Ad Astra: Un hermoso viaje que pudo llegar más lejos (+Trailer)

En la actualidad estamos acostumbrados a consumir filmes que dedican millones de dólares a efectos especiales, animaciones, la visualidad más innovadora; todos puestos al servicio de un cine comercial que apele al entretenimiento, el ocio, el poco esfuerzo del cerebro. Por eso es agradable encontrarse con una película como Ad Astra, que pone estos recursos al servicio de una historia humana, introspectiva. Una narración donde encontramos la visualidad de ese cine, pero no su estilo. No es la historia de ciencia ficción a la que estamos acostumbrados, es un viaje de autodescubrimiento que tiene por escenario el espacio. Y aunque no es una gran obra, si tiene muchas cualidades y resulta refrescante.

Roy McBride (Brad Pitt) es un astronauta acostumbrado a separarse de sus emociones y subordinarlas a la misión que ha escogido para su vida: la exploración del Universo y la búsqueda de otras formas de vida. Desde la misma primera escena de la película lo deja claro (su matrimonio parece haber fracasado por esta razón). Unas extrañas descargas de naturaleza externa a la Tierra afectan el planeta y su origen parece ser una antigua misión espacial llamada Proyecto Lima, liderada años antes por Clifford McBride (Tommy Lee Jones), el exponente más importante de todo el programa y padre de Roy, a quien este da por muerto desde hace años.

Su misión, aquella que lo llevará a viajar fuera de la Tierra y a una revisión de sí mismo, supone también el choque con la verdad oculta de que su padre puede estar vivo y que debe contactarlo. Y es que Roy es un soldado y hombre a todas. Es reconocido por su estoicismo. Su ritmo cardiaco nunca es superior a los 80 (ni siquiera al caer desde el cielo en los primeros minutos). Pero en este viaje interplanetario lo importante para el guionista y director James Gray es el viaje interior de Roy hacia la humanidad que oculta bajo el escudo del deber, la relación padre-hijo, el torbellino de emociones que se esconde bajo su rectitud.

Es imposible no compararla con películas como Gravity (Alfonso Cuaron) o The Martian (Ridley Scott). La soledad del espacio exterior y la búsqueda del significado de la vida dentro de la supervivencia son puntos de contacto. Sin embargo, parece aspirar a acercarse a otras como 2001: A Space Odissey (Stanley Kubrick) o Solaris (Andrei Tarkovski, remake de Steven Soderbergh) por lo filosófica de la propuesta. Existe incluso una exploración religiosa subliminal en la búsqueda del creador, una mezcla entre Dios y padre, conceptos con áreas de contacto; la propia búsqueda de otras vidas inteligentes llega como un reconocimiento de humildad ante el Universo y ante algún dios.

Visualmente es un precioso espectáculo, reinterpretación en imágenes de lugares ya comunes dentro del cine del género. Lamenté no verla en la gran pantalla, pues la inmensidad del Universo es sobrecogedora en cada una de sus locaciones, y la paleta de colores escogida por el cinematógrafo Hoyte Van Hoytema (Interstellar, Dunkirk)para mostrarla es hipnótica y conceptual.

En ocasiones parece demasiado obvia. La constante voz en off de Brad Pitt explica cada paso físico y psicológico de Roy McBride, al mismo tiempo que el personaje se presenta como emocionalmente inaccesible. Esa combinación a veces desentona y molesta. El arco argumental de la psiquis es demasiado simple además; y sus argumentos personales demasiado frontales, como si Gray nos estuviera preguntando constantemente: ¿Entendiste?

Ad Astra (latín para “hacia las estrellas”) se toma el tiempo de establecer dentro de la construcción de su futuro cercano, varios análisis sobre problemáticas de la actualidad. No importa cuánto tiempo pase, el mundo (o el Universo), mientras estén sometidos a la mano del hombre, serán objeto de sus imperfecciones. En la Luna hay guerras por los recursos naturales, piratería...

Brad Pitt tiene el tiempo y el espacio que pocas veces le han dado para regalar una actuación contenida pero compleja. Todo el filme gira alrededor suyo, sus recurrentes evaluaciones psicológicas son soliloquios bien logrados. Donald Sutherland, Ruth Negga y otros son solo paradas en su camino, facilitadores o no de su viaje hacia Tommy Lee Jones, el padre cuya ausencia lo ha marcado mucho más de lo que reconoce en un inicio.

Se agradece que no ceda a la tentación de reproducir grandes escenas de acción, aunque tiene sus emociones y no es aburrida. No pierde de vista sus objetivos. Es consistente de principio a fin como una película íntima que escoge el espacio como locación, pero apuesta por la introspección, la soledad, lo poético de ese ambiente. Ad Astra podría haberse adentrado más hacia las estrellas, pero la distancia que recorre es suficiente para embarcarnos en su viaje y no arrepentirnos.