Sin dudas, existen distintas miradas de lo que es la felicidad y lo que provoca, pero todas ellas llevan a la conclusión que es el motor de vida de las personas, aquello que motiva a levantarse cada día, con la esperanza de conquistarla.
En este empeño la mayoría de las ocasiones se busca hacerlo entre dos, más que andar como ermitaños, aunque no sea siempre con la relación más ideal o soñada.
Una encuesta realizada recientemente en Europa, donde la cultura occidental se muestra con una perspectiva más abierta de las relaciones íntimas, concluyó que en países como España, se estima que seis de cada diez solteros están poco satisfechos o muy insatisfechos con la falta de pareja, y los jóvenes entre 19 y 39 años son los que se sienten más incómodos con esta situación.
Se reveló que dos tercios de las personas que tienen actualmente una relación, y aquellos que están casados aseguran que la pareja es la principal fuente de felicidad en sus vidas; mientras que casi la mitad de los solteros anhelan por encima de todo encontrar a alguien con quien compartir su vida.
Según un reporte de la BBC para un 45 por ciento de los encuestados en la investigación encontrar una pareja sería el mayor regocijo. De hecho uno de los datos que más sorprende es que la mayoría de ciudadanos miran realmente a casa para encontrar su felicidad.
Pero ¿cuál es el secreto de esa supuesta felicidad en pareja? ¿Realmente la satisfacción depende de estar junto a la otra “media naranja”? ¿Estamos preparados para vivir solos?
Si bien los especialistas consideran que es importante combatir la falta, o la necesidad imperiosa de estar en compañía del otro, el ser humano tiende a buscar compañía de manera instintiva o inconsciente, por lo que sería absurdo ir contra estos deseos.
¿UN DÍA FELIZ?
A propósito del tema, resultó muy curiosa la celebración el pasado 20 de marzo del Día Internacional de la Felicidad, aprobado por la Organización de Naciones Unidas, por una iniciativa del Reino de Bután, que considera este sentimiento como el más importante del Producto Interior Bruto.
Y es que, aunque cada persona tiene necesidades profesionales, familiares, espirituales, sexuales, y en la satisfacción de estas empeña su vida, siempre buscamos una compañía, un apoyo, o mejor aún, un “compañero (o compañera) de viaje” que comparta nuestros ideales y encare, junto a nosotros, tiempos buenos y malos.
Aunque dicho así suena muy sencillo, la realidad es mucho más compleja, en la medida en que aprendemos a convivir y conocer a esa persona, y también queremos mantener con ella el fuego de la pasión carnal del comienzo.
Según especialistas como la sexóloga belga Esther Perel, de un lado la persona experimenta la necesidad por la estabilidad y la permanencia, la seguridad, la dependencia a lo conocido; y por otro lado, las necesidades por la aventura, la libertad, la novedad, por la excitación, el riesgo, lo desconocido, el misterio, y la sorpresa.
La dificultad estaría en reconciliar estas entidades que responden a necesidades humanas opuestas, un problema que se resuelve, pero es una contradicción que, desde la experiencia, puede manejarse hasta lograr el equilibrio.
Los seres humanos actuamos según nos han enseñado, por eso asumimos determinadas conductas en el plano personal que nos conducen a aciertos y desaciertos.
La pareja es una relación de dos que tiene el reto de ponerse de acuerdo respecto a los códigos, reglas y consecuencias de transgresiones a las mismas.
En ella determinar el nivel de satisfacción se hace muy complejo, pues se quiere encontrar en una persona lo que está en una comunidad: el amante, al amigo, al compañero, al confesor, el apoyo incondicional que necesitamos, y lo cierto es que, aunque no es imposible, sí es muy difícil mantener todas esas cualidades en un mismo ser.
Muchas veces en el afán de reunir esas actitudes para hacer feliz a la otra persona se pierde parte de la individualidad, lo que en un inicio puede ser asumido con complacencia, se convierte luego en una inconformidad con uno mismo.
Por eso es tan importante mantener ciertas dosis de egoísmo positivo que permitan dejar de pensar en el otro, para concentrarte en lo que te satisface a ti, y evitar ceder a las tentaciones.
UN BUEN CAMINIO
Está claro que no todos somos iguales, pero a pesar de sufrir las más decepcionantes historias, en algún momento las almas se recuperan y comenzamos a sentir nuevamente esa ilusión de continuar el destino de la mano de otro ser.
Cuando las cosas van por buen camino, podemos regocijarnos por la existencia del otro. La capacidad de arreglárselas con aquello que no anda como se soñó, a cambio de disfrutar de las satisfacciones que el amor le da. Siempre fallará algo, siempre habrá lugar para decepciones en el mejor de los vínculos, y dependerá de los recursos de la pareja para vivir con eso, encontrar sus alternativas y seguir adelante, a pesar y con todo aquello que signifique un obstáculo para el vínculo.
Sentirse feliz nace del propio ser humano, es la manera en la que se despliega una personalidad hecha, sólida, firme, con la cual cada quien se siente identificado y pleno. En ello el amor es también una fuerza motora que impulsa a seguir buscando nuevos caminos para encontrar una puerta de entrada a la felicidad.
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