Aquella primera tarde, antes de entrar en explicaciones y anécdotas, aquella mujer sentenció la principal de sus lecciones como profesora. Vivir para el periodismo y no de él. Así de tajante y directo, con voz melodramática y seca. Habló también de emociones, de disgustos y de desvelos.
Pero no habló nunca de cómo la familia se apropiaba de aquello y hacía suyo el proceso, o el resultado final, con emociones y desvelos y todo incluido. Cinco años después, les puedo escribir esta historia.
La primera vez que publiqué un artículo lo hice en el periódico Girón de Matanzas. Me pidieron una crónica y yo escribí un cuento. Lleno de adjetivos, aquello me quedó tan dulce que daba caries. Pero mi mamá anduvo una semana con el ejemplar en el bolso mostrándole a sus compañeros de trabajo y a los vecinos, que ya yo había hecho mi primera publicación. Mi papá lo recortó y se lo hizo llegar a mi tía y mi abuela que estaban a 90 millas.
La historia se repite, incluso con mi hermana que ha decidido estudiar el mejor oficio del mundo.
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Liz siempre quiso estudiar periodismo. Su primer acercamiento con el mundo de la prensa lo tuvo aquella vez en la secundaria, cuando envió una carta al diario Granma. La misiva hablaba de la juventud, y de cuan perdidos o encontrados estábamos.
La carta se publicó, con respuesta de la dirección incluida. Efecto dominó. El papá de Liz recortó el periódico, lo plasticó y anduvo por un tiempo con aquella joya entre manos, mostrándoles a todos que su hija, algún día, iba a ser escritora. Y mire usted, como un presagio la niña le cumplió el sueño.
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La historia de Giselle y Laydis ha sido similar. Giselle lo supo desde aquel día cuando presentaba la tesis de licenciatura frente a un tribunal y su papá, desde el público, lloraba de emoción. Así han aplaudido todas las “victorias periodísticas” y acompañado en los momentos de desvelos y coberturas difíciles.
Todas y cada una de estas personas que he mencionado hasta aquí esperó en algún momento, que la niña periodista saliera en la televisión. Pero todas y cada una de estas niñas se decidió por la prensa digital, esa que llegó para reinventar el periodismo y sus formatos tradicionales.
Entonces comenzó la alfabetización digital. Crear cuentas en Facebook, enseñar en qué consiste este o aquel botón, qué es un link, cómo encontrar tal o mas cual trabajo en Google, así como dejar comentarios en el sitio. Encauzar las batallas en el ciberespacio, prevenir infartos, depresiones, la hipertensión, evitar las cadenas….
Así, una se los encuentra una a diario compartiendo, comentando y repartiendo likes. Al punto de que Facebook los da ya como fanes destacados. Y sonríes para tus adentros y sabes que por un momento, los procesos educativos empiezan a ser bidireccionales, que como dicen por ahí, un día terminas siendo la madre de tus padres, al menos en este sentido.
Imaginen cuando la primera llamada telefónica del día es para corregir un término que te descuidaste, una coma mal puesta o una oración que no se entiende. Cuando comienzas a moderar comentarios en el sitio y te los encuentras ahí, con nombres, apellidos y correos electrónicos completos, o los descubres tras un pseudónimo, porque ya les has dicho que le den suave, que te da pena.
Pero en el fondo sabes que es el síntoma del orgullo ajeno, más contagioso que la gripe y que el propio coronavirus. En el fondo te sonríes, agradeces el apoyo y ese brazo incondicional que desde cualquier rincón del país te da unas palmaditas en el hombro y te empuja a seguir.
P.D: seguro cuando lean esto ya habrán hecho la felicitación correspondiente al colectivo de Cubahora, por el Día de la Prensa Cubana.
ele
14/3/20 8:45
Poner ante otros la verdad de la vida, presente o pasada y especular del futuro, es noble tarea que cumplen con esmero. Ser objetivo y certero, directo y respetuoso, son cualidades innatas del verdadero PERIODISTA. En día como esté reciban las felicitaciones de sus lectores. !Felicidades!
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