viernes, 29 de marzo de 2024

Un amor frustado

Esta es una historia tristemente común, contada a muchas manos para cuidar la mía…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 13/12/2022
1 comentarios
Intimidades 13 de diciembre
Aquella no fue una verdadera despedida (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

El pasado sábado, con las primeras sombras de la noche tropecé en la calle G y caí sobre mi mano izquierda, la más diestra, aunque no puedo quejarme de las habilidades logradas por la otra en este mundo pensado por y para personas derechas.

Dos horas después, de camino a casa con una férula en la muñeca y un dolor que espero ceda pronto, pensé en todo lo que me tocaría teclear con una sola mano, incluyendo esta crónica.   

Recordé que esa misma mañana mi hijo me había comentado sobre las inteligencias artificiales entrenadas para imitar el estilo de cualquier escritor, y mientras contaba los minutos para ponerme bajo el cuidado de Jorge (y las ventajas ñoñeriles que este revés me reportaba), comprendí que no necesitaba un algoritmo ficticio para cumplir con el blog, porque hay un montón de manos y corazones disponibles en el grupo Senti2 que seguro no dudarían en ayudarme.

Gracias a Alain y Chema por las ideas, y a Rubén, Gisela, Lía y Taymi por inspirarse y demostrar que hay muchas formas de aliviar a quien sufre, y mucha complicidad para recrear una historia que puede ser la de cualquier amante. Aquí les va:  

La conocí en un café. Usaba lentes y pulóver con el logo de los Rollings Stones. Me senté en una mesa cercana y con el rabillo del ojo, de forma disimulada, vi que estaba leyendo. Un poco más indiscreto, quise saber el título del libro que atrapaba su atención, y me asombré al ver que era La Tregua, de Benedetti: un gusto curioso e increíble a la vez.

Ella descubrió mi maniobra y con un gesto me invitó a su compañía. Pidió otro café, también para mí. Me miró a los ojos y con naturalidad comenzaron a brotar infinitos temas que nos mostraron cuánto pertenecíamos al mismo universo. Al poco rato nos reímos de cualquier tontería y fue ese el primer flechazo porque su sonrisa era muy linda y espontánea.

Pero algo no estaba bien. Sentía como un presentimiento extraño: algo ajeno y mucho más fuerte que la primera atracción. Decidí ignorarlo e intercambiamos nuestros datos para fomentar una amistad.

El segundo encuentro fue un paseo por la zona antigua de la capital. ¡Qué alegría tan linda desde que nos divisamos! Nuestros pasos entretenidos nos llevaron al malecón. Tiempo y espacio se perdieron, y solo existían nuestras voces en perfecta resonancia en sabe Dios qué lugar del universo.

Fuimos dos almas atrapadas en conversaciones terrenales: trabajo, familia, entretenimientos, viajes… Las frases despertaban tanta admiración mutua, que provocaron el deseo incontrolable de un primer beso de amor.

Fue un momento perturbador. Ella sacó un libro de su bolso, abrió la primera página, garabateó una dedicatoria larga e incomprensible y me lo regaló justo antes de cruzar la avenida y perderse en una esquina. Pasé toda una semana tratando de entender aquella deformada y enredada caligrafía…

Mi intuición reiteraba sus señales de alarma, pero ya no lograba dejar de pensarla, y hallamos el modo de expresarnos un gran cariño mutuo, aun cuando avizoramos que esa inocente historia llegaría muy rápido a su fin.

Ese final no estaba en nuestros pensamientos conscientes… No, no estaba. Hasta el día en que tuvimos una conversación sincera, dolorosamente íntima; y aunque quedó claro que ella no podría corresponderme, dejamos fluir nuestros sentimientos, soltamos nuestros cuerpos al placer de la pasión y disfrutamos el escaso privilegio de dialogar dos almas iguales, que cada vez se fundían más en una profunda admiración.

Ella no era de aquí, y una noche llegó la inevitable despedida. Lloramos, y los cuerpos se fundieron en un solo abrazo, un solo suspiro, un único adiós…

¿Un adiós, dije? Aquella no fue una verdadera despedida. Aunque nos dijimos amigos, no pudimos sostener esa amistad de forma pública porque la pasión nos delataba. Probamos a alimentarla con videollamadas furtivas que nos permitieron experimentar un adorable éxtasis, pero esos chat se fueron apagando porque encendían la angustiante necesidad de un próximo encuentro, un deseado intercambio carnal.

Aunque intentamos hablar como antes de los hechos comunes, siempre afloraba la idea de coincidir en cualquier lugar del mundo donde, por gestiones familiares o de trabajo, pudiéramos viajar al mismo tiempo y regalarnos una tregua, una instante de reposo para fundirnos nuevamente…

Esta es una historia de final abierto. Una suma de “tal vez…” y “si pudiera…” que bullen silenciosos mientras vivimos esta vida que llamamos real. A veces me pregunto: si volvemos a vernos, ¿seremos los mismos? ¿Cuánta pasión sobrevivió al paso del tiempo? Entonces busco el libro y me sumerjo en su poema, protegido de indiscretas miradas por esa críptica escritura que solo la paciencia de un amante frustrado logró descifrar:

Tu palabra flota, evitando el límite.

Lo roza, finge que lo olvida…

Un sonido indiferente

oculta los deseos que delatan tu pupila

mientras juega a ser impenetrable.

El instinto se ahoga,

añora salidas,

las presiente anhelantes

tras el miedo que acecha mis descuidos:

espasmos de conciencia reprimida.

Hoy me envuelve el aroma de tu sombra,

me estremece sin tocarme,

y tu mirada se insinúa

evocando recuerdos de caricias furtivas,

de anhelos sublimes,

de dudas embriagadas.

El eco cercano de tus pasos

despierta el presagio que recorre mi piel.

Se encuentran las miradas,

se conectan las almas,

se rozan las manos y hasta un beso…

Tal vez.


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...

Se han publicado 1 comentarios


Maura
 13/12/22 20:46

Que bien quedó eso ni Gabriel lo hubiera ligrado un aplauso para los q te ayudaron

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