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sábado, 23 de noviembre de 2024

Samadhi

Y siempre hay un recuerdo que transporta tu alma, más allá de la entrega material...

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 02/05/2023
1 comentarios
Intimidades 2 de mayo, 2023
Mi ser olía a libertad de monte y el tuyo a viril reencuentro, más allá de los siglos y las pasadas despedidas. (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

El golpe puntual de la arrancada me sorprende. En seis horas estaré junto a ti. Cansada, con frío y solienta, pero feliz de llegar a Santa Clara para acurrucarme en tu espalda hasta que amanezca.

Siete años atrás, cuando todo empezó, iríamos haciéndonos el amor con ansias desde la mismísima estacion de trenes. Ojos, manos, olores, susurros compartidos. Fuego  creciendo desde el vientre, hasta el momento de romper los convencionalismos y entregarnos la gloria fantaseada durante días de separación.

Ahora charlamos suavemente por el camino, nos abrazamos con ternura al llegar y tú me preparas la cama mientras el agua tibia arrastra la tensión de mi cuerpo. Ambos preferimos esperar el amanecer para amarnos sin prisa ni interrupciones. Para cargarnos en el acto, no descargar por mera formalidad o deuda conyugal.

Me gusta hacerlo así, descansada, con la mente fresquita para vivenciar el goce físico a la par del recuerdo de otros actos sublimes según nuestra mirada del amor.

Placer físico y viaje espiritual: dos rieles para avanzar por la ruta de un erotismo ya maduro y siempre renovador. Como el paisaje a los lados de esta vía, que en cada ocasión regala sorpresas nuevas: alguna nota de color, un olor diferente, un sonido que capta mi interés.

En la laptop llevo, a medio hacer, el primer capítulo de la maestría, varios artículos y crónicas pendientes y una lista de ideas para los aniversarios de Intimidades, el próximo jueves, y de Sexo sentido, dos días después...

Será dificil concentrarme y trabajar sin molestar a mi desconocido compañero de asiento, así que ¡adiós responsabilidades! En este tiempo de quietud elijo revivirte, pregustarte, acceder a mi particular nube de inconciencia y “bajar” un collage de sensaciones para crear mi propio reel mental de nostalgias sensuales, al rítmico golpeteo de las ruedas sobre la vía férrea.

Hay muchos escenarios evocables del pasado reciente. Flashazos fabulosos a lo largo de estos 68 meses de aprendizaje vital. Tú lo sabes: atesoro espectaculares vistas de tu cuerpo desde cualquier ángulo y en cualquier sitio de la casa, y de esta hermosa geografía cubana, con los que pudiera armar mis clips, excitantes y divertidos.

Pero, lo quiera o no, una visión se adueña siempre del inicio de mis evocaciones y marca el tono de la siguiente fantasía o recuerdo, como la traza de una canción pegajosa que no logras sacar de tu cabeza en días.

Más que un fragmento de acto sexual (también vívido en la memorioa de mi piel) viene a inundarme el estado de samadhi alcanzado en aquella noche santaclareña, cuando mi alma sobrevoló nuestros cuerpos para contemplarnos en pleno éxtasis y descubrir cuánto nos pertenecíamos, más allá de cualquier comprensión mortal.

Es algo misterioso, cautivador... Como la música que escucho para relajarme. Muy íntimo y a la vez inaccesible. Una epifanía atemporal, profunda y disfrutable. Una cata de lo que prometía ser aquella relación desde sus inicios.

Fue en enero de 2017, durante mi tercera visita a tus predios (aún no te habías mudado). Yo venía de Sancti Spiritus, de un campismo con mis alumnos de la Anci. Había pasado dos días fabulosos en la falda del Escambray, respirando un aire purísimo, expandiendo mi espíritu de aventura y pensándote milímetro a milímetro, lista para volver a la pradera de tu pecho.

A falta de opciones, nos quedamos en casa de una amiga, en una habitación sin puertas, y aunque nos propusimos ser prudentes y solo dormir juntos, tu aliento era un llamado poderoso a mi espiritu tántrico, un manantial perfecto para curar mi sed.

Esa noche hicimos el amor muy despacio. A oscuras. En total silencio. En una cama frágil de un cuarto infantil. A pocos metros de los anfitriones. Y fue mágico.

No se si por las condiciones retadoras o por la novedad de la relación. Por mi energía natural recargada o el olor intenso de tu deseo, finalmente desatado tras años de necesaria contención.

Nuestros cuerpos se movieron acompasada y lentamente, como el imperceptible avance de las olas en pleamar. Mi cabello suelto rozaba tu pecho. Mis piernas cabalgaban tus robustos muslos. Mi rostro adivinaba el tuyo en besos fugaces. El aroma de nuestras humedades protagonizaba el instante, y la firmeza de tus brazos alternaba con los temblores en tu vientre por la anticipación.

Mi mano contuvo en tu boca el sollozo de la entrega final, y aun sin verlas, supe de tus lágrimas, mezcladas con las mías al juntar las mejillas para un largo descanso, en el que vibramos muchas veces en deliciosa resonancia palpitante, dejando a nuestros poros revelar lo que nunca podrían describir las palabras.

Ojalá pudiera decir más. Ojalá nunca apaque en el fondo de mis ojos la chispa que prendiste aquella noche. Ojalá no hubiera nadie más en este coche que me lleva a tu encuentro, para bajar mis manos al abismo y reencontrarte en ese espacio del no-ser donde las almas trascienden dimensiones sin la mordaza del espacio-tiempo.

Apago mis ojos, y el reel empieza así: Mi ser olía a libertad de monte y el tuyo a viril reencuentro, más allá de los siglos y las pasadas despedidas...


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 1 comentarios


Mimisma
 31/5/23 15:48

Wow, que cosa tan bella, que descripción formidable de esas entregas de amor, amor del bueno.

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