La foto y la resiliencia

Una foto capta el espíritu de estos días. Estábamos en la sala mis hijos y yo. Sentados en el suelo veíamos muñes. A mi hija se le ocurrió hacer la tarea ahí mismo. Le dije que sería incómodo, pero a ella le parecía divertido, así que accedí.

Justo cuando íbamos por la primera línea se fue la corriente. Encendí la linterna del móvil y continuamos desentrañando los misterios de la lectura, la escritura y las primeras cuentas.

Así nos encontró mi esposo e inmortalizó el momento que guardaré como crónica de los días que vivimos.

No son fáciles, no, entre apagones, virosis, y la carestía general de la vida, que nos impone múltiples retos a todos, pero en especial a las madres y los padres, que sabemos que la infancia se vive solo una vez, y queremos lo mejor posible para nuestros niños.

No en cada sitio del país se vive el contexto de crisis con igual rigor, como tampoco en el seno de cada familia, pero quien bien quiere al país y su gente siente cada tristeza como suya. Por eso el natural impulso es brindar la mano en cuanto se pueda, transmitir esperanza, hacer bien lo que nos toca.

En medio de los desafíos, tener la niñez de los hijos bajo nuestra responsabilidad impone no sucumbir ante el enojo, acompañar sus aprendizajes con entusiasmo, buscar alternativas todo el tiempo para llenarles de recuerdos bonitos incluso los días más complejos.

Hasta hoy quedan en mi memoria teñidos de belleza aquellos tiempos de mi infancia, cuando —en pleno Periodo Especial– nos faltaba la corriente, y mis padres cantaban, o hacíamos figuras con la sombra sobre una pared.

Seguro los adultos en casa estaban al límite, yo no lo noté, y lo agradezco.

No es romantizar lo difícil, sino entender que la resiliencia se hace imprescindible para criar con felicidad, aun en esos días cuando supone un esfuerzo supremo. La infancia merece lo mejor que podamos darle, y eso incluye no solo lo material, sino también la atención, el cuidado, la protección... no hay excusa aceptable para descuidar esos deberes.

Esa foto me habla de persistir, en el estudio, en la educación, en formar personas de bien, que puedan mirar atrás con cariño y agradecimiento.