Money Monster

George Clooney es un actor y es también una manera de enseñar los dientes. Es el sol de la pantalla. Tan carismático como Jean Dujardin y aparentemente tan invencible como Sean Connery. Un sex symbol, par de veces catalogado como el hombre más sexy —vivo— del planeta Tierra.

Creo hablo por todos. Sobre todo por todas.

En Money Monster (2016) está entrañable. Interpreta a un comentarista de finanzas de la televisión que es secuestrado por un hombre que perdió todo su dinero en una inversión que Clooney aconsejó en su programa. El secuestro es filmado en vivo por la productora del mismo, interpretada por Julia Roberts.

Money Monster fue exhibida en Cannes, y ya sabemos cuán glamuroso festival es y cuánto gusta de premiar detalles técnicos determinados —como son los planos secuencias y todo aquello que subraye una posible introspección al individuo que somos— con mayor o menor debate filosófico implícito. En el caso de Money Monster, nada más lejos.

Dirigida por Jodie Foster, quien pisara por primera vez la alfombra del Festival de Cannes con 12 años por Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), en donde interpreta a la prostituta de 12 años que salva Robert DeNiro. La Foster vuelve una vez más a la región francesa de Cannes... para entretener.

La película de Foster es un ejemplo por excelencia de cine comercial correctamente realizado. Ese cine que prioriza ser propuesta dinámica y consistente por encima de la crítica mordaz. Porque es verdad que la cinta denuncia la corrupción financiera que vive el mundo y lo vacíos y superfluos que son las figuras de la televisión, cómo han pasado los noticieros a ser entretenimiento sin sentido más que noticias... pero.

La crítica al sistema lo es solo en aparencia. Es paradójico denunciar la poca autenticidad del sistema desde los cánones de entretenimiento de la férrea industria de Hollywood. Quizás por eso la explicación del filme de cómo funciona la economía globalizada resulte tan hueca y llena de incongruencias. No es que la cinta sea estúpida ni que Foster quiera perder la oportunidad que le da el guión de hacer denuncia, es que —sencillamente— su intención no es ahondar en la complejidad de la corrupción del mundo, sino pasar un buen rato.

Hay tantas preguntas, tantas premisas que Foster hubiera podido desarrollar en su película. En todo momento, en toda época, hay personas que se enriquecen porque le encuentran la brecha al sistema para hacerlo, el mecanismo. Porque tienen los contactos adecuados, la idea correcta, la inteligencia para llevarla a cabo. Y se enriquecen. ¿Está mal esto? ¿Quiénes están peor, los ingenuos ignorantes o los inteligentes que se aprovechan de ellos? Hay tanto potencial de denuncia en la cinta sobre los sótanos oscuros de la economía actual que no puedo evitar desear que Foster hubiera hecho algo más que componer un suspenso vibrante y enérgico.

En fin. Money Monster es lo que es, no lo que yo hubiera deseado que fuera. No es periodismo ni un tratado de ética y moral. Es entretenimiento. Confort. En este sentido la cinta está ampliamente lograda. Quién no quiere tener a Goerge Clooney en frente, sonriendo.