El domingo por la tarde hice una visita en Santos Suárez. Realmente era la primera vez que estaba en ese barrio. Salimos después de un aguacero, apuradas, para que no “nos cogiera” la tormenta que habían avisado.
Regresamos a tiempo. Apenas pusimos un pie en la casa comenzó a llover tan fuerte, que por un momento me sentí partícipe de eso que llaman “el diluvio universal”. Comenzó de repente un viento fuerte y me asusté. Recordé aquellos días del huracán Irma cuando las ventanas de mi casa hacían un ruido espantoso, como si quisieran desprenderse de todo.
Llamé a mi casa en Matanzas. Una voz al otro lado del teléfono sonaba inquieta, y me hablaba de alertas informativas en el noticiero. Yo intentaba calmarle, era solo una tormenta.
La luz de las velas nos aburría y decidimos acostarnos. Todo estaba oscuro, y el gruñido del viento solo me filtraba el ruido de las sirenas. Eran más de una, y muy seguidas. Aquello empezaba a inquietarme desde la cama.
Entonces sobrevino la calma. Se hizo la luz –eléctrica y solar– y pude ver algo de noticias. Tristes las imágenes, y triste La Habana. Acomodé unas cosas fuera de lugar en casa y salí rumbo a la oficina.
–¡Un tornado, tres muertos y varios heridos! – Gritaba un vecino incrédulo a otro en una esquina. Esta vez no jugaban dominó. Esta vez estaban alarmados.
Sí, un tornado había dejado a oscuras a la Ciudad Maravilla. Había arrasado con casas y poblados, pero no podía arrebatarle el aliento. Para nuestra suerte, en el Centro de Información para la Prensa los daños fueron mínimos. A una de nuestras trabajadoras el viento solo le rompió una ventana, y otros habíamos amanecido sin corriente. La mayoría de nosotros, como el resto de la población acababa de conocer lo sucedido.
Decían mis maestros de periodismo que los momentos excepcionales y críticos constituyen la prueba de fuego de los periodistas que se acaban de graduar. La sensación que deja una catástrofe, cuando menos, es de inmovilidad. Atentos a cada parte y a cada dato ofrecido por la población, la defensa civil y los dirigentes del país, logramos conformar un trabajo de periodismo de datos. Buscamos cómo se forman los tornados y cuántos habían ocurrido en La Habana, pues lo que había sucedido ante nuestros ojos, era insólito.
Los sitios de redes sociales comenzaron a movilizar a cientos de personas, que en otras ocasiones se han movilizado también, pero esta vez ha sido más evidente, visual y palpable. Ha sido hermoso y alentador ver a estudiantes, artistas y organizaciones de masas planificando cómo van a distribuir las donaciones, recogiendo escombros y sumándose a la causa. Esta es Cuba y así siempre ha sido su gente.
Nosotros también nos hemos organizado, y es muy probable que cuando usted esté leyendo esta Incubadora, estemos todos en Regla, Luyanó, Santos Suárez, Guanabacoa o cualquier otro sitio afectado. Llevamos en la mochila ganas de hacer, amor para dar y brazos para ayudar. Espere muy pronto nuestra historia.
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