Con el paso del tiempo muchas relaciones se apagan. Aquellas pasiones que encendieron el fuego se tornan tediosas o rutinarias, aunque no por ello dejen de guardar sentimientos gratos y sinceros.
Cuántas veces no hemos escuchado sobre ese tipo de historias, que describen extrañas conexiones en las que la pareja no puede mantener una relación estando juntos, pero tampoco acepta una separación, y termina por convertirse en un círculo vicioso del que es muy complicado salir.
Y es que se hace difícil establecer los límites en el sentimiento de pareja cuando pasa por pruebas tan contundentes como los años, las vicisitudes, los hijos, la pérdida de seres queridos y hasta el propio envejecimiento.
Ante tantas vivencias hay quienes terminan desgastándose más de lo que se fortalecen con la relación, y el resentimiento termina venciendo al amor. Entonces los sentimientos pueden cambiar radicalmente, del amor al odio.
Determinar las causas por las que el amor llega a convertirse en odio no es cuestión de teorías, pues depende de cada pareja. No obstante, se dice que, amén de las diferencias en la personalidad de cada cónyuge, el abandono paulatino que se hace de la pareja, con el paso del tiempo puede propiciar heridas mortales.
Con los años muchas relaciones se desgastan por la rutina, ceden ante el cansancio y se pierde el interés y la voluntad para esforzarse. En la comunicación se disipa la habilidad para conversar, escucharse o tomar decisiones conjuntas.
Esto da lugar a una especie de egoísmo en la convivencia. Cada miembro comienza a preocuparse más por sí mismo y olvidar al otro, o lo ve como una pesada carga.
DINÁMICA ¿HOSTIL?
Toda relación de pareja constituye un desafío, pero mantener el equilibrio, respetar los espacios y las características de la personalidad de ese ser que nos encantó, es, sin dudas, una de las pruebas más complicadas cuando se habla de una historia de dos.
En esta dinámica es común que se cedan concesiones y se dejen a un lado ciertos gustos, actividades y hasta ideologías, en pos del proceso de acomodación dentro de la propia interacción.
Sin embargo, aunque esto forma parte de la dinámica de las relaciones, cuando se trata de personas muy diferentes y las permisiones muy grandes, la situación se torna peligrosa, pues se deja de ser uno mismo y pueden aparecer sentimientos negativos como el reproche, los resentimientos, incluso el odio.
Las parejas se aman profundamente, pero es ese amor el que produce lastimaduras, porque la confianza ha logrado transgredir los límites del respeto, la empatía y la comprensión, y la relación empieza a tener huellas de egoísmo y dependencia.
Se llega a un punto en el que, aunque cueste trabajo aceptarlo, es hora de replantearse el futuro como pareja y analizar qué es lo que realmente los une, más allá de la costumbre o el compromiso formal, incluso más allá del cariño mismo, que no siempre significa amor.
Es por eso que se aconseja que, cuando se mantiene una relación de pareja, se debe analizar qué es lo que nos une a esa persona, saber si somos compatibles o, por el contrario, poseemos caracteres muy diferentes que dificultan esa relación y pueden ser la causa de un fracaso.
Los terapeutas y psicólogos aconsejan que se tengan proyecciones de vida similares: aficiones comunes, formas de disfrutar, conceptos claros y similares en la educación de los hijos, el modo de relacionarse y, sobre todo, las prioridades de vida.
No se puede pretender que una relación funcione cuando no hay denominadores comunes, pues puede suceder que las aficiones y gustos de la pareja, no solo no interesen, sino que lleguen a molestar y generar continuas discusiones.
En esos casos es posible que dejen de amarse y que vivir juntos se convierta en una auténtica pesadilla, que borra el éxtasis de los primeros tiempos y se transforma en una aversión insoportable.
La hostilidad, al igual que el amor, surge sin saber cuál es la razón. De pronto, las personas se encuentran ante un sentimiento muy contradictorio, del que se desconoce el motivo o aquello que lo ha originado.
EL VERDADERO YO
Como consecuencia del trato diario, nos molestan aspectos de su persona que antes parecían graciosos o carecían de importancia. Es posible que nos obsesionemos con los defectos, que nos ceguemos, incluso, no veamos lo positivo de la pareja.
Para evitar tales desenlaces, los especialistas aconsejan a las personas no crearse grandes expectativas ni pretender que todo sea perfecto y, sobre todo, desprenderse de las comparaciones absurdas, pues todos los seres humanos son diferentes.
Otro de los factores que puede incidir es el llamado desmoronamiento que se produce de la imagen de la pareja. Muchas veces se idealiza demasiado al ser amado, y cuando el tiempo va mostrando sus defectos, el encanto termina por convertirse en una gran decepción.
Es bueno dar a la pareja una información positiva de su conducta, sin críticas excesivas o recriminaciones. Es más saludable decir directamente lo que se espera y desea de ella, antes que criticar lo que te disgusta.
Tampoco se debe recriminar el pasado, pues todos somos parte de él. Es bueno esforzarse por mantener la ilusión y luchar por crear un ambiente feliz y agradable al lado de la pareja.
De ahí que debemos ser capaces de brindar y recibir comprensión sin complejos ni egoísmos, aprender a compartir el espacio sin perder nuestro sello.
Se trata de hacer del tiempo una cuota equilibrada para dos, y vivir con serenidad y disfrute el reto que impone una vida en pareja. De lo contrario, el sueño se convierte en pesadilla y terminamos cruzando esa extraña línea entre el amor y el odio.
Las relaciones sentimentales son muy complejas, pero lo son precisamente porque se trata de dos personas con características y sentimientos propios, y es difícil compaginar dos historias, dos orígenes y dos caminos futuros.
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