Hace unos días, antes de emprender su viaje por varios países de América Latina, el papa Francisco pronunció su Encíclica verde, conocida como Laudato Si: Bendecido Seas, un homenaje a San Francisco de Asís.
Por vez primera en la historia del Vaticano un Sumo Pontífice se refiere exclusivamente al tema medioambiental abordando los factores que generan la actual crisis que pone en peligro la supervivencia humana y, proponiendo las posibles soluciones a un problema que, hasta los más incrédulos hace unos años, hoy están obligados a reconocer.
Para fundamentar esas causas, en el texto Francisco argumenta los estragos referidos al modelo económico predominante en el mundo, que tiene su base en el capitalismo salvaje. Con el dominio de las finanzas por parte de los poderosos, la tecnología al servicio de los más ricos, la contaminación y la degradación de los humanos pobres, no puede existir desarrollo humano sostenible, alerta el Papa. A ello se le une la escasa gestión ambiental positiva de los gobiernos nacionales y locales y el incumplimiento de las normas protectoras del ambiente y salvaguarda de los más elementales derechos humanos.
Según su criterio, el mercado, por sí mismo, no garantiza el desarrollo humano integral ni la inclusión social, a lo que agrega que actualmente el 20 por ciento de la población mundial consume recursos en una medida tal que roban a las naciones pobres y a las generaciones futuras lo que necesitan para sobrevivir. «Salvar el planeta es salvar a los pobres», proclama en su Encíclica.
Francisco se detienen en las consecuencias del cambio climático, la contaminación de las aguas y su escasez cada vez más frecuente, lo que la convierte en nueva fuente de conflictos y de futuras guerras entre las naciones. También analiza la pérdida creciente de la biodiversidad mundial y llama la atención sobre el hecho de que cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales.
Al renovar la mirada del cristianismo sobre este asunto, con una denuncia de cómo el gran capital es generador del caos y subsume a las sociedades en la pobreza y la desesperanza, esgrime una serie de tesis, que se convierten en una verdadera Cátedra de Ecología Integral, como el pontífice también las describe, a partir de una concepción que tiene su respaldo en «la ética y la centralidad del bien común en todo lo que se planifica e investiga».
Según el fraile dominico brasileño Frei Betto, esta declaración del Papa constituye un llamado urgente a la humanidad para salir de la espiral de la autodestrucciónen la que está sumergida.
Salvar al hombre; acabar el hambre
Cuba, que es sede en esta semana de la Convención Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo, ha planteado desde hace décadas en distintos foros mundiales, muchos puntos comunes con lo expresado por máximo representante de la Iglesia Católica en su Encíclica.
Se deben recordar, como ineludible referencia, las palabras pronunciadas por el Comandante en Jefe Fidel Castro en 1992 en la Cumbre de Río, cuando advirtió «… Una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre. Ahora tomamos conciencia de este problema cuando casi es tarde para impedirlo … Desaparezca el hambre y no el hombre».
En las primeras jornadas de la Convención, a la que asisten más de 1200 delegados de 45 naciones, la ministra cubana de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente Elba Rosa Pérez Montoya, comentó que equidad significa el derecho de todos a mejorar las condiciones de vida, sin pobreza, sin hambre, sin explotación indiscriminada de los recursos naturales por las transnacionales, el derecho a los servicios de Salud, a la Educación y a tener un trabajo digno.
La Isla tiene una amplia ejecutoria en esta materia. Su política ambiental ha estado definida y sostenida por los principios de desarrollo económico y social equitativo para todo el pueblo, delineado por el proceso revolucionario. De esta forma, a través de la diversificación de la economía sobre una base de equidad, alcanzó su primer logro social ambiental, que fue eliminar la pobreza extrema.
También Cuba ha ratificado los principales Convenios Ambientales Internacionales y ha expresado la voluntad política de contribuir a la mejora del medio ambiente nacional, regional y global, lo que se ha traducido en el cabal cumplimiento de los compromisos contraídos internacionalmente en el ámbito nacional. Asimismo, participa de manera efectiva en las actividades del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y los de otras organizaciones de las Naciones Unidas que desarrollan actividades en esta esfera, como reconocen los expertos.
En estos momentos, ante los importantes cambios que se prevén en el clima cubano, fundamentalmente, en cuanto temperatura y precipitaciones, el Gobierno incentiva la creación de capacidades científicas y la realización de investigaciones dirigidas al conocimiento del cambio climático para los años 2050-2100, elementos que también conocieron de primera mano los asistentes a la Convención en La Habana bajo el lema Por un nuevo modelo de desarrollo más solidario, justo, equitativo y sostenible.
Además, se invierten recursos en la educación ambiental de la población, principalmente en los más jóvenes a partir de los programas de estudios en las escuelas y otros cursos. Igualmente, la legislación en las diferentes materias tiene presente el tema medioambiental como elemento clave del desarrollo del país.
Estos avances demuestran, sin dudas, la coherencia desde la práctica cotidiana, con la concepción histórica de preservar los recursos naturales y el mundo en que vivimos. Y constituye la ética el eje transversal de cada acción realizada o prevista. Pues, como bien se desprende del espíritu del papa Francisco en su Encíclica verde y Cuba lo sabe desde hace tiempo, amar la naturaleza es, también, un imperativo ético.
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