montan el automático primigenio y se olvidan de los otros 100 aspectos”. Y acota: “Claro, como todo hay muy escasas excepciones”.
¿En serio, amigo? Milenios de historia, genética, antropología y otras muchas ciencias tiradas al barranco por una crisis de identidad que para colmo no inventamos las mujeres, sino otros hombres obsesionados con perpetuar su jerarquía social, como apuntó Jorge cuando le comenté del tema.
Antes de seguir, aclaro: el joven habla desde el corazón, sangra por una herida emocional legítima, y ese dolor nubla su capacidad de ver cuán ofensivo fue su comentario para todas las mujeres, y en especial para las del grupo, que damos fe hace tiempo de que las excepciones no son tan escasas como le han hecho pensar a los supuestamente destinados a perdedores.
“Las buenas nunca están solas”, escribió en respuesta a mi réplica, en la que trataba de explicarle que se está evaluando solo desde la mirada de mujeres educadas para ser interesadas y superficiales; pero es porque para las otras, las que sí buscan lo que él puede ofrecer, no tiene radar.
Adrián no es el único que generaliza. Tanto en el “verde” como en el avioncito azul hay varios hombres con el mismo lamento: no dan con mujeres lindas, inteligentes, que no pidan nada y dispuestas a aceptarlos porque sí, porque están necesitados y no les ha tocado nunca un número bajito en ninguna cola.
Bastante se han esforzado con las anteriores, dicen. Y si esas tres o cuatro (o diez, o 30) no los amaron, significa que las mujeres todas no sabemos amar. Significa que somos ciegas a sus dotes porque vienen en un envase defectuoso…
Y no es mentira, no. Les concederé ese punto. Pero el “envase” que asusta no es el físico. Hay millones de feos bien casados para demostrarlo. Millones de bajitos, gorditos, de bajos ingresos, sin casa propia, sin transporte o sin pasaporte de otro país que están con las mujeres que ellos sueñan.
Lo que nos espanta es la incomprensión ante nuestra cautela, asumida como vil rechazo. La clarísima amenaza de que nos va a tocar pagar por todo un pliego de demandas emocionales insatisfechas. La inseguridad en sí mismos y en la especie.
También reprobamos la falta de autoestima, clara señal de que en esa historia no habrá amor, sino chequeos sorpresivos de acciones y palabras. Que no habrá flujo y reflujo de ternura, sino una catarata de “detalles” obsesivos que esperarán les paguemos trepando contra el agua por los riscos que esconde…
Eso, amigos, es lo que suena con la hipersensibilidad de una alarma de carro moderno. Y aun la que tiene vocación para sacudir indecisos o disfruta de un sexo casual sin atracción, sabe que es peligroso revolver el avispero de sus necesidades.
En 20 años que acumulo en este oficio he visto muchos príncipes pidiendo ser rescatados por una damisela (mejor varias, para escoger). Pero no quieren a la manipuladora, sino a la que no espera nada de ellos, excepto amor, amor, amor… con toda la carga de toxica ambigüedad que eso destila.
Yo les llamo los urgidos, y me ha tocado espantar a unos cuantos de mi propia verja, lo que significa que también me han endilgado el cartelito de bruja despiadada. Incluso me acusaron de descerebrada que prefiere un pene grande a una elegía, como dijo cierta vez un poeta matancero…
Ese detalle fue la tapa al pomo, porque los hombres no van por ahí mostrando lo suyo, y lo que él creía en el otro soneto endecasílabo porque yo estaba muy “enganchada”, era en verdad cuarteta de arte menor, pero muy divertida y complaciente, además de acompañarse de una mente sin traumas contagiosos.
Entonces, amigos, sacúdanse esa manía de culparnos por su falta de elegibilidad y aprendan a sentirse bien con ustedes mismos en cualquier circunstancia. Si quieren que se les llene la función, ese es el mejor lumínico que pueden ofrecer.
Curioso
18/4/22 16:17
No estoy en el grupo y no conzco a los hombres sque allí opinan, pero entiendo el punto porque también los he visto en ese plano entre mis amistades y hasta de mi familia. Sólo les digo, amigos, que lean a martí: "De mujer, pues puede ser que mueras de su mordida, pero no empañes tu vida diciendo mal de mujer".
puntualita91
18/4/22 16:15
!!!!!Definitivamente yo no!!!! no puedo querer a un hombre que se quiera tan poco y necesite pensar que las mujeres no servimos para justificarse por no buscar dónde están sus lados oscuros. Si malo es decir que todos los hombres son iguales, peor es creer que todas las mujeres somos interesadas.O el otr extremo: zurcidoras de corazones rotos. Yo también soy una bruja, milo, porque yo también espanto a esos hombres rápido, y ni me molesto en explicar por qué !ese sería el colmo!!! Dios me ampare!!!
Maria
17/4/22 18:10
Hola Mileyda, tiene el libro "Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus" en formato digital? Me lo puede compartir?
Saludos
milo
8/6/22 16:26
sí lo tengo, amiga, pero no tengo acceso a tu correo por este formato. escíbeme a mileydamdz@gmail.com o al 52164148
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