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sábado, 23 de noviembre de 2024

Minicuentos cubanos ganadores de El Dinosaurio

Regresan los minicuentos a Libromanía, esta vez con los ganadores del Concurso El Dinosaurio de 2020, convocado por el Centro Provincial del Libro y la Literatura de Sancti Spiritus y el Instituto Cubano del Libro ...

Laydis Soler Milanés
en Exclusivo 11/01/2021
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Los ganadores del XIII Concurso de Minicuentos El Dinosaurio pudieron optar por un Gran Premio y varios premios colatorales

CAMOMILA

(Gran Premio El Dinosaurio 2020)

Por: Andrés Cabrera
 
Con solo siete años voy a despedir a mi abuela muerta. Entro a su habitación, y vestida de negro la encuentro tendida sobre la cama. Una cama negra, las paredes negras, el suelo negro, las ventanas siempre cerradas. «Nunca entran verdaderas luces a la casa de los ricos», me había dicho; pero no estoy solo en este lugar, aquí está mamá, también vestida de negro, sentada en la vieja silla del tapiz floreado; y el tocado, también negro, sobre el cabello.
Aferrada con ambas manos del rígido brazo izquierdo de la abuela mi madre bebe el té, sosteniendo, con mucha habilidad, una fina taza de porcelana con el pie derecho; y tras un ligero sollozo, suelta una carcajada. Luego se llevaba el pie hasta la boca, y contoneando el pulgar, se da un trago. «Ven, acércate. Ven, ven», y yo voy y me acerco; y mi madre se aproxima y eructa sobre mi cara el olor a la manzanilla fresca; y va y se inclina lentamente sobre el rostro de la muerta y la huele profundamente. Recorre el semblante de su madre con la nariz, hasta que llega a la oreja izquierda: «Ahora esta casa es mía, ¿me oíste? Todo esto es mío», y pasa su lengua por sobre el arete de perlas enganchado a la oreja, y se lo traga. «Delicatesen», me dice, y se ríe; y yo la miro con mucho amor. Y volteo la cabeza y observo nuevamente a la abuela, quien ahora es mi madre tendida sobre la cama; y vuelvo a mirar hacia mi madre, quien ahora soy yo entre sus vestidos; y sosteniendo la misma taza con mi pie derecho, la llevo hasta mi boca; y me acerco a la cara de siete años parada ante mí y eructo sobre ella; y puedo sentir al mismo tiempo la sensación de eructar y el olor a la manzanilla. «Se dice camomila, que es más fino», me hubiera rectificado la vieja; pero ella ya no es dueña de esta casa.
 

AMNESIA

(Premio Somos Jóvenes)

Por: Por: Karen Fowler Berenguer

Michelle tenía solo 7 años cuando se lo dijo a todos en su barrio, se lo comentó también a mami, papi y los abuelos. En las escuelas redactó composiciones, realizó dibujos y, en algún que otro matutino, recitó poemas al respecto. Cuando la adolescencia arribó se volvió su cruzada personal y libros fueron devorados, maestros interrogados, nubes estudiadas, parques recorridos ¡Ido-Ida-Idos-Idas-Ando-Endo! Para el momento en que los veinte años tocaron a su puerta las burlas, incomprensiones, cinismo, derrotas y decepciones habían surtido efecto: en su memoria no quedaba huella del duende de la barba azul.

El DICCIOSAURIO

(Premio Edixiones La Luz)

Por: Héctor Luís Leyva Cedeño

Mi hermanito Ulay volvió muy contento. Era la primera vez que él iba solo a la Feria del Libro, como mis papás están siempre ocupados y yo tengo un yeso en el pie. Además, las carpas estaban a la vuelta de la esquina:
―¡Compré historietas, barajas y libros de colorear. Pero no olvidé lo que me pediste —aclaró y respiré aliviado de que no gastara mis ahorros en chucherías—. ¡Traje el dinosaurio que me pediste! —Anunció satisfecho y de inmediato supe que algo andaba mal—. Me dio mucho trabajo, pero lo encontré. Suerte, porque era el único.
—¿No puedes hacer nada bien? —Grité molesto desde la planta alta—. Te pedí un diccionario, no un dinosaurio.
—Estoy seguro de haber escuchado DI-NO-SAU-RIO —explicó con firmeza.
—Entonces eres sordo, porque yo dije clarito: DIC-CIO-NA-RIO.
—Bueno —argumentó restándole importancia—, un dinosaurio es más divertido. Este te va a encantar. Baja para que lo veas.
—No iré a ver un muñeco o una bobería de origami. Devuélveme mi dinero.
—¿En serio, no lo quieres? —Preguntó con voz anudada, pero mi silencio fue definitivo—. Perdona a mi hermano, a veces es así. Eres un dinosaurio fantástico. Mereces alguien mejor. Vamos, te devolveré a la tienda —balbuceó apenado. Casi me tira de la cama el retumbar de los pasos del enorme reptil, que doblaba en la esquina, de la mano de Ulay.
 

EMIGRACIÓN

( Premio AHS Y Premio Alma Mater)

Por: Legna María Caballero Pérez

El pulóver gris, el pantalón, la camiseta blanca…
―¿Y a María Eugenia?
―Ahora no cabe, me la llevo después.
El cinto carmelita, el abrigo rojo, la revista de…
―Oye, ¿y a tu mamá?
―Ahora no cabe, me la llevo después.
El pasaporte, el seguro, los documentos de…
―¿Y tus sueños?
―Ahora no caben; allá yo compro más.

BEST SELLER

(Premio La Jiribilla)

Por: Alexis Reynaldo Rodríguez Barlet

Una serpiente interminable, a punto de atacarlo. Eso le pareció la fila a J.B. Lentamente abrió el volumen, la estilográfica dibujó una elegante curva en el aire; comenzaba la fiesta de las dedicatorias. Una joven de cabello sorprendentemente negro, verdes ojos de almendra, universitaria. “Ana María, ojos como el mar, para ti el primero”. Bella sonrisa. No muy lejos podría estar el amor. Un soldado del servicio militar. “Con afecto J.B”. Obrero con overol de mecánico. Sonrisa franca. “Cariño y respeto de J.B.” Escribes, ¿no? Eso se ve. “Para José Alberto, un escritor en ciernes, los más grandes deseos de que triunfes, J.B”. J.B, J.B y J.B. Se acabaron los ejemplares. Trajeron más. J.B; tan solo firmaba, no había tiempo, la serpiente se tragaba cajas de libros, engordaba y crecía hasta el final de la plaza… J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B… se le nublaba la vista, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B, J.B… le dolían las nalgas y sentía el torso cansado… J.B, J.B, J.B, J.B… tenía el brazo acalambrado y un dolor insoportable en el cúbito y el radio hasta la punta de los dedos… Se agotaron los libros. Quedó todavía un montón de gente que se dispersó cabizbaja. Amaneció. La plaza se diluyó entre sombras. Ante J.B tomaron cuerpo las paredes de su cuarto. Se estiró, se frotó los ojos, sonrió satisfecho. Ahora solo le faltaba escribir el libro.

DESTELLOS

(Mención)

Por: Brandon Rodríguez Pérez

Todo era oscuridad. Una pequeña luz despertó, tímida. Y las tinieblas cesaron. La luz adquirió mayor fulgor y centelló plenamente durante segundos. Al cabo de un breve tiempo su intensidad fue menguando: volvía a ser pequeña, tímida. La luz se apagó. Todo fue oscuridad.
―Eso es la vida ―dijo la luciérnaga.


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Laydis Soler Milanés

Periodista, amante de la literatura y de la buena música.


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