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sábado, 23 de noviembre de 2024

Rabo de nube

Si no has montado guagua en Cuba en horas pico, ¡no sabes lo que es la vida!...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 14/07/2022
2 comentarios
Intimidades-14-julio-2022
Montar guaguas en este verano está resultando una aventura que desafía mi sanidad mental. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Cae la noche, amenaza lluvia y el bochorno del día cede un par de grados. Bajo mi balcón, un vecino inicia su serenata etílica, hoy con una tonada diferente al mix de bolero-pop-reguetón con que suele sazonar mi laboreo nocturno: “¡Si me dijeran pide un deseoooo…!”

Por lo general no me involucro en sus conciertos (salvo para callarlos cuando es muy tarde), pero hoy me salió del alma una respuesta a su berrido: ¡Preferiría un eje de biciiiii!!!

Mi Bella no será tan rápida como el rabo de nube de Silvio, pero armarla me hará la mujer más agradecida del Universo, porque entre el calor, las secuelas de la COVID-19 y los tipos con malas mañas, montar guaguas en este verano está resultando una aventura que desafía mi sanidad mental.

Al comentar en el wasapeo de Senti2 el asunto, el fotógrafo Adrián escribió: “¿Aventura? Misión imposible y Rápido y Furioso juntas, con toques de Harry Potter…”, y no puedo menos que darle la razón. ¡Cuánto me gustaría tener una varita para repeler viscosas extremidades ajenas en el inenarrable proceso de transportarse en un medio público!

La pintora Taimy se identificó rápidamente con el origen de mi trauma: mujer de gran retaguardia es blanco fácil para muchos ataques, desde verbales hasta cuánticos, pues siempre hay quien aspira a ocupar un espacio al mismo tiempo que tú, desafiando a la Física y a tu físico sin miramientos.

Lo de los frotadores ya no asombra, pero igual molesta, a pesar de los años de fricción acumulados. En especial cuando un descarado te repella habiendo más sitio alrededor. Y tú lo miras y él se hace el santo. Y te corres un poquito y él también (a veces en todas las acepciones de esa palabra). Y elevas un codo y protesta por tu grosería, ¡aunque no pueda explicar qué hace su costilla sobre tu cadera!

Los más osados preguntan con voz engolada: “¿Que pasoou?”, o  sacan su vis chistosa: “¡Ah, señora, a su edad…!”. “¿No ve que la culpa es del bloqueo?”. “¡Es que usté necesita un pasillo de tren pa’ viajar cómoda!”.

La tapa al pomo la puso un temba en el P8 este martes. El tipo me traía pulido el lateral del vestido con el dorso de su mano derecha, y se molestó cuando cambié aparatosamente la mochila de hombro para ponerle un stop.

Parece que lo interrumpí en un momento cumbre, porque me miró con ojos de desamparo mientras reprochaba mi “brusquedad” y exigía que me disculpara por incomodarlo. ¡Insuperable!

Como supuse que un diálogo agresivo compensaría en su guión a la manualidad frustrada, respondí con un frío “Vamos a dejarlo ahí…”. Pero él, todo dramático, afirmó que yo no sabía “ubicarme en una guagua en tiempos difíciles” y miró al techo con cara compungida para desviar la atención de los pasajeros. Mientras, su mano volvía a las andadas, como si mi muslo fuera magnético y su vergüenza más escasa que el rodio en la naturaleza.

¡A saber qué infancia habrá tenido ese loco! Estaba de llevar a la consulta de Elvia, mi amiga siquiatra experta en tratar parafilias… Pero que coja cola detrás de esos otros que se lanzan a provocarte cuando viajas con tu pareja, para los que la motivación no es la carne, sino ponerte en aprietos.

¿Será que necesitan una buena paliza para gestionar un exceso de adrenalina? Si es así les concedo que la guagua es el ring perfecto, porque hay un público literalmente cautivo y las posibilidades de salir por los aires es menor…   

Hay tipos a los que Jorge duplica en ancho, alto y fuerza, y aunque lo ven claramente se las apañan para ubicarse en una posición desde la que pueden tocar o sacarme la lengua sicalípticamente… Claro, en un ángulo en el que solo yo los veo y en caso de denuncia sería su palabra contra la mía: muy conveniente en su juego de humillar, porque si callas para evitar un disgusto ellos ganan, y si formas el lío también, porque haces evidente su osadía de machos que no le tienen miedo al lobo feroz.

¡Como quiera una pierde en esas circunstancias! Cuando menos, la paz mental.

Por eso me conviene pedalear: avanzar libre de roces, salvo el del viento. Ser dueña absoluta de mi tiempo, mi espacio y respiración. Llegar a mi destino impregnada de sudor propio, no de sustancias ajenas…

La bici es un buen barredor de tristezas. Un aguacero de endorfinas en venganza contra quienes aprovechan cualquier crisis para estresarte un poco más. Una escampada en esa lidia cotidiana con quienes te hacen blanco de su frustración.

Y es, sobre todo, nuestra más ecológica esperanza…


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 2 comentarios


Liavida
 18/7/22 11:54

Me encanta tus cronicas narrativas, es increíble cómo mi imaginación voló a ese momento que asidua y amante de la Habana sin limites y a pie, agradecí las posibilidades de recorrerla sin miedo gracias a los P, posibilidad poco habitual en mi provincia por su extrema escasez, y como buena aventurera también protagoniceé y sufrí mucho de estas escenas de agresividad moral y todo lo demás... lástima no contara con una bicicleta aunque si no has pasado por esta situación, no has estado en la Habana.

Mae
 15/7/22 12:38

Totalmente de acuerdo!!! Es horrible cuando uno o varios hombres te cosifican en el transporte público. Y lo peor a mi ver es que siempre hay quien lo ve gracioso o lo justifica. Antes lo sacaban por una ventanilla. 

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