lunes, 6 de mayo de 2024

¿Cómo mantener seguros a hijos e hijas?

Pensar en todos los peligros que podrían dañar a nuestros pequeños puede abrumarnos; pero, sin hacerlo obsesión, hay medidas sencillas que nos pueden garantizar buena parte de su seguridad…

Yeilén Delgado Calvo
en Exclusivo 28/10/2023
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Puertas de seguridad infantil
Los niños tienen el instinto natural de explorar, es deber nuestro mantenerlos seguros y enseñarles a hacerlo. (Tomada de Bebés Primero)

Ningún niño es igual a otro. Por ejemplo, mi hija mayor es en extremo precavida: no se atreve a cruzar la calle si antes no le damos la mano; por lo general rechaza toda actividad peligrosa, y no le gusta alejarse de nosotros fuera de casa.

Mi hijo, por el contrario, es impulsivo e imparable: corre por la acera, se trepa a lugares sin permiso, trata de alcanzar objetos peligrosos… todo un desafío. Y, sin embargo, en ningún caso es sano bajar la guardia; un día encontré a mi tranquila niña subida a lo más alto de la reja del portal.

Como madres, padres o cuidadores, una de las mayores preocupaciones es mantener a los pequeños bajo nuestro cuidado, sanos y salvos. No es trabajo fácil, los niños de corta edad no conocen el peligro y no han desarrollado todas sus habilidades físicas y mentales. Por eso, es responsabilidad nuestra establecer medidas que nos ayuden a lograrlo.

Según recomiendan las asociaciones de pediatría y otros sitios especializados, lo primero es supervisar activamente: poder verlos y alcanzarlos en todo momento, dentro de casa y fuera. Un error fatal puede ser confiar (ojo: estamos hablando en esta ocasión de las primeras etapas de la infancia), los niños son curiosos y aventureros, y puede que lo que nunca se les haya ocurrido, lo ideen en un segundo.

Por eso, es peligroso creer que no van a salir del portal, que no se van a asomar a la piscina, que no van a subir la escalera, que no van a meterse a la boca ese juguete minúsculo, porque les dijimos que no, o porque nunca lo han hecho. De ahí la necesidad de crear espacios seguros para el juego, de donde no puedan salirse a la calle o alguien llevarlos, sin objetos peligrosos y lo suficientemente cerca para que podamos establecer contacto visual o escucharlos.

No deben estar a su alcance elementos filosos, cortantes o puntiagudos, ni sustancias tóxicas o medicamentos, cosas pequeñas que supongan riesgo de asfixia, y ni siquiera cubos de agua llenos o que ellos puedan llenar, porque la posibilidad de ahogamiento es real. Tampoco deben estar en la cocina mientras se usa.

En Cuba, debido a la seguridad que caracteriza a nuestras comunidades, somos más que confiados. Con frecuencia, niños muy pequeños juegan en la calle y en casas ajenas, sin supervisión alguna. Las consecuencias pueden ser fatales… basta tener un poco de mala suerte.

No obstante, no se trata de criar niños miedosos ni prohibirles toda libertad o movimientos, sino de adelantarse a los riesgos: madre precavida vale por dos. Y aunque una parte importante la jugamos nosotras, también hay que educarlos en esa cultura de la prevención.

Por eso, hay que enseñarles sobre la seguridad peatonal: no se cruza la calle sin el apoyo de un adulto, se mira a ambos lados antes de cruzar, nunca se corre detrás de la pelota cuando esta se va a la vía… Si van a jugar al aire libre que sea en entornos seguros: sin huecos, cables eléctricos, desechos, etc.

Otro de los grandes temores que enfrentamos es que nuestros hijos se pierdan. Un consejo útil es enseñarles su nombre completo, teléfono y dirección desde que sea posible; también podemos poner esos datos en un papelito en el bolsillo de su ropa, o escribirlos en la suela de su zapato, y decirles que si nos pierden de vista se lo enseñen a la persona que lo encuentre; sobre todo si vamos a lugares muy concurridos.

Asimismo, debemos decirle que si se extravía en una tienda u otro local cerrado, nunca salga de allí, que se quede quieto o vaya al lugar concreto que establecieron en conjunto con anterioridad: una puerta, una fuente, un monumento…

Un clásico de nuestra propia infancia era “nunca hables ni te vayas con una persona desconocida”, y sigue tan vigente como siempre; hay que decirles quiénes son los adultos de confianza en su vida y enseñarles a negarse a ir con cualquier otra persona, alejarse y gritar por ayuda.

Todo esto puede parecer muy tremendista, pero no está de más, sobre todo si vamos introduciendo la información poco a poco, sin crearles alarma. Ellos deben saber que somos su “zona segura”, y que pueden contarnos cualquier cosa, incluso y sobre todo, si alguien amenazó con lastimarnos a él o ella y a nosotros si lo contaba.

Ahora que la tecnología está cada vez más en nuestras vidas, nunca es demasiado temprano para enseñarles que no deben hablar con extraños a través de internet, ni compartir fotos o datos personales como el número de teléfono.

De igual forma, siempre es bueno tener fotos actualizadas de nuestros hijos y saber su altura y peso; “lo ideal sería tener una copia de las huellas dactilares de su hijo”, dicen los expertos.

TU CUERPO ES TUYO

Si hasta ahora algunas partes les han parecido cosa de “película americana”, hay un fenómeno que sí forma parte dolorosa de nuestra realidad, y es el abuso sexual infantil. Para prevenirlo, hay que tener en cuenta que la mayoría de los abusos provienen de personas conocidas, e incluso de otros niños; por tanto, lo esencial, una vez más, es la supervisión.

Hay cosas que podemos enseñarles: a nombrar sus partes íntimas por el nombre que tienen; que nadie debe tocar esas partes ni pedirles que toquen las suyas o las de alguien más, ni fotografiarlas; que no está bien guardar secretos sobre su cuerpo, y que pueden contarnos cualquier cosa siempre, porque no nos vamos  a enojar.

Además, deben saber que pueden decir “no” a un adulto o a otro niño que los haga sentirse incómodos, y que deben alejarse y contarlo. De ahí que sea tan importante que no los obliguemos a saludar con contacto físico si no lo desean, ni permitamos que familiares o amigos los sienten en el regazo o acaricien indebidamente.

Que tire la primera piedra quien no haya tenido alguna vez un descuido en su labor de cuidado y no haya pasado un susto de muerte; es parte natural de este trabajo a tiempo completo. Pero no cabe dudas de que mientras más cuidadosos seamos, más seguros estarán nuestros hijos.


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Yeilén Delgado Calvo

Periodista, escritora, lectora. Madre de Amalia y Abel, convencida de que la crianza es un camino hermoso y áspero, todo a la vez.


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