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viernes, 22 de noviembre de 2024

Recuerdos de mañana

Cuando algo es, pero no, y nunca muere porque no tiene ataduras físicas…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 16/07/2024
1 comentarios
Intimidades
El día en que descubrí tu librero del cuarto pequeño, y tú un ángulo diferente de mi anatomía cuando decidí subirme a una silla para registrar esos tesoros. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Yo no sé si tú, no sé si yo, / seguiremos siendo como hoy. / No sé si después de amanecer / vamos a sentir la misma sed. / ¿Para qué pensar y suponer? / No preguntes cosas que no sé…

El ómnibus pasa frente al teatro Mella y sonrío recordando el día en que descubrí tu librero del cuarto pequeño, y tú un ángulo diferente de mi anatomía cuando decidí subirme a una silla para registrar esos tesoros. 

Hecho un manojo de nervios y jurando por nuestra sagrada amistad me pediste permiso para palpar, con devota inocencia, lo que nunca había estado a tu alcance en esa dimensión. No recuerdo las palabras exactas, pero sí tu cara de niño que descubre un juguete exótico y necesita comprobar que es real.  

Yo no sé… / No sé dónde vamos a parar; / eso ya la piel nos lo dirá. / ¿Para qué jurar y prometer / algo que no está en nuestro poder? / Yo no sé lo que es eterno, / no me pidas algo que es del tiempo…

Luego pasaron años de complicidad afectuosa, confesiones mutuas de ilusiones y fracasos, horas de tertulia y bohemia habanera que aún hoy recuerdo con inmensa saudade. ¿Quién iba a decirme que aquellos diálogos trasnochados, unas veces con otros amigos, otras sólo con vino y golosinas, me prepararían para resistir estas horas de trabajo nocturno periodístico?  

Yo no sé mañana, / yo no sé mañana, / si estaremos juntos; / si se acaba el mundo. / Yo no sé si soy para ti, si serás para mí. / Si lleguemos a amarnos o a odiarnos… / Yo no sé mañana / Yo no sé mañana / quién va estar aquí…

Visualizo el día en que llegué a tus brazos toda resentida y llena de contracturas, cargada de dolor emocional por el abandono de aquel “lagartijo verde”, como le pusiste a mi historia de turno. Iba con la moral destruida, el cuerpo agotado, mis ganas de respetarlo en bajo cero y una migraña a punto de hacerme estallar.

Me prometiste relajarme, y así fue: baño tibio, cortadito, habitación climatizada a media luz, música super relajante, tu voz que acaricia hasta cuando habla de deportes, masaje efectivo y sensual, besos tímidos recorriendo mi espalda…   

De un café pasamos al sofá, / de un botón a todo lo demás. / No pusimos reglas ni reloj: / aquí estamos solos tú y yo, / todo lo que ves es lo que soy, / no me pidas más de lo que doy. / No, oh oh. // Yo no sé mañana…

Vuelve el estribillo, y sin percatarme tarareo cada vez más alto. Una señora sentada en el asiento frente al mío se voltea y sonríe. No sé cómo, pero ella sabe lo que siento en este momento, y su complicidad es petricor de buen augurio ante la inesperada lluvia de simpáticos recuerdos.

Esta vida es igual que un libro, / cada página es un día vivido. / No tratemos de correr antes de andar. / Esta noche estamos vivos; / solo este momento es realidad…
Después de aquellos mimos reconstituyentes me volví adicta a tu manera hermosamente tierna de amar. Nos decíamos amigos, pero… ¿por qué no intentar otra cosa? Y sí, todo estaba bien en muchos aspectos profesionales e intereses culturales, y hasta en la intimidad, pero en cuestiones cotidianas eras muy ambivalente: a ratos posesivo, empalagoso, inseguro, y de pronto evasivo, misterioso, hiriente, para nada dispuesto a involucrarte en mi vida real de casa, hijo y criterios.

Yo no sé mañana… / Esta vida es una ruleta que gira sin parar Yo no sé si tú, yo no sé si yo, / cómo será el final. / Yo no sé mañana, / puede ser peor o puede ser mejor. / Deja que el corazón decida, vida mía, lo que sentimos mañana…

Amigos con derecho, nos calificó alguien, tal vez porque llegué a tener llave en tu nido y hasta permiso para ocuparlo con otras aventuras. Pero no: nunca llegué hasta ahí porque no quise contaminar tu tántrica presencia en ese ambiente, y mucho menos correr riesgos con tus amadas posesiones de arte.

Pasaron muchas cosas en aquellos diez años: de nada a todo; de intentos formales a órbitas flexibles; de equinoccios a intermitentes solsticios; de libres a enfocados en parejas intensas; de dos a tres en mágica coyuntura…

Ahora lo que vivimos es algo realmente lindo. / ¿Quién puede saber lo que pasara? / Mañana no hay nada escrito. / Yo no sé, yo no sé… // Estamos solos tú y yo / y los momentos hay que vivirlos…

La siguiente década nos mantuvimos lejos porque la vida puso de por medio un hijo, un mar, proyectos familiares, economía, crecimiento espiritual…

Pero siempre estamos a un wasa de distancia, sin sobresaltos contaminantes, al tanto de las parejas y éxitos cosechados, con la pupila atenta a buenas y malas coincidencias para ofrecer diversas perspectivas.

Y sí, nos queda un té pendiente en tu balcón, juntos los cuatro que hoy somos en resonante plenitud, y juro que del próximo mes no va a pasar porque no sé, no sabe nadie, qué será mañana…


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 1 comentarios


Liz
 16/7/24 15:01

Milo me ha emocionado un mundo esta crónica de hoy, pues nadie sabe del mañana. Saludos

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