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domingo, 24 de noviembre de 2024

Siete condenas

Filosofando sobre sexo, pecados y capitales…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 07/10/2021
6 comentarios
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En la lista de los siete malditos está la lujuria, ambiguo estigma para censurar lo que otros viven con sus cuerpos y mentes (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

Un forista y seguidor de Senti2 me acusa constantemente de fanatismo por la cultura de la India, y arremete contra mis menciones al Yoga, el Tantra, la meditación, el Karma…

A riesgo de caer en un acto de soberbia —el peor y más común de los pecados occidentales— debo decir que no es el único saber ancestral con el que he empatizado. Pero sí: estoy en una etapa de noviazgo con sus misterios, porque cada respuesta me trae el goce de muchísimas preguntas. 

India es, además, el asiento de la fundación de la que soy voluntaria, una ONG con cursos y proyectos altruistas de los que me enamoré hace casi seis años, cuando aprendí que existir es un hecho, pero vivir es todo un arte.

Está bien, amigo: prometo hablar más de otras cosmogonías y ciencias que han nutrido mi manera de engarzar lo humano y lo divino. Otras caras del prisma para mirar esta sexualidad que nos constituye, como dice Sopo, el enciclopédico conductor de Oasis de Domingo.

¿Qué tal si, para empezar, hablamos de pecados capitales? Ese es un concepto con marca registrada en el cristianismo de mediana edad, aunque ya desde mucho antes se solazaron en su estudio los sabiondos grecolatinos.

Podemos hacerlo sin apartarnos del metatema de este blog, porque en la lista de los siete malditos está la lujuria, ambiguo estigma para censurar lo que otros viven con sus cuerpos y mentes, del que se abusa (como del resto), para ensombrecer la vida en su natural expresión.

Y no los defiendo, que conste. La soberbia, por ejemplo, tiene entre sus afluentes la vanidad y la pedantería, y su acto más bochornoso es la discriminación, de la que mucho vemos aún, y sufrimos, en materia de identidad y prácticas sexuales.

La avaricia y la pereza (sobre todo juntas y disfrazadas de rutina) destruyen muchos hogares. La envidia y la ira derivan en violencia amparada en desigualdad (¿hace falta mencionar el género?), y el pendón de la gula causa estragos en la manera de vernos y sentirnos los humanos todos, en un morboso espectro matizado entre la anorexia y la obesidad.

A estos siete les llamaron “capitales” porque encabezan una lista nada desdeñable de conductas deshumanizantes, pero como no son medibles más que por valores circunstanciales, se han empleado por siglos como taladros para horadar las siquis y regir en el funcionamiento de los cuerpos ajenos. Ellos son apenas la puntica de un iceberg de cualidades condenables/das, y ya sabemos lo que se dice por ahí de confiar en punticas…

La incongruencia, a mi ver, es que lo malo se relativiza según el dedo que apunta, y se busca el filón para culpar al sexo o usarlo como castigo, cuando en verdad debería ser sagrado (como en la India antigua, sí), porque sin él es imposible la vida.

¿Acaso no dependen del sexo las bacterias tanto como los grandes mamíferos, e incluso las plantas? Todavía me pongo mística y digo que hay algo erótico en la interacción de los minerales con los elementos (fuego, aire, tierra, agua, éter), o que son actos sexuales de dimensión astronómica el choque de asteroides con planetas y la explosión de las estrellas, y que el Big Bang fue el primer grito orgásmico de todo el Universo.

Me encantaría compartir lo que pensaban sobre esos asuntos los egipcios, persas y sumerios. Los vikingos y celtas. Los incas, mayas, aztecas, aruacos y otras civilizaciones precolombinas. La amplísima diversidad de tribus y naciones africanas…

Sería magnífico hacer inferencias de lo poquísimo que se salvó de esas culturas, particularmente de sus concepciones en materia de sexo, familia y diversidad humana. Pero entenderán mis reservas: soy bien consciente de que lo disponible de esa herencia son apenitas las interpretaciones de eruditos con una férrea base latino-judeo-cristiana, nada esplendidos en su manera de diseccionar y juzgar al pecaminoso mundo pagano.

