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sábado, 23 de noviembre de 2024

Un niño ahogado en una choza o la metáfora de la lluvia

El agua tiene que correr a alguna parte y, en ocasiones, el mar queda demasiado lejos. Por el camino pasan cosas que luego la prensa, si se entera, convertirá en números para que en Alemania alguien sospeche que, como de costumbre, los asuntos en África no andan bien...

Mario Ernesto Almeida Bacallao
en Exclusivo 26/02/2023
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Inundaciones en Maputo
Inundaciones en Maputo

A las doce de la noche, un poco antes, puede que algo después, rompió la lluvia. Otra vez la lluvia que hace unos días parecía impensable y que ahora tiene la ciudad tomada o casi, como si hablásemos de una guerra en sus últimos momentos, llena de “combates” que se sabe cuándo empiezan, porque los techos de cinc hacen saltar la alarma, pero nunca, al menos no exactamente, cuándo acaban.

En estos días de aguaceros terribles siempre quedan gotas escondidas en los framboyanes, en los aleros de los edificios, en los cables y hasta en las plumas de los cuervos, gotas que se van turnando y caen de apoco, sin tregua, como para que Maputo permanezca desconfiada hasta que aparezca el próximo aluvión.

No solo Maputo está bajo las aguas. En el mapa meteorológico que los celulares muestran por defecto, de esos que piden activar el GPS para ubicar tu tormenta, se muestra todo el este del África austral bajo nubarrones verdosos con salpicones de amarillo y rojo.

Bajo nubes verdes: Lesoto, la parte oriental de Sudáfrica, Esuatini y algunos trozos de Zimbabue; bajo verde, rojo y amarillo el sur de Mozambique.

No resultan datos menores. En las islas, lo que ocurre en el territorio vecino es una suerte de alerta, un “quizás también me pase a mí”; nunca el río que se desborde en Puerto Rico afectará las siembras de Dominicana y, si un terremoto afecta Port-au-Prince, quizás se sienta un poco en Guantánamo, pero la tierra que se deslave de una montaña en La Española no le destrozará la casa a un campesino de Cuba.

En el continente las leyes resultan distintas y tal vez más implacables. En estos inmensos macizos de roca y tierra, donde en breves kilómetros pueden entrecortarse las fronteras de tres, cuatro o más países, la suerte de tu vecino, más que cercana, se antoja contagiosa, epidémica, y lo que ocurre allá o acullá te desgarra aquí.

Si en Sudáfrica no resisten más los embalses y para aliviar abren compuertas, en Maputo puede morir un niño ahogado dentro de su choza.

El agua tiene que correr a alguna parte y, en ocasiones, el mar queda demasiado lejos. Por el camino pasan cosas que luego la prensa, si se entera, convertirá en números para que en Alemania alguien sospeche que, como de costumbre, los asuntos en África no andan bien.

No solo se trata de que el efecto dominó tenga una fila más larga de fichas, sino de que las fichas son más pesadas en la continentalidad, las fuerzas más telúricas, la suerte más implacable, más definitiva.

África tiene ese hábito de golpear fuerte o, mejor dicho, ese hábito de ser golpeada y la lluvia que revuelve —cuando cae y mientras se escurre— los destinos de un puñado de naciones es tan solo una metáfora, una cruda metáfora, de las múltiples tragedias que aquí se comparten, como la saliva envenenada de un beso enfermo.

La malaria, la tuberculosis, la lepra, el VIH, la sífilis, también como la lluvia, caen, se escurren, se revuelven… con toda la furia que algunas continentalidades exigen.

La madrugada anterior empezó a llover y no paró hasta la tarde ¿la noche? Jamás se sabe con exactitud. La lluvia de esta se extenderá sabrá Dios hasta cuándo, correrá sabrá Dios hasta dónde y le fracturará la vida sabrá Dios a quién. El “porqué”, así de pronto, se vuelve una pregunta demasiado incómoda.

11 de febrero de 2023

En las últimas semanas, Mozambique ha sido escenario de inundaciones causantes dem, al menos, 13 muertes, y millares de familias sin hogar. La muerte por inundación puede significar varias cosas: que moriste ahogado mientras dormías, que una pared te calló encima al derrumbarse, que hace horas no encuentras a tu hijo pequeño y no sabrás jamás qué fue de él, que intentando escapar de tu casa anegada te devoró un cocodrilo… Todo esto ha pasado en las últimas tres semanas. (26 de febrero/volvió a llover)


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana


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