Las niñas que nos hacemos madre

De niñas tuvimos muñecas de varios tamaños y casitas construidas con nuestros propios recursos. Jugamos a ser maestras, enfermeras, abogadas, amas de casa, madres... Vivimos los tiempos de soñar con aquella fecha en que un misterioso fotógrafo pasaba por la escuela para tomarnos una foto, que luego él pegaría a una postal con el típico cartelito de “Felicidades mamá”. Las de mayores posibilidades se hacían la foto a color; mientras que la mayoría en blanco y negro. Por años, ese fue nuestro regalo más habitual para mamá.

De pequeña, imaginar el Día de las madres era para mí soñar con regalo, reacción de mi madre, pose para la foto, esfuerzos para portarme mejor y una larga lista de aspectos que se resumían en “pensar en mamá”. Ahora no creo  en las fechas, pero un no se qué dentro me hace mirar a las madres contemporáneas conmigo. Quizás las mismas que de niñas se tomaban fotos idénticas a las mías, con el cartelito “Felicidades mamá”.

Hoy por ejemplo se me ocurre pensar en alguien. Voy a dar algunas pistas: tiene 26 años, de niña jugó a ser periodista, y está en espera de su primer hijo. Es trigueña, “guapea” en las redes sociales y ha asumido el reto enorme de impulsar una revista que se viste de verde y azul.

Está viviendo la emoción de un test que da positivo, el ultrasonido que anuncia un varoncito; la alegría de las primeras cucharitas y sabanitas para acurrucarlo. Está soñando el futuro cuarto de su hijo, el color de pelo, de ojos, el carácter…Está sintiendo las pataditas, los movimientos, los latidos. Y ya la vemos tocar su barriguita, comer sano para no dañar a su niño, pensarlo, imaginarlo. La vemos jugar a ser madre, y el amor contagia nuestra redacción. Maite es el fueguito más fuerte de nuestra Cubahora, y ya me llenan sus ganas de ser mamá.