¿Habrá algo no contaminado con ese paradigma, que sobrevivió colonizando lenguajes y tradiciones de los pueblos sojuzgados por el poder de la cruz, la espada y los microbios? ¡Y pensar que muchas antiguas cosmovisiones se tallaron en piedra para que fueran eternas! Pero ya saben: la soberbia y la ira pueden hacer polvo cualquier producto humano, de la manera más literal y violenta posible.

¡Ah, caray! Ahora recuerdo que decidí escribir sobre pecados porque me percaté, chateando con otro lector, que esos siete titanes son fundamento de los negocios más capitalizados del planeta, justamente los que menos bienes producen: guerra, trata humana, prostitución, droga, moda, comida chatarra, ocio y espectáculos, apuestas, especulación financiera…

Parece que Occidente sabe sacarle lasca a todo. Uno de los pecados descritos desde los griegos es porneia (en latín fornicatio), y de lo que se gana (y se pierde) con la pornografía en estos tiempos, ¡pa’ qué hablar!


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 6 comentarios


Octopus
 22/10/21 12:34

Concuerdo con Puntualita 91 en que muchas opiniones y criterios tan hermosos y enriquecedores no ven la luz en la palestra pública del sitio, una vez que hacemos uso de nuestro tiempo para apoyar y fomentar tan maravilloso espacio de Milo y Jorge.

En cuanto al articulo, que decir si como bien dice Milo, hemos crecido escuchando, sintiendo, admitiendo y multiplicando todo el espectro que traen consigo los 7 pecados, que creo los resumieron muy convenientemente, pues si te pones a contar y sacar cuentas y relevancias llegarías a 74.

Muy encajonados a estereotipos y prejuicios de un grupo de sesudos que más que sesos, dejaron lo mejor del ser humano encasillado, cuando la diversidad y la libertad es lo que te hace genuino y autentico, porque para ser tú y ser felíz, no tienes que parecerte ni complacer reglas, sino ser tu mismo.

puntualita91
 10/10/21 18:57

De paso quiero decir que estoy bastante decepcionada con la moderación del blog ultimamente. Tengo amigos que lees y preguntan por qué nadie comenta, pero resulta que yo sí he mandado comentarios y otros foristas con los que he podido hablar también y nunca se publican. Creo que la revista pudiera revisar eso porque la gente dejó de escribir porque era su tiempo y sus megas malgastados, y la autora no tiene la culpa. Cuentas con mi apoyo Milo y Jorge también.

 

puntualita91
 10/10/21 18:55

Wao, no habia dado esta mirada de los pecados como la base de los mejores y peores negocios del mundo. Creo que eso lleva más desarrollo futuro, a lo mejor en sexo sentido milo porque está muy real.

curioso
 7/10/21 20:19

¿Milo y ese lector que se molesta con tu amor por la India de dónde es? ¿A qué cultura le va el hombre?

Alfil
 7/10/21 18:54

Ay sí, la soberbia en una pareja destruye al amor y el respeto. Una se siente un trapo cuando la pareja se burla o no te quiere escuchar aunque le digas las cosas por el bien de todos, en especial del suyo propio. Yo me crié en una familia muy recta en eso de no cometer pecados, y sé que a puertas cerradas seguro había lo suyo, pero jamás vi a mi padrey mi padre discutir frente a los demás. Hoy veo casos que hasta en la calle se sacan los trapos sucios, qué horror!

 

Anaisa
 12/10/21 13:28

Tiene razón usted. Yo he tenido que convivir con personas arrogantes y me han hecho la vida muy dificil. Al final el amor se ahoga y lo que empezó como admiración termina como asco. Es duro pero no puedo decirlo de otro modo, qué pena.

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