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viernes, 22 de noviembre de 2024

El Aleph y su infinito universo (+Pdf)

Un pequeño análisis del orientalismo en ese libro de Borges...

Laydis Soler Milanés
en Exclusivo 04/03/2019
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El Aleph
orges en el Aleph presenta el tiempo como circular e infinito, sin principio ni fin (Foto: Amazon)

En El Aleph del argentino Jorge Luis Borges, libro publicado en 1949, convergen los fantástico y lo real. Los diecisiete cuentos que lo conforman nos llevan a diferentes mundos donde la historia, la mitología, lo místico, lo árabe y lo oriental se entrelazan para crear narraciones sorprendentes, que nos hacen reflexionar sobre cuestiones existenciales desde la filosofía predominantemente idealista del autor.

Filosofías y religiones orientales en El Aleph

La filosofía y creencias orientales, principalmente el budismo y el brahmanismo también son parte esencial de la literatura de Borges. De ellos toma el principio del tiempo circular basado en el ciclo de las transmigraciones y la idea de que cada cosa tiene contenido dentro de sí al universo, que a su vez las contiene a todas. El individuo y el universo son lo mismo, son una unidad. Por lo tanto una persona es todas las personas.

 Esta última idea es la base del cuento El Inmortal. Los diversos personajes de diferentes épocas hacen alusión a la transmigración, cada uno de los inmortales ha tenido un número infinito de vidas. El narrador – personaje también hace referencia a ley del karma: “Por sus pasadas o futuras virtudes, todo hombre es acreedor a toda bondad, pero también a toda traición, por sus infamias del pasado o del porvenir”.

 En general, para los hinduistas y budistas los seres tienen un ciclo de vidas infinito, el Samsara, el cual está definido por su karma y solo termina con la unión de estos con el universo, dejando de ser individuos para convertirse en el todo.

“El karma es la obra que incesantemente estamos urdiendo; todos los actos, todas las palabras, todos los pensamientos -quizá todos los sueños- producen, cuando el hombre muere, otro cuerpo (de dios, de hombre, de animal, de ángel, de demonio, de réprobo) y otro destino. Si el hombre muere con anhelo de vida en su corazón, vuelve a encarnar; es como si, al morir, plantara una semilla”, explicaba Borges en un ensayo sobre el budismo.

Borges en el Aleph presenta el tiempo como circular e infinito, sin principio ni fin. En el Inmortal los hombres viven experiencias que ya han vivido otros, pues en el eterno ciclo ya no hay nada nuevo ni ideas originales.

Tzinacán y el aniquilamiento del Yo

El principio budista del aniquilamiento del Yo aparece en La escritura del Dios, cuento ambientado en alguna civilización antigua de Latinoamérica, tal vez maya o azteca, donde la religión y el pensamiento tienen similitudes con las del Lejano Oriente y la India.

 El protagonista y narrador, Tzinacán, mago de la pirámide de Qaholom que se encuentra prisionero dentro de ella, inicia una búsqueda de la sentencia mágica que su dios escribió el primer día de la Creación. Este sabio mediante una especie de meditación ascética descubre que el misterio reside en las rayas del tigre que estaba en la celda continua.

Tras un tiempo de estudio y meditación sobre las manchas logra descubrir la escritura sagrada a través de un proceso de exaltación mística. Este despertar del personaje recuerda al nirvana budista o la moksha hinduista, que son, a grandes rasgos,  la libertad del ciclo de las transmigraciones al notar que el mundo es ilusorio y el rechazo de la individualidad para confundirse con el todo.  Algunas culturas lo describen como una llama que se apaga, la llama es el Yo y su deseo y sufrimiento.  El Yo deja de existir, se es nadie y se adquiere todo el conocimiento trascendental.

 Tzinacán relata su experiencia: “Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que formaban una sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre”.

 El sacerdote del cuento vive una experiencia similar a la iluminación de Buda. Ve las causas y los efectos, el ciclo de las transmigraciones.

 Cuando aprende las palabras divinas no las utiliza para hacerse poderoso y escapar, pues todo anhelo y dolor habían desaparecido de su conciencia al fundirse con el universo, Tzinacán había eliminado todo su sufrimiento mediante el despertar místico.

La totalidad de las cosas

 El cuento El Aleph, del que el libro toma su nombre, es otro que tiene una fuerte influencia de las culturas orientales y de la Cábala. De hecho, aleph es la primera letra hebrea, significa inicio y para los cabalistas representa el nombre del Dios del Mundo.

 El cuento tiene un matiz fantástico, pues en medio de esa realidad mundana aparece un objeto ficticio, el aleph, que Borges-personaje encuentra en casa de un amigo. El objeto (Borges lo describe como una esfera tornasolada) es según el autor el punto en que convergen todos los puntos del universo.

Borges como en otro cuento, El Zahir,  también defiende la idea que la totalidad de las cosas. Él mismo hace referencia explícita a esta dentro del cuerpo del texto: “(...) para significar la divinidad, un persa habla de un pájaro que de algún modo es todos los pájaros; Alanus de Insulis, de una esfera cuyo centro está en todas partes y la circunferencia en ninguna; Ezequiel, de un ángel de cuatro caras que a un tiempo se dirige al Oriente y al Occidente, al Norte y al Sur”.

 Otra similitud con otros cuentos es que en El Aleph al igual que en La busca de Averroes se considera que el lenguaje es incapaz de explicar lo vivido y que como Tzinacán en La escritura del dios, Borges personaje experimenta una vivencia similar al nirvana de Buda, pero en esta ocasión a través del aleph.

Borge personaje relata: “(...) vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena” “(...)vi la circulación de mi oscura sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, y en la tierra otra vez el Aleph y en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo”. Al igual que Tzinacán, Borges ve simultáneamente  todo lo que existe, sin embargo, a pesar de la experiencia, Borges no alcanza la iluminación, su actitud es la misma que antes del suceso.

Poco después de observar a través del aleph el narrador autobiográfico temía que no quedara una sola cosa capaz de sorprenderlo. Sin embargo, al pasar el tiempo empezó a olvidar.

  Algunos autores coinciden en que el cuento tiene elementos comunes con La divina comedia de Dante porque Borges habla de Beatriz Viterbo como Dante de su Beatriz. Ambas son idealizadas al extremo y son adoradas por los protagonistas como si fueran diosas.

 El cuento The Crystal Egg de H.G Wells, según las palabras de Borges en el epílogo, sirvió de inspiración para el El Aleph. En el relato de H.G Wells también aparece un objeto fantástico con el cual se puede observar algo fuera de la realidad, lo que en ese caso es un huevo de cristal.

La magia del libro El Aleph hace que el universo pueda estar contenido en pequeños objetos, pues “el todo no es mayor que alguna de las partes”. Así que el libro por la diversidad de sus temas podría ser un aleph por sí mismo, una pequeña pieza de literatura en la que convergen todos los puntos de un  infinito universo lleno de enigmas.

Puede descargarlo aquí (Pdf de 458 KB)


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Laydis Soler Milanés

Periodista, amante de la literatura y de la buena música.


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