Sexo más risa igual a…

Para describir qué es el proyecto Delta y cómo llegó al capitalino cine Riviera, esta crónica no me alcanzaría, así que tienen dos opciones: embullarse un viernes a las ocho y media de la noche y sacar entradas para vivirlo en risa propia, o pasar el resto de sus días reprochándose por no gozar de esa terapia de humor inteligente que mezcla sexo, matemática, tecnología, música de Les Luthiers, tablazos y absurdos concursos de inmediata respuesta.

Como el tema cambia cada semana, los creadores del espectáculo convocan además a un invitado en calidad de experto para disertar durante diez o 15 minutos sobre el asunto elegido. El resto del tiempo (dura un par de horas) vuela en manos de Fernando y David, dos profes de la Facultad de Matemática que comparten tres dones excelentes: agilidad mental, ecuanimidad burlesca y una atractiva calvicie juvenil libre de complejos.

Fernando fue quien me sedujo para crear la peña en la UH hace más de una década, y a este show del Delta me llevó engañada, haciéndome ver que sería muy simple pararse en un escenario a soltar curiosidades sobre el sexo que él decodificaría en un doble sentido hummorístico-matemático para que 300 espectadores (la mayoría estudiantes universitarios) se hicieran eco de sus chistes a costa de mis palabras usando sus móviles, tabletas o laptops a través de una wifi interna.

Del resto de las veces que me presté para ese relajo no puedo culpar a nadie, la verdad. ¿Cómo negarme a ese subidón de adrenalina, ese desafío de instantánea interactividad? Y lo mejor del caso: mientras más tabla mantengo y más científicamente avalo mis acotaciones, más risa le da a la gente. O más desasosiego, porque el humor es magnífico para echar por tierra un montón de estereotipos sobre gustos, tamaños, velocidades, placeres, certezas del desempeño, áreas sensibles, binarismos de género, apetencias, capacidades…

Y no es solo blablablá: en el Delta hemos estrenado caricaturas de Jorge que luego han ido a la TV o a este propio espacio de Intimidades, y varios foristas pueden testificar sobre la noche en que debí hacer una demostración (pañuelos mediante) de como aquello puede entrar en lo otro sin durezas, o la bendita ocasión en que puse al auditorio a practicar los (in)discretos ejercicios de Kegel para alegrar su músculo PC y relajar la mente antes de salir a esperar la confronta.   

Que conste que allí se respeta mucho al público, incluso hay premios para las mejores participaciones (condones, revistas, pegatinas, ¡chocolates!), y viceversa, porque hay preguntas y comentarios geniales, algunos muy al estilo del grupo de wasapeo Senti2, por eso sé que el Delta les va a gustar, sobre todo a Nikito, la Lisy y el Kike.

A veces hay expresiones indescifrables por su encriptación nérdica o su mala ortografía, pero muchos son realmente hilarantes y nos hacen perder el hilo del improvisado discurso, que se nutre de esas interrupciones para resultar más fresco y provocador.

Y claro, el activismo antipatriarcal en clave en risa también tiene su precio… Hay quienes desahogan su estupor llamándome Cruela o destructora de inocencias infantiles (me encantan las metáforas con dibujos animados), y hasta se han compadecido de mi hijo o mi esposo, a quien ya exhibí un par de veces para disuadir a posibles asaltantes.

Sólo una vez tuve que refutar una de esas observaciones, cuando alguien escribió “Esa doctora es una enferma sexual” y su atrevimiento apareció en la pantalla grande. De inmediato detuve mi explicación para aclarar que yo era periodista, no doctora, y luego seguí hablando, muy formalita, sobre la vida erótica de los avestruces… La ética profesional ante todo, ¿verdad?