Lo primero es que después de un 31 de diciembre, en la Cuba de los amorosos y revoltosos fines de año, usted no debería despertar para leer esto, ni nada. El primero de enero quizás debería ser el día de la resaca, del "no despertar".
Uno intenta racionalizar todas las ecuaciones y tal vez en eso falla, máxime cuando desde hace décadas algunos de nuestros pensadores más lúcidos aluden a la irracionalidad de este mundo latinoamericano, de este mundo tercermundista, como nuestra gran virtud y defecto, lo que presuntamente nos jode pero que, en definitiva, más allá de nuestro entendimiento mismo sobre nosotros, nos salva.
Las experiencias de un 31 de diciembre en Cuba resultan tan contundentes y mágicas, que parecería que el día primero del mundo que se renueva, dicen; debería ser un día de silenciosos, un día en blanco, en negro, nulo...
El perro orinando de madrugada sobre las vicarias, abrazar a la hermana de mi abuela que hace años no abrazo y sentir que estoy abrazando a mi abuela muerta, que hace años no abrazo; que mi primo sea capaz de "curar" carburadores, inventarse vehículos de trastes viejos y curar empachos y descubrir que esas cosas no las enseñan en la universidad; descubrir también que el puerco alimentado con las sobras de comida de todos en el barrio es comido, más tarde, por todos los del barrio que dejaron las sobras.
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Que le pidan a Olofi las prosperidades que nos debemos mientras levantan la copa de vino que, explican, es la sangre de Cristo; que se te salgan las lágrimas porque una vieja te habla de su hijo en Angola, de ella aquí, de que a punto de darle el tiro de gracia no se lo hayan dado, de que haya estado desaparecido por meses y no muerto, de que mi hijo puede morirse pero después de que se mueran los hijos de todos los papás y cuidado... coño, cuidado, que yo soy más revolucionaria y fidelista que tú y que la madre que te parió y "quién carajos serás para decirme que no puedo volverme loca si todos los cálculos indican que me mataron al niño, en aquellas tierras olvidadas por Dios, por Olofi. Loca y bien. Loca o nada. Madre yo, patria yo, matria, te di al niño, va a morir, vivirá, no sé, pero no me pidas que me quede cuerda.
África nos atraviesa la sangre y la historia reciente, África... el misterio del orgullo, del dolor, la fe...
Abrazarse a las doce, una rumba, un villancico, un tarareo, caminar de punto a punto la ciudad, hablar de las potencialidades emancipadoras de una pornografía que no existe, y retírese y discutir las posturas del compañero y no mencionar al enemigo y discutir e irse en risas por la borrachera y no saber bien de lo que están hablando y el perro otra vez meando las vicarias, al paso del mundo mejor que queremos parir, por el que vamos a matar y morder y el mundo... que complicado el mundo y complicado uno mismo que esta borracho y no se entiende, pero que anda cuerdo y se entiende menos todavía.
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Entonces piensa que no hace falta antropologizar las dudas, piensa que quizás alcance con reconocer que las cosas son más duras y difíciles que lo que nos contaron, que el 31 de ningún mes te va a arreglar la vida, pero que es saludable para el destino no dejar de intentarlo ningún primero del mes que sea, que al final no importa tanto, porque la vida sigue y camina, sigue... sin mirar el almanaque que acabó inventándose la puerta.
Y nada... que hemos ejercido, por unas horas, la felicidad.
Miguel Ojeda
31/12/23 15:47
SIÉMBRATE CON CAMPANAS. Más que al último, anuncias del primero la llegada. Eres Cosmos en el puño amigo, promesa de mañana ya esperada. Treinta y una sombras que te callas; en tu noche, la alborada. ¡ No culpes a sombras de tus dudas: siémbrate con campanas, siémbrate con campanas, siémbrate... con campanas ! Miguel Ojeda. Distinción Por La Cultura Cubana. Laureado de la cultura. Artista De Mérito del ICRT. Sello Centenario de la Radio Cubana. Miembro de La UNEAC.
